Reflexiones desde lo interno

Un espacio de reflexión sobre el mundo y la sociedad que todos formamos. Un espacio de crecimiento y aprendizaje. Un lugar donde podemos mirar desde otra perspectiva lo que a todos nos afecta. Un lugar para pensar en lo que trasciende.

Nombre: Alonso
Ubicación: Monterrey, Nuevo León, Mexico

Soy físico de profesión, aunque trabajo como consultor de empresas en el área de calidad. En este blog ustedes podrán encontrar cuentos, reflexiones, una novela (El Arte de Vivir) que escribí hace tiempo y que hasta ahora no se ha publicado así como las narraciones de Maite, una gran escritora que con sus palabras nos enseña a ver con el corazón. Mucho agradecería que tomen un tiempo para hacernos llegar sus comentarios a: alonsogzz33@hotmail.com Si desean contribuir con algún comentario o reflexión sólo mándenlo y nosotros con gusto lo incluiremos.

lunes, marzo 17, 2008

El regreso

He estado ausente por mucho tiempo pero he decidido revivir, tal vez en otro espacio. Si hay alguien interesado en saber lo que ha pasado, por favor escríbanme a este correo: alonsogzz33@hotmail.com

Un saludo

domingo, enero 07, 2007

El Arte de Vivir 42 (Novela)

¡AL FIN! EL MONASTERIO


Partimos a la luz de una luna preciosa que inundaba al valle con una claridad que raras veces se ve en el campo y eso nos dio un muy buen presagio. Nos despedimos prometiendo que recibirían noticias nuestras tan pronto como llegáramos.

Y pocos minutos después pude ir viendo como la luz de la cabaña de Martín y María se iba desvaneciendo poco a poco a lo lejos. Un pequeño apretón del brazo de Ricardo que tenía sentado junto a mí mientras conducía la carreta, me informó que los chiquillos a pesar de su serenidad estaban también algo nerviosos y confiaban en mí. Eso me llenó de ternura, les di un beso y les sonreí para transmitirles algo de la serenidad que yo había alcanzado en la meditación. Internamente sentí una gran admiración por estos chiquillos que a tan pequeña edad ya estaban tomando decisiones para llegar al monasterio a cumplir una misión que sólo los grandes espíritus pueden tomar.

La claridad de la luna nos envolvió mientras viajábamos rumbo al monasterio.

La carreta era cómoda y los dos caballos que la empujaban eran nobles y mansos animales, por lo que no se preveían problemas en cuanto a la transportación. El camino verdadero al monasterio había sido repasado por mí y había escogido junto con Martín la ruta más segura en cuanto a ladrones y salteadores de caminos. Por otra parte había habido recientemente, por parte del ejército, una campaña para limpiar del camino a los asaltantes y buscamos tomar esa ruta para evitar sorpresas. Si nuestros cálculos no fallaban y no se presentaban mayores problemas, deberíamos estar llegando al monasterio al cabo de dos días de viaje tranquilo pero seguro.

Viajamos toda la noche y decidimos descansar tan pronto observamos al crepúsculo brillar en el horizonte.

Ricardo y Agustín estaban muy excitados y casi no durmieron. En cuanto yo desperté observé que ellos ya habían preparado algo de café en la hoguera que habíamos mantenido prendida y estaban a punto de preparar unos huevos para reanimarnos.

Caray, pensé, estos dos muchachos valen oro en toda la extensión de la palabra.

-¿Cómo durmieron muchachos?

-Bastante bien, comentó Ricardo, creo que avanzamos bastante y el día pinta bien. Hoy podremos adelantar nuestro viaje.

-Sí, tienes razón, si nos va bien podremos viajar otro buen tramo hoy, ¿Cómo ves a los caballos?

-Muy bien, creo que no se ven cansados, de hecho, mi papá siempre dice que mientras un caballo no lo obliguemos a galopar, puede viajar trotando muchas horas sin cansarse.

Muy bien, pues empecemos a desayunar para poder irnos y ahorrar horas de luz.

Luego del desayuno prepararnos todas las cosa y emprendimos la marcha. El camino era un típico paisaje semidesértico, arbustos chaparros y vegetación escasa era lo que veíamos a nuestro paso; magueyes, cactus y todo tipo de plantas espinosas abundaban. Tuvimos un susto cuando nuestros caballos se negaron a seguir y luego observamos que la razón era por sendas serpientes de cascabel que se encontraban a la orilla del camino. Los caballos tienen un fino sentido que les avisa cuando están próximos estas serpientes, eso nos daba una ventaja pues, dichas serpientes abundaban y no era fácil para una persona captarlas con anticipación.

Ya para el atardecer estimábamos haber ganado mucho camino y que podríamos llegar tal vez para el día siguiente al atardecer. Entonces llegamos a un pequeño pueblo llamado Casas Grandes, ahí planeábamos tomar posada y dormir tranquilamente, fuimos a la posada y pedimos hospedaje, rápidamente fuimos atendidos y algo raro le vi en la cara a la señora que nos atendió, parecía sorprendida, aunque no dijo nada.

Cuando estábamos cenando y después de haber dejado la carreta a buen resguardo, platicábamos muy animadamente cuando el comisario del pueblo se nos acercó y nos preguntó por cuál camino habíamos llegado.

Le contesté que veníamos del norte y que nuestro viaje había estado muy tranquilo.

-¿No escucharon de la banda de asesinos que viene operando en toda esta región?, actualmente nadie se aventura a viajar por esta ruta, tuvieron mucha suerte de que no los asaltaran. Esos hombres son muy peligrosos, y no les recomiendo que regresen por ahí.

-Bueno tal vez se deba a que viajamos de noche la primera parte del terreno.

-Tal vez esa es la razón, pero les repito que tuvieron mucha suerte, ¿Cuándo se marchan?

-Mañana temprano, vamos hacia el centro, a Aguascalientes.

-Está bien, por allá es más seguro. Vayan con cuidado.

Los tres nos quedamos mirando y pensando que esa era la razón de por qué debíamos viajar de noche, los Maestros nos habían protegido de la banda, eso nos llenó de confianza.

Después de pasar una noche deliciosa entre sábanas calientitas y camas cómodas, nos aprestamos a continuar nuestro viaje.

No recién habíamos partido cuando encontramos a nuestro paso rastros de lo que parecía una cabaña asaltada. Había humo saliendo de la casa y la cerca se encontraba rota, nos acercamos para ver si podíamos ayudar a alguien y encontramos a un señor que se quejaba lastimeramente, al atenderlo con las medicinas y vendajes que llevaba, me explicó que habían llegado unos hombres y se habían llevado a su hija que vivía con él. Nos pedía que lo ayudáramos a llegar hasta donde estaba el pueblo para que se pudiera armar una redada contra esos asaltantes y poderlos localizar.

Decidimos regresar al pueblo para ayudar a ese hombre; y los muchachos y yo pensamos, aquí aparecen las “pruebas”. Por otra parte yo pensaba que ellos en ningún momento habían preferido irse y dejar que el pobre hombre se las arreglara como pudiera, antes al contrario, parecía como si fuera una obligación atender a todo el que lo necesitara. Yo los admiraba cada vez más.

Llegamos al pueblo y el comisario nos recibió rápidamente y nos pidió que dejáramos en sus manos el problema, nosotros decidimos esperar a saber un poco más y después partir nuevamente.

Los hombres del pueblo sabían que no podrían hacer mucho por la muchacha, esto ya había pasado antes, los hombres del Manchado, como le decían al pistolero, eran más salvajes que lo que comúnmente podrían haber imaginado muchas personas. Así que, más por encontrar a la muchacha, o tal vez su cuerpo, que por atrapar a los ladrones, la gente del pueblo se preparó para salir en su búsqueda.

Yo me ofrecí a salir con ellos, pero el comisario me pidió que me quedara para atender al viejo que requería más de mi ayuda médica.

Así tuvimos que pasar otra noche en el pueblo, los hombres no llegaron sino hasta el anochecer y venían con muy mal aspecto. Al parecer los habían estado siguiendo por varias horas y en ningún momento habían visto a la muchacha que todos pensaban que estaba con ellos. Debían haberla matado y dejado abandonada en alguna parte del camino, eso es lo que todos pensaban.

El pobre viejo estaba desconsolado y se hundía por momentos en una gran fiebre que le hacía delirar. Los muchachos y yo estábamos atendiéndolo y de pronto, él tuvo un chispazo de conciencia y nos miró a los ojos, su voz cambió y nos dijo como con voz en trance: “Yo sé quiénes son ustedes, y también sé que mi hija no está muerta, es su destino que la encuentren y la cuiden, el cielo se los agradecerá”. Dicho esto, el viejo murió.

Los del pueblo abandonaron la búsqueda y dejaron que el ejército se encargara de los asaltantes. Al viejo se le dio cristiana sepultura y nos dijeron que ellos ya no podían hacer nada, que le correspondía al ejército al que ya habían avisado.

Nosotros decidimos continuar nuestro viaje no sin antes quedarnos un rato en la tumba del pobre anciano y buscar un poco de tranquilidad para poder reanudar la marcha y pedir al cielo que nos iluminara por si algo teníamos que hacer con relación a lo que el viejo nos había dicho.

-Agustín comentó -Creo que deberíamos ir nuevamente a la cabaña del viejo, tal vez ahí esté la muchacha y no la vimos cuando lo recogimos a él.

Así lo hicimos aunque no nos quedaba duda de que efectivamente habíamos buscado en todas partes y no habíamos podido encontrar nada.

Decidimos partir hacia donde habíamos encontrado la cabaña, y cuando llegamos nos decidimos a buscar cuidadosamente en todos los rincones. Llevábamos aproximadamente dos horas buscando cuando vimos tras las ruinas de la estufa unos pies cubiertos por la cenizas de la casa, temimos lo peor, pero al acercarnos lo que encontramos fue algo que nos heló la sangre, era la muchacha, quién estaba totalmente quemada del cuerpo pero viva.

Estaba semiinconsciente y requería atención urgente de inmediato. Hubiera sido una imprudencia tratar de viajar con ella, pues estaba muy delicada, así que buscamos improvisar un cobertor y tratamos de curarla. Nunca en mi vida de médico había visto un cuerpo tan dañado, nunca hubiera imaginado que un ser humano pudiera resistir tanto y por tanto tiempo sin morir, pero algo que la vida espiritual me había enseñado era que cuando los grandes espíritus llegan a la Tierra, nada es tan impresionante como sus vidas.

Decidí que si sobrevivía las siguientes 48 horas, iríamos con ella al monasterio de donde sólo estábamos a un día de camino, pero donde estaban mucho mejor capacitados para ayudar a la muchacha que en el pueblo donde ni siquiera había hospital.

Con mucha paciencia y cuidados fuimos limpiando sus heridas mientras ella estaba en un coma del que no salía, ni hubiera sido conveniente que lo hiciera. Yo había invocado a todos los Maestros para que me ayudaran a salvarla, puesto que ahora estaba seguro que ella era alguien especial y no debíamos perderla.

Poco a poco pudimos limpiar sus heridas y quemaduras y ponerla en condiciones de viajar, sus pulmones eran fuertes y al parecer estaban funcionando bien, su temperatura era alta como suele pasar entre los quemados, pero se la estaba controlando con algunos antibióticos y medicinas que había llevado conmigo.

Decidimos reanudar el viaje hacia el monasterio y acondicionamos la carreta para que pudiera llevar a la muchacha. Reanudamos nuestra marcha buscando ir lo más rápido posible y sin dejar de orar por el bien de la muchacha.

Al atardecer encontramos una carreta esperándonos en un cruce de caminos. Eran monjes del monasterio que por alguna misteriosa razón ya nos aguardaban y nos dio mucho gusto verlos,. Ellos sabían todo lo que nos pasaba y habían llevado mantas y medicinas listas para la muchacha; la atendieron cuidadosamente y le dieron a beber algunos jugos de frutas especiales que mejoraron notablemente las reacciones de la muchacha, nos cambiamos de carreta por el cansancio de los caballos y ellos se hicieron cargo del resto del viaje. Nos sentíamos seguros y Agustín no dejaba de sonreír, pues sentía que estaba regresando a algún lugar que de algún modo le pertenecía.

Al caer la noche llegamos al monasterio, y sobra decir que volví a sentir el gran gusto y alegría que por tantos años no experimentaba. Ricardo y Agustín estaban muy contentos, pero con el ánimo particular de aquellos que saben que dejaron una familia atrás y empiezan una nueva vida.

Todo era nuevamente expectación y alegría, a la muchacha la trasladaron al pabellón de los enfermos donde expertos monjes le habrían de curar todas sus heridas; yo por supuesto iba a estar al pendiente de su restablecimiento, puesto que de alguna manera ella era mi paciente y me sentía responsable de lo que le ocurriera.

La llegada al monasterio fue todo un acontecimiento que era esperado por todos, muchos de ellos ya sabían de mis aventuras y estaban al tanto de todo lo que pasaba. Otros postulantes, que recién acababan de llegar, también se encontraban interesados en platicar conmigo; y bueno, la verdad, es que el gusto que yo sentía era grande y lo que más deseaba era poder tomar algún descanso en los diferentes lugares que Shamballa ofrecía para ese efecto.

Papa Mayo me recibió al día siguiente de mi llegada. Él se encontraba en otra misión de las que frecuentemente hacía y de las que muy pocos sabían de qué trataban. Debo decir que Papa Mayo, era el trabajador más activo en la Tierra, además de encargarse de la dirección del monasterio, tenía asuntos en el mundo profano que requerían su atención, por lo que frecuentemente salía a hacer sus labores, y no era raro que llamara a algunos a colaborar con él en ciertos trabajos, y así era como nos enterábamos de lo que hacía. Nunca perdía su carácter de persona amable y fresca, radiante de energía; sin llegar a decir que emanara una alegría natural, su aspecto era de poder y decisión. Siempre tenía una palabra para uno y siempre estaba dispuesto a ayudar en lo que fuera. Él era el verdadero guía de todo el monasterio y algunos decían que era el dignatario más elevado de la Tierra después del Cristo.

Cuando llegué ante él, curiosamente me abrazó sonriendo y me dijo que todos reconocían la peligrosidad de las misiones que había superado. Me dijo que le había dado mucho gusto que las hubiera cumplido con tan buenos resultados y que ahora podía descansar un poco de tiempo mientras me decidía cuándo tomar la tercera prueba, la del Aire.

Hasta ese momento recordé que yo había estado pasando por unas pruebas que tenían que ver con los cuatro elementos y que la que recién había superado era la del Agua. Pregunté a Papa Mayo por que se llamaba del Agua, y me dijo que las pruebas tienen que ser así porque el Iniciado de Shamballa debe tener la fortaleza y cohesión de la Tierra, para poder dominarla y despegarse de ella cuando sea necesario, eso es lo que yo había hecho al poder pasar por el río y llegar a Shamballa en mi primera prueba. La segunda debía tener las características del Agua, es decir, ser fluida y tomar la forma del recipiente que contiene el agua, el haberme portado como soldado o médico de guerra y haber tomado las decisiones que tomé bajo las circunstancias de peligro que pasé, me hicieron acreedor a que la prueba del Agua resultara bien para mí.

Pregunté de la del Aire y sólo me dijo que tuviera paciencia, que de nada servía explicarme, que la Prueba del Aire requiere capacidades humanas a las que no estamos acostumbrados, puesto que el aire es el fluido que puede flotar y no es detenido por la atracción de la Tierra.

Después de unos días de estarme acomodando de nuevo a la energía del monasterio y de haber sido autorizado a regresar a Shamballa, me sentí como si estuviera recuperando nuevamente toda mi vida anterior.

Los muchachos hijos de Martín se desenvolvían a las mil maravillas e iban aprendiendo rápidamente la instrucción que tenían destinada para ellos. Me enteré que la persona que nos había visitado en la casa de Martín era uno de los monjes que había desarrollado la capacidad del desdoblamiento y que él mismo había sido quien nos había anunciado del viaje y de los peligros que tendríamos que afrontar; ahora, Ricardo y Agustín eran inseparables de él y querían aprender cómo hacía eso de “viajar con el poder de la mente”, como decían ellos.

La muchacha que recogimos ya podía hablar y estaba haciendo progresos increíbles bajo la atenta mirada de sus médicos, ellos poseían conocimientos que estaban muy por encima de la medicina actual y conocían a la perfección los mecanismos por los cuales la piel puede regenerarse casi totalmente.

Algunas plantas y cortezas de árboles tienen la rara capacidad de poder hacer que la piel se recupere de una manera sorprendente, mientras que ciertos extractos de algas marinas pueden darle a la piel la frescura y elasticidad que requiere para poder evitar que las quemaduras dejen cicatrices permanentes. Esto aunado a los poderes mentales de la oración que permite llenar de energía las partes dañadas, permite al paciente que salga de su enfermedad en un tiempo muy reducido.

El ánimo de la muchacha no era del todo bueno diez días después de su tragedia, pues sabía que su padre había muerto y sabía que ella había sido quemada en vida. Todo esto la tenía sumida en un estado de confusión en el que no sabía si estaba viva o muerta, pero sus doctores decían que ella estaría bien en unos cuantas semanas.

A mí me habían dado mi antigua celda para descansar y dormir. Cuando tuve tiempo para ordenar y ver las cosas que mis hermanos monjes me habían dejado entre mis pertenencias, encontré una cajita y dentro de ella una carta de mi familia. Seguramente me había llegado durante mi ausencia, leí la fecha y me enteré que había llegado poco después de mi partida hacia la misión que el destino me había deparado; de eso hacía poco más de un año.

Alonso

Busca en tu corazón

Hay momentos, espacios, en los que el corazón siente la tristeza…., como si una nube de sentimientos del mundo pasara por el umbral…. y lo siente

Hay una copa en tu interior colmada de amor

Es la copa que trajiste contigo para estos momentos, para los momentos en que el amor parece estar ausente en tu vida, en la vida, en el aire que respiras

Pero el amor nunca está ausente…

Esa copa está llena siempre, colmada del más grande AMOR que existe más allá de esta tierra y de lo que se ve

Y no sólo eso, sino que esa copa tiene una abertura que se va llenando a cada instante con el amor de todos aquellos que, más allá de que aparentemente estén o no contigo, han elegido el amor, aquellos que sí decidieron AMAR por sobre todas las cosas y circunstancias con amor verdadero, con un amor sin condiciones, con un amor que no tiene límites

Fue un acuerdo entre todos que llenaríamos nuestras copas formando un único cáliz de amor del que todos podíamos beber cuando lo necesitáramos, un cáliz que siempre estaría lleno, rebosante, porque el amor que nos tenemos nunca termina, nunca podrá hacerlo

Podrán haber situaciones, circunstancias en nuestras vidas cotidianas que, tras el velo de la ilusión, hagan creer al corazón que nos olvidamos unos de otros, pero no es cierto, porque los lazos de amor verdadero es imposible acabarlos, no hay modo, sólo con amor podrían deshacerse lazos de amor, para pasar a otro infinito de amor más alto en el que todo está contenido

El amor no termina…

Busca esa copa, está en tu corazón

En ella está contenida el amor más alto y el amor de todos los que SÍ decidimos AMAR por sobre todas las cosas

Bebe de esa copa, tu copa, deja, permite, que penetre en todas tus células confundidas y permite que la visión más alta se restablezca en tu vida y en tu corazón y sábete amado siempre, porque estés donde estés y hagas lo que hagas…

Eres infinitamente amado

Luego, cuando estés pleno, comparte ese amor, que es tuyo y de muchos, y de todos, compártelo con quien tengas al lado en ese momento

No necesitas una persona especial, compártelo en tu trabajo, en la tienda, en la calle, con los árboles, con los animales, los pájaros,

Con la vida!!!

Dignifica la vida y dignifica tu propia vida viviéndola a la altura de lo más sagrado que conoces

No permitas menos en tu corazón y en tu expresión hacia todo

Siempre amado/a
Siempre amando….

maite

jueves, diciembre 21, 2006

El Arte de Vivir 41 (Novela)

El Mensajero Espiritual

Una tarde, mientras estaba tratando de escribir una carta a mis familiares en Inglaterra, un hombre muy alto entró por la puerta del frente y sin saludar a los que estaban presentes se dirigió hasta mí que me encontraba en el cuarto que me habían asignado y cuya puerta quedaba en línea con la del frente; penetró en el cuarto de una manera por demás directa y sin mayores protocolos. Los niños de Martín quienes estaban hablando animadamente segundos antes, callaron, y ni María ni Martín que estaban en la sala platicando se inmutaron, casi puedo afirmar que no lo vieron.

Cuando llegó hasta mí, me di cuenta que era la misma figura que yo había soñado o visto en mi meditación la noche anterior a mi encuentro con Martín, aquél que me había anunciado la decisión de Papa Mayo de que tenía que venir a encontrarlo en Querétaro.

Me dijo, sin saludarme, que Papa Mayo decía que ya era el tiempo para que la misión comenzara, me entregó un papel y desapareció como vino; se fue por la puerta de la misma silenciosa forma como había entrado, ni Martín ni María voltearon a verlo; los niños lo siguieron con la mirada pero no hicieron ningún comentario, tal parecía que para ellos esas cosas fueran muy normales.

Cuando miré el papel que me había dado, observé que tenía unas líneas grabadas en inglés, eso me extrañó sobremanera. Decía: “Miguel, ya has cruzado el umbral de la misión que te separa de la tercera prueba, de hecho estás ya experimentado la tercera prueba. Tienes que ayudar a los niños de Martín, ellos necesitan de ti la fuerza y el valor que tú has acumulado, ellos están a punto de pasar por una Iniciación de Valor y tú has sido designado por Dios para ayudarlos a pasarla. Para ellos representa la oportunidad de escogerse entre aquellos que tienen el derecho de penetrar en los cielos del espíritu; para ti representa el derecho de poder regresar al monasterio. ¿Recuerdas cómo llegaste hasta aquí? Martín y Pedro te trajeron; ahora tú tendrás que llegar hasta aquí con los dos niños, pero ellos tendrán que pasar algunas pruebas para que puedan lograrlo. Tú serás su guía, si llegan, todo terminará felizmente; si no llegan, tanto ellos como tú tendrán que esperar a otra mejor oportunidad para seguir el camino que ahora se abre a sus ojos.

Yo me quedé impactado por lo que decía el papel, de hecho tenía muchas preguntas en la mente y no sabía que hacer; me paré tan pronto pude recuperar la calma y le pedí a Martín hablar con él a solas por un momento.

Platicando con Martín acerca de sus hijos, él me comentó que ya se lo esperaba y que le daba mucho gusto. Me contó una historia de cuando él y su esposa estaban a punto de casarse: un anciano sacerdote franciscano les dijo que su vida matrimonial iba a tener una serie de eventos que la harían diferente.

-Nos comentó que estábamos llamados a hacer algo grande, a prestar un servicio muy especial a Dios. Cuando le pedimos que nos dijera qué servicio, él nos comentó que Dios quería que trajéramos a dos de sus hijos predilectos al mundo y que ellos estaban llamados a cumplir con una gran misión en la Tierra. Nos anunció que llegado un cierto momento, Dios los reclamaría para su servicio y que nosotros no debíamos interrumpir sus caminos, pues para eso llegaban a la Tierra. Pero también nos dijo que no los perderíamos, que tan solo iba a ser una separación temporal.

-Desde entonces mi esposa y yo siempre hemos estado haciendo mucha oración para no permitir que nuestras decisiones desvíen a nuestros hijos del camino que tiene Dios para ellos. Sí, nos llena de angustia saber que ellos van a estar separados de nosotros, pero ¿quiénes somos nosotros para juzgar las decisiones de Dios?. Además ellos desde que nacieron pareciera que hablan con los ángeles en todo momento, mencionan frecuentemente que el tiempo se acerca; y están más preparados que nosotros para este momento”.

Cuando estábamos platicando, María, su esposa, se acercó con cara preocupada, sus ojos negros eran muy expresivos y denotaban preocupación. Sólo preguntó: ¿ya es la hora?

Martín la tomó del brazo y la hizo sentar junto a nosotros.

-Sí María, Miguel me está contando que acaba de ser visitado por un enviado del monasterio y le anunció que tiene que partir con los niños.

María se llevó el rebozo a los ojos y dejó escapar una exclamación de sorpresa.

-¿Qué le dijeron Sr. Miguel?

-Que ellos tenían que partir conmigo hacia el monasterio y que teníamos que pasar algunas pruebas de valor para llegar.

-Pero no te preocupes, -dijo Martín-, Miguel es la mejor persona con la que ellos pueden contar para ser asistidos en su viaje. No te preocupes mujer.

María ya no habló, tan sólo se abrazó de Martín y se puso a llorar en silencio.

-No sé cuando tengamos que partir, yo esperaré a que estemos todos mejor preparados. Eso les dará tiempo para pensar bien las cosas y prepararnos lo mejor posible para que las cosas salgan bien.

-Tenemos que irnos pronto -dijo una voz desde la sala, eran los niños quienes habían estado escuchando todo desde atrás de la puerta- -hay ciertas cosas que en este momento son favorables y que si nos tardamos no podremos aprovecharlas.

-Acérquense, -les pidió Martín– ¿Qué tanto saben ustedes de esto que acaba de pasar?

-Nosotros ya sabíamos que el Sr. Miguel nos iba a ayudar a llegar a donde tenemos que ir, nos lo dijeron en un sueño.

-¿Y por qué no lo dijeron antes?

-Pues porque hay muchas cosas que nos piden que no digamos. Dice el ángel que cuando uno dice las cosas antes de lo que se debe, se generan muchas ideas equivocadas en las cabezas de las personas que no debían saberlo, y eso afecta las energías que deben mantenerse en armonía para que todo salga como Dios quiere.

-¿Qué más saben?

-Pues que el Sr. Miguel es una buena persona que nos va a ayudar, y que tenemos que ir a un lugar donde nos van a enseñar muchas cosas para que podamos cumplir un trabajo que Dios nos va a pedir que hagamos cuando tengamos más edad. –Es una escuela -agregó el más pequeño, Agustín.

-¿Tú también sabías todo esto Agustín?

-Sí papá.

-Agustín, es el que más habla con el ángel, yo nada más veo las cosas, pero Agustín es el que pregunta y me dice después todo lo que hablaron –comentó Ricardo, el mayor.

-¿Y ustedes quieren ir?

-No se trata de querer ir papá. Se trata de que Dios nos pidió que lo ayudáramos. No creo que debamos decir que no - respondió Ricardo.

-A nosotros nos gustaría quedarnos con ustedes, los queremos mucho, pero si Dios nos está pidiendo que lo ayudemos, nadie podemos negarnos, ustedes nos lo han dicho –agregó Agustín.

-Si tienes razón, Agustín. ¿Entonces cuándo dicen ustedes que deben partir? ¿y por qué dicen que hay ciertas cosas favorables que los obligan a irse ahorita?

-A mí me lo dijo el ángel anoche –respondió Agustín.

-¿Qué te dijo?

-Que mañana era el día y que teníamos que irnos de noche, porque era el mejor momento para las cosas que íbamos a hacer.

-¿De noche? –preguntó María asustada.

-Mami, no te preocupes, Diosito nos cuidará, no te preocupes.

La conversación se había vuelto demasiado familiar por lo que yo opté por retirarme y con la excusa de tener que hacer algunas cosas los dejé que hablaran a solas, como debía ser. Los eventos me habían impresionado mucho y la verdad tenía que poner en orden mis pensamientos.

Por mi parte sabía bien que las pruebas de Shamballa eran pruebas en toda la extensión de la palabra. No me podía confiar, y una cosa era tener que pasar una prueba yo solo donde el único afectado soy yo, y otra muy diferente es tener que llevar a un par de niños a pasar la prueba. También sabía lo inútil que es tratar de sentarme a pensar cómo iba a ser la prueba, la verdad es que hasta ahora los acontecimientos siempre me sorprendían por más que intentara intuirlos antes. Entonces, no me quedaba otra cosa que tranquilizarme y buscar entrar en mí mismo para poder tener un poco de fuerza interna y a la vez serenarme antes de la partida.

Armonicé mis respiraciones con las palpitaciones de mi corazón, y poco a poco estas pudieron tranquilizarse hasta el punto de que me sumergí en una profunda meditación en donde tuve claramente una visión: Observaba un bello paisaje campirano donde había personas cosechando maíz, las nubes estaban muy blancas y contrastaban con un cielo increíblemente azul; un arroyo corría alrededor del sembrado y las personas cantaban mientras trabajaban. La imagen se acercó y distinguí que entre ellos se encontraban los dos hijos de Martín y María, ellos eran los que guiaban a estas personas; se les veía como dos personas muy altas y de gran brillo interior. De pronto, una tormenta se acercó, y todos empezaron a correr a resguardarse bajo los árboles. Repentinamente, un rayo cayó sobre el árbol en el que se encontraban resguardadas varias personas, todas salieron disparadas y cayeron heridas, los dos hijos de Martín se abalanzan rápidamente y empezaron a ayudar a los heridos; con esfuerzos los subieron a una carreta y enfilaron hacia el pueblo para tratar que un doctor los ayudara.

La imagen cambió, y luego vi a los mismos dos muchachos ya ancianos y reunidos en torno a una familia, ellos estaban al centro y despidiéndose; los demás, al parecer sus hijos, estaban llorando, pero una gran entereza parece animarlos, es como si estuvieran anunciando algo que van a hacer. Ellos se pararon, les dieron un beso y abrazo a todos y después salieron afuera de una hacienda, subieron a una carreta y los vi perderse en el horizonte. Una voz me dijo que ellos van hacia el monasterio y que se estaban despidiendo de todos sus familiares. La imagen retornó a la casa de donde salieron y veo a uno de sus hijos mayores decirle a sus propios hijos, acaban de ver partir a sus abuelos, recuérdenlos siempre porque ellos eran dos ángeles que bajaron del cielo para ayudarnos a vivir mejor.

La visión se desvaneció y me di cuenta de que estos dos muchachos que iba a acompañar en su travesía estaban llamados a ser grandes guías de familia y proveedores de luz para toda una generación. Lo que había visto era el futuro de ellos.

Me di a la tarea de arreglar mis cosas y mientras lo hacía no dejaba de pensar en todos aquellos que había dejado atrás. ¿Por qué será que siempre que tengo que pasar por una prueba la nostalgia se apodera de mí?, ¿Estaré todavía temeroso de que el camino que he tomado en mi vida sea el correcto?, no se por qué pasa esto, pero lo que sí es cierto es que me encuentro algo nervioso, pues es la primera vez que voy a ser responsable de lo que pase a estos dos niños que me van a acompañar.

Poco después de la medianoche estuvimos listos para partir. Ricardo el mayor, se mostraba seguro y confiado, él era el que representaba la serenidad y la madurez del hijo mayor; Agustín el pequeño, sonreía y parecía que para él era una aventura más como salir a jugar al campo.

El hecho de que yo era doctor tranquilizaba un poco a María que pensaba en las picaduras de insectos y en los animales salvajes. Yo la tranquilicé diciendo que no nos desviaríamos de los caminos conocidos y que sólo por esta noche íbamos a viajar oscuro, que ya mañana íbamos a recorrer todo el resto del camino de día.

La otra gran preocupación eran los asaltantes, pero contra eso no tenía mucho que decir, pues a mí mismo me habían asaltado, así que sólo podíamos confiar en que Dios nos protegería.


Alonso

Ahora el corazón está abierto

Cuando el corazón se abre y permanece abierto de par en par se siente vulnerable

Como un ojo abierto que todo lo ve, y que no puede cerrarse, viendo acercarse hacia él ilusiones en forma de amenazas que lo hacen sentir temeroso por el posible impacto y dolor…

Pero no es más que ilusión, porque en verdad hay una luz envolviendo el ojo, envolviendo ese corazón abierto, una luz de amor que transforma todo aquello que pudiera hacerle sentir amenazado

Y el corazón siente y el ojo ve….

Y cuando el corazón tiene miedo quiere huir

Y a qué le teme el corazón...?

Al dolor

Cuando el corazón tiene el recuerdo de haber sentido el dolor en algún momento de su existencia cualquier situación que le recuerde remotamente ese momento, ese instante, ese dolor, es motivo de que quiera salir huyendo, disparado hacia cualquier otro lugar de la galaxia, lo más lejos posible

En esos momentos no hay ni siquiera un rumbo preciso, no hay un propósito concreto, sólo quiere huir del dolor…

Pero no hay manera de huir ya más

Porque el dolor sólo requiere comprensión

Cuando se comprende, no con la mente sino con el corazón, entonces se acepta… y no hay dolor, hay aceptación, es decir, hay descanso, hay paz, hay confianza…

Tal vez en el proceso haya tristeza y lágrimas, pero si permites que esta vez el corazón no huya más entonces llegará la luz del amor y lo envolverá todo y ya nada será igual

En donde permanecía un dolor guardado por tiempos quedará un espacio lleno de luz esperando nuevas experiencias, nuevos momentos, nuevos amores, nuevas cosas…para tu vida

El corazón abierto se ve tan vulnerable...

Pero, recuerda siempre, que tu corazón está siempre custodiado si lo haces uno con el Gran Corazón

El ojo que todo lo ve ha visto entonces la transformación y eso queda impreso por siempre en los archivos del alma

Ya no más miedo
Ya no más dolor
Ya sólo confianza en la vida y en el amor…

maite

martes, diciembre 19, 2006

El Arte de Vivir 40 (Novela)

EL VIAJE DE REGRESO

Así terminó una de las etapas más fuertes que he tenido en mi vida. La agitación y la emoción de estar a punto de terminar mi vida sin cumplir una misión me habían llevado a un estado de excitación muy lamentable. Todo lo que deseaba era poder regresar a la vida del monasterio donde tantas veces había estado extasiado contemplando la luz de las estrellas y preguntándome si podía haber un goce más alto que ese en la vida de cualquier mortal.

Yo sentía que todo mi ser se encontraba alterado, sabía por las reglas del monasterio que en esas condiciones no podría regresar a mis actividades antiguas, sabía que tendría que pasar por etapas de armonización interna antes de pretender llegar hasta el monasterio; pero nadie mejor que ellos para darme esos tratamientos tan importantes. Así que enfilé mis pasos para llegar hasta la ciudad de León donde vivían mis dos antiguos y fieles amigos.

Caminaba y cabalgaba ayudado por campesinos que se ofrecían de buen grado a llevarme. Me di cuenta más que nunca de la nobleza de la gente, por todos lados encontraba personas dispuestas a ayudar y a entregarme con confianza su amistad. Yo me sentía muy cansado para poder discutir con ellos sobre temas de importancia, pretendí ser alguien que andaba en busca de llegar a la capital y que requería llegar primero a donde estaban mis amigos en León. Yo me dejaba atender disfrutando de la sencillez de los habitantes de México.

En una de mis paradas, cuando estaba a punto de dormirme en una granja a la que había llegado, tuve una visión: Entre sueños observé a una gran figura acercarse, era alguien muy alto cuya silueta se recortaba a la luz del crepúsculo, llevaba sombrero y vestía como capataz de hacienda, su gesto, aunque obscurecido por el contraste que ofrecía con la tenue luz del atardecer a sus espaldas, parecía el de alguien bastante severo. Su presencia irradiaba fuerza, algo que no había sentido desde que había dejado el monasterio.

-Miguel -La figura habló con una voz que inspiraba autoridad, retumbaba en mis oídos pero sin despertarme del todo, parecía como si estuviera sumido en somnolencia por efecto de alguna droga. No puedes regresar al monasterio, Papa Mayo tiene para ti otro trabajo, tu misión en la Tierra no ha terminado, busca a Martín en Querétaro, ahí te dirán más instrucciones. La figura se desvaneció antes de que pudiera yo preguntar nada. No había dudas, lo que había visto había sido un mensaje de Papa Mayo, así que tenía que ir a Querétaro.

Mi estado de ánimo cambió, aunque por una parte me sentía cansado, por la otra sabía que el simple hecho de estar en contacto con espíritus del monasterio ya me daba al menos la confianza de que no me habían olvidado. Era como si de pronto recordara todo lo que había pasado, como un simple trabajo, que había sido duro, pero que yo aún pertenecía al grupo de trabajadores de la luz. La visión me había llenado de esperanza y de valor, aunque seguía sintiendo el estado de tensión que me había dejado el trabajo.

A la mañana siguiente le informé al granjero que me había alojado en su casa, que mis planes habían cambiado, que durante la noche había meditado y pensaba seguir a Querétaro, eso significaba cambiar la dirección a la que me había estado dirigiendo. Él me dio indicaciones de cómo llegar, además de que su esposa me preparó unos exquisitos tamales para el camino.

Tomé el camino a Querétaro y con la ayuda de un caballo que me regaló el granjero en pago a la consulta que le hice a uno de sus hijos, me dirigí hacia la ciudad de Querétaro por donde me había indicado.

No bien había empezado a llegar a los linderos de dicha ciudad, tres hombres de aspecto sospechoso se acercaron y me preguntaron que a donde me dirigía. Sus caras parecían decir claramente sus intenciones, les hice ver que no tenía posesiones y que no contaba más que con el caballo y la ropa que llevaba puesta, por lo que no podrían obtener nada de mí. Ellos empezaron a burlarse de mi aspecto y de mi cara, decían que parecía criatura de maíz, por mi piel más blanca que la de ellos. Me pidieron que descendiera de mi caballo y que me quitara mis botas, tomaron mis cosas y se fueron como si nada hubiera pasado. Ahora me encontraba realmente desamparado, sin conocer a nadie, sin caballo y sin botas, tampoco tenía comida, y sólo sabía que debía encontrar a Martín.

Me senté a orar junto a un pequeño árbol que había en el camino, me sentía lleno de inquietudes, todo parecía estar en contra de mí. Mi mente se preguntaba qué era lo que estaba pasando, habría sido verdad la visión que había tenido la noche anterior, realmente había sido una visión enviada por Papa Mayo, o habría sido alguna fuerza inspirada por influencias negativas.

El hecho de ya no estar yo bajo la protección del monasterio me ponía en contacto con otras influencias, y yo había escuchado historias de algunos trabajadores que habiendo estado trabajando en misiones, habían confundido los mensajes del monasterio con otros inspirados por las fuerzas negativas y habían pagado muy caro sus equivocaciones. Yo requería la tranquilidad que sólo en las oraciones se puede lograr, decidí que si iba a entrar en otro trabajo o a completar el mismo, necesitaba de toda mi fuerza interior, y la única forma de conseguirla era a través de la meditación profunda.

Así que me sumergí lo más que pude en la visión que yo tenía del monasterio y tuve la clara sensación de estar entrando en la capilla de oración donde siempre se encontraban monjes meditando. Los vi y ellos también me vieron, les hice ver que necesitaba ayuda y dos de ellos me envolvieron con su fuerza mental, perdí la conciencia. No recuerdo más voces ni imágenes, sólo recuerdo que cuando desperté me encontraba en una cama cómodamente cubierto de almohadas y con una temperatura agradable, cuando abrí los ojos me di cuenta que estaba en una casa muy tranquila y que era de día, debía haber dormido toda la noche y seguramente alguien me habría encontrado y me habría ayudado. En eso estaba cuando Martín entró sonriente trayendo una charola con chocolate caliente y algunos panecillos.

¡Buenos días Doctor!. ¿Cómo se siente?

-¡Martín!, ¿pero cómo....?, bastante bien, ¿cómo llegué aquí?

-Los caminos de Dios son largos y misteriosos, pero no son asesinos; así que uno de esos caminos me llevó hasta donde usted estaba.

-¿Cómo es que no me desperté?

-No lo sé, pero entre tres tuvimos que cargarlo y colocarlo aquí, no está usted muy pequeño para que yo pueda hacerlo solo; pero ya ve que en estos caminos uno nunca está solo. Esta es su casa, aquí vivo con mi familia.

-¿Pero esto es Querétaro, no vivías en León?

-También allá vivo. Recuerde que nuestra misión es estar donde a uno lo necesitan. Somos los que servimos a los que sirven en el mundo, nuestro trabajo es muy gratificador y da gusto saber que podemos ser de utilidad a los que hacen posible la misión de Dios en la Tierra.

-Yo ayer tuve una visión, soñé o me...

-Sí lo sé, pero creo que será mejor que descanse un poco, ya tendremos tiempo de hablar más adelante; por ahora conviene que descanse y disfrute de un buen baño caliente y de un buen desayuno.

Estar con Martín me ayudó a volver a ponerme en contacto con la atmósfera del monasterio, el simple hecho de poder platicar de las cosas de Dios me restableció bastante bien. Cada vez que yo le hablaba de la misión que me habían anunciado, él me cambiaba el tema y me decía que antes de pretender tomar otra misión, necesitaba restablecerme al punto de poder sentirme otra vez con mis energías completas y con una excelente salud.

La esposa de Martín resultó ser una muchacha muy agradable e igualmente espiritual, nunca supe si ella también estaba enterada del trabajo misterioso de su esposo, o si en verdad era su esposa e ignoraba todo lo relativo al monasterio y a la ocupación de su admirable compañero.

Siempre que intentaba hablar con ella para agradecerle lo mucho que me habían ayudado sus comidas, ella bajaba la vista y sólo contestaba con monosílabos a mis preguntas. Martín decía que ella era una buena mujer, pero que hablaba muy poco. Tampoco me quiso decir qué tanto sabía ella de lo que nosotros hacíamos, tenía dos niños que frisaban los 10 y 12 años, muy inquietos pero con una aureola de santidad que les daba un cierto aire de ajenos a este mundo, jugaban como todos los niños pero eran muy serios cuando hablaban de las cosas de Dios, sus ojos parecían brillar y se perdían en recuerdos o visiones muy lejanas cada vez que se tocaban temas de Dios o de ángeles.

En la casa de Martín había también otras personas que se reunían con él para platicar, eran vecinos que al parecer tenían mucho tiempo de conocer a Martín, pues hablaban frecuentemente de tiempos pasados; eso me confundía aún más, pues yo estaba seguro de que Martín no vivía ahí, sino que se había mudado no mucho tiempo atrás. Sin embargo estas personas eran bastante congruentes en su comportamiento y me invitaban a tomar con ellos algunas cervezas o bebidas que ellos inventaban. No podía decir si pertenecían a la misma organización que nosotros, pero sin duda eran gente buena y digna de la mayor amistad.

Por mi parte decidí ocupar mi tiempo en restablecerme lo mejor que pude como me había aconsejado Martín, que parecía estar esperando algún tipo de señal antes de decirme cualquier cosa relativa a mi nueva misión.

Así pasaron varias semanas donde yo disfruté de su compañía y hasta subí algunos kilos de peso gracias a las comidas tan sabrosas y nutritivas que María, la esposa de Martín me preparaba.

Alonso

Nos dirigimos a una culminación

Nos dirigimos a una culminación, una de las muchas que forman nuestras vidas, pero, aún sabiendo que cada una se siente especial, quiero decir que ésta se siente “realmente especial”

Ha sido un tiempo de elegir, de atreverse a, de romper limitaciones, que nos ha permitido expandirnos más en todas direcciones como seres grandes, majestuosos, de amor, ilimitados, multidimensionales…

Hemos integrado mucho y nada es igual y nada es lo mismo, todo es mejor, más grande en cuando al valor de su esencia, a los componentes que no se ven pero se reconocen, a la sustancia que lo conforma…

Por momentos la pesadez en cuerpos y mentes hacía que pareciera imposible dar un paso o manifestar cualquier cosa, pero vencimos también eso a cada paso que dimos y a cada diferencia que con ello manifestamos

Y aquí estamos!!!

Se siente poderosa la luz que ha entrado y continúa llegando y fusionándose con nuestra luz, haciéndola más potente, más pura, más sutil, aumentando su calidad, su frecuencia, su alcance

Al tiempo cada vez más tierra, más madre, más amor, más entrega, más “dar”, más compartir, más realizar, manifestar, hacer, cumplir…

Como un cóctel que estuviera en las manos de Dios en su coctelera dorada, ya completada su mezcla, a punto de ser servido…

Todo casi listo…

Esperándonos…

Para manifestar lo impensable, para recibir lo inimaginable, para llenarnos más allá de lo que alma pueda rebosar

Para instaurar cambios en nuestras vidas, cambios profundos y buenos que, aún siendo algo nuevo que ni conocemos ni sospechamos, es el fruto de la elección de cada uno de nosotros a cada momento, de la elección más profunda y verdadera

Todo listo

Falta poco…

maite

viernes, diciembre 15, 2006

Compartiendo otro momento sagrado

Fue en el mismo viaje a India, esta vez en Nepal, cerca de Kathmandú, después de estar en el punto más alto desde donde puedes ver y respirar las sagradas montañas de los Himalayas, un sentimiento que no puede compararse a nada conocido sino sólo a un recuerdo bien guardado por tiempos eternos en las memorias ancestrales del alma, en el cofre sagrado de los secretos del corazón…

En contemplación y agradecimiento infinito

Con el corazón y el alma expandidos…

En otro lugar, relativamente cerca, se encuentran Ganesa y Tara conformadas perfectamente de forma natural en piedra

Saliendo de la montaña, formando parte de ella…

Así se han hecho, con la naturaleza y el espíritu como escultores, se muestran dignas, bellas, hermosas…

Su grandeza…

Y entonces supe, en mi corazón y para siempre, que la dignidad viene de un corazón puro y limpio

No hace falta forzarla o aclamarla

No es posible, porque el ego jamás la transmitirá

Uno la lleva consigo y la manifiesta sólo desde su corazón

maite

El Arte de Vivir 39 (Novela)

EL PLAN


El capitán se retiró a México con algunos de sus hombres de confianza y eso permitió que el general tomara las cosas con más calma, ahora tenía el camino libre para seguir con su plan. Los soldados del capitán González habían quedado al mando del sargento Pedro Pérez que era un buen hombre que no buscaba conflictos y era celoso a su deber, yo ignoraba si él estaba al tanto de los planes del general, pero mi esperanza estaba cifrada en lo que el capitán pudiera lograr en México.

Mientras tanto, en Monterrey, las cosas se tranquilizaron un tiempo y el incidente de la pseudo emboscada fue aprovechado por el general para formar patrullas y brigadas en búsqueda de posibles guerrilleros, y durante ese tiempo en el cuartel se refinaban los planes de la gran rebelión.

Una noche estaba yo descansando en mi casa que estaba situada no muy lejos del Hospital General de Monterrey, y trataba de meditar. Mi vida estaba muy lejos de ser normal, era una persona nacida al otro lado del mundo que había abandonado a su familia desde muy joven y que había caminado por los senderos más extraños de la vida.

Recordé las primeras lecciones de Philippe, recordé mi viaje a América tratando de salvar a Bernardette, recordé al brujo y su curiosa y reveladora despedida. Recordé al monasterio y a Papa Mayo, me pregunté si alguna vez podría volver allá con ellos; volvía a escuchar sus palabras instruyéndome de que si lo deseaba podría retirarme y aceptar otra misión, pero que era esa la que yo podía ayudar a resolver.

Volví a pensar lo fácil que es perderse en la misión. Yo ya no experimentaba esa paz que se vivía en el monasterio, estaba tan embebido y absorbido por los ánimos del cuartel, tan oprimido por las tensiones que se viven en un cuartel, tan lleno de sentimientos encontrados acerca del general y de sus planes para con los campesinos, que mi estado de ánimo estaba lejos de ser el adecuado para un Iniciado en medio de una misión.

Mis reflexiones pasaron por la idea de hasta dónde sería capaz de intervenir en caso de que el capitán no fuera escuchado. Me imaginé a mí mismo viajando a México y explicando las intenciones del general, me volví a ver en la cárcel o aprehendido por sedición o por espionaje; y hasta me vi fusilado por haber tenido intenciones intervencionistas. Todo esto pasó por mi mente, pero si no lo hacía, mucha gente iba a morir y todo por la ambición de unas cuantas personas inconscientes de sus actos.

Mis preguntas me llevaron a cuestionarme hasta dónde debía uno intervenir, yo sabía de las consecuencias de esta guerra ante la historia, y en los planos de la biblioteca del monasterio había leído que México estaba llamado a ser una gran nación, puente entre el norte y el sur de América. Había leído del papel de México en la historia y de lo que sus hijos gloriosos iban a realizar para hacer llegar al mundo una nueva esperanza de paz y de unión en el futuro. Esto que estaba gestándose no existía en los planes de México, por lo que no iba a resultar, lo que yo estaba tratando de hacer era evitar el derramamiento de sangre fuera el resultado de este monstruoso plan del general y sus amigos.

Muchas escenas se abrieron ante mis ojos... y yo tomé una determinación: si iba a fracasar, lo iba a hacer con el más limpio acto de que era capaz. Yo mismo iría a decirle al general lo que me había enterado y trataría de explicarle que su salud no lo resistiría y que muy pronto él moriría sin haber tenido la dicha de disfrutar una vida tranquila; que lo que él hacía realmente lo estaba haciendo por otros porque a él no le quedaba tiempo para disfrutar de lo que iba a conseguir, si acaso lo conseguía.

Fue una noche muy agitada. No pude dormir y en la mañana unos hombres me levantaron muy temprano porque me hablaban del cuartel, algo había pasado y me necesitaban de urgencia.

Al momento de llegar fui aprehendido y me condujeron en presencia del general, ahí estaba el hombre de sus confianzas, aquél a cuyo hermano yo había salvado del cólera, también estaba esposado y con la cabeza mirando al suelo. Rápidamente entendí todo, él le había contado al general del plan, ahora yo estaba también preso.

-Lo primero que me dijo el general fue- -Así que nuestro doctorcito tiene su espíritu de libertad muy exaltado y aire de mártir.

-¿Por qué lo dice mi general?

-No se ande por las ramas mi doctorcito, ya aquí nuestro fiel cabo García nos contó de lo que usted y el capitán González intentan hacer, pero me da risa lo ingenuo de ustedes, el capitán González fue asaltado antes de llegar a México; el pobrecito murió, de verdad lo siento.

De pronto todas mis pesadillas se hacían realidad.

-General, quisiera hablar con usted unos momentos a solas.

-¿Para qué? ¿va a intentar comprarme? ¿me va a pedir clemencia? ¿qué podríamos hablar usted y yo?

-Lo que voy a decirle es únicamente de interés para usted, a nadie más le importa.

-Ellos son hombres de mis confianzas –dijo señalando a los soldados.

Realmente no me quedaba ninguna carta, al parecer lo que yo tanto había temido la noche anterior estaba a punto de pasar.

-Mi general, tengo que decirle algo respecto a su salud, si usted gusta lo digo en voz alta.

-Está bien, está bien, déjenme sólo con este hombre.

El general tomó su arma y me pidió que me sentara, amarrado como estaba, frente a él.

-¿Qué es lo que tiene que decirme doctor? ¿qué me voy a morir?

-Su salud corre un grave riesgo, usted ya no debería de estar en estas cosas, lo que está haciendo lo hace para otros, no para usted, ¿Me entiende?

-Mire doctor. Tal vez usted no sepa que todos los soldados tarde o temprano tenemos que tomar una decisión. Vamos a morir en campaña, ninguno de nosotros espera morir cómodamente en una cama, nos hacemos a la idea de que alguien en algún momento va a dispararnos por la espalda. ¿Sabe lo que es eso?, no, no creo que lo sepa, usted estudió para poder salvar vidas, nosotros las quitamos cuando consideramos una buena causa, y la causa por la que yo peleo es una magnífica causa, ¿lo sabe?

-No mi general, no lo entiendo así, lo que usted hace sólo ocasionará más muertes.

-¿Quiere vidas?, ¿para qué?, ¿para que un político se eternice en el poder?, ¿para que una persona con ambiciones más grandes que lo que usted y yo pudiéramos tener juntos, llegue arriba al poder y pueda disponer de toda una nación para su propio beneficio?, ¿tiene sentido eso? Yo lucho por darle a esta tierra un nombre, una identidad, una nación. ¿No se da cuenta que somos diferentes?, la gente de aquí del norte somos diferentes a los del sur, ¿No se da cuenta? hasta tenemos rasgos diferentes, ellos son indios, nosotros somos distintos.

-No general, se equivoca, todos somos hombres, el color de la piel no quiere decir nada, por dentro todos somos iguales.

-Por dentro somos más distintos aún, pero no voy a discutir estos asuntos con usted.

-De todas formas general, a usted le quedan pocos meses de vida, en su lugar, yo trataría de disfrutarlos mientras puedo.

El general se quedó pensativo un momento mientras se volteaba a servirse un trago de bebida, después sonriendo en forma maquiavélica me contestó.

-¿Y qué cree que estoy haciendo? –Guardias, llévenselo.

Todos sabían que a los traidores se les fusila, así que yo di por terminada mi vida en ese momento. Llegué a mi celda, me encerraron con el soldado que me había delatado; a ambos nos fusilarían, seguramente ese mismo día. El lloraba desconsoladamente, tenía mujer y dos hijos. Tan pronto entré y me vio, me pidió disculpas, lo habían torturado y no pudo evitar delatarme.

Habían transcurrido aproximadamente dos horas de nuestra aprehensión, cuando se presentó el sargento Pérez. -Ustedes dos, vístanse con esto. ¡Rápido!. Nos había llevado unas ropas de campesino y unos sombreros. -Los voy a sacar de aquí.

Sin salir de la sorpresa nos cambiamos rápidamente y sigilosamente el sargento Pérez, al mando de un pelotón, nos llevó como si fuéramos prisioneros hacia otras celdas del cuartel localizadas en otra sección del mismo. Al llegar a ellas nos metió y la sorpresa fue mayúscula cuando nos dimos cuenta de que dentro de las celdas se encontraban más soldados disfrazados de campesinos y fuertemente armados. Según nos explicaron, la rebelión se iba a desatar muy pronto, y así fue.

Antes de que pudiéramos ponernos al tanto de todo lo que iba a pasar, los soldados vestidos de campesinos salieron de las celdas y a fuego y golpes tomaron el cuartel e hicieron preso al general. Otras tropas aprehendieron a ciertas personas influyentes de la ciudad que habían participado en los planes de la intriga, aunque dicen que muchos de ellos se escaparon o compraron su libertad.

Según nos enteramos después, el capitán sí había podido llegar a informar de la situación; y el sargento Pérez, que era un hombre de recta conducta y fiel a su capitán, había tomado el mando de la operación de rescate. Habían urdido un plan para que algunos soldados disfrazados de campesinos llegaran hasta el cuartel y se escondieran dentro de las celdas; así, en el momento indicado, ellos saldrían a libertar el cuartel. La mayor parte de los soldados desconocían los planes del general, por lo que no fue difícil convencerlos de que no defendieran una causa perdida.

Ya no vi al general. Tan pronto me vi libre tomé mis cosas más preciadas y traté de buscar nuevamente a mis antiguos amigos, los que años atrás me habían llevado a conocer el monasterio, a Pedro y a Martín.

Alonso

jueves, diciembre 14, 2006

El Arte de Vivir 38 (Novela)

LAS PRIMERAS REVUELTAS


La situación se volvía bastante complicada y a la vez urgente, pues como me enteré después, había ya planes específicos para buscar una revuelta de indígenas en contra de algún destacamento del ejército. Esto únicamente para iniciar una excusa para la violencia, y ya en medio de ella, empezar a pedir refuerzos del centro del país con más elementos del ejército, sólo para poder reunir más fuerzas y tener los suficientes hombres y pertrechos para enfrentar a la federación. ¡Había que actuar rápido!

La situación se tornaba más complicada y además apremiante. Las primeras revueltas indígenas empezaron a hacer su aparición con la excusa de que no les permitían vender sus artesanías en la plaza, ellos eran gente humilde que estaban muy lejos de ser conflictivos, eran gente sencilla que el ejército manejó como si hubieran sido insurgentes revoltosos. Hasta el gobierno de México llegó la noticia de que una vez más en el norte se estaba preparando un ejército de campesinos comandados por generales entrenados en otras latitudes.

Yo pensaba que mi misión estaba a punto de fracasar pues no veía la manera de poder intervenir, y cuando estaba profundamente metido en estas cavilaciones, un grupo de ocho soldados llegó hasta mi consultorio con gran ruido y escándalo solicitándome que me presentara en el cuartel general para atender a unos heridos que se habían aprehendido durante una revuelta que recién había ocurrido. Sin darme tiempo a pensar mucho, tomé mi maletín y algunas medicinas y me condujeron a toda prisa al cuartel.

Uno de los capitanes me dijo que me apresurara a atender a los heridos y que después hablaríamos. Así lo hice, y al atenderlos me di cuenta que los campesinos eran familias que nada tenían que ver con intereses revolucionarios, eran familias de comerciantes que sólo habían llegado como todos los domingos a la plaza a vender sus mercancías, pero de pronto se habían presentado los soldados, les habían quitado sus cosas y cuando buscaron hablar para entender sus procederes, les habían echado los caballos encima, había mujeres y niños entre los heridos. Esto me desgarró el corazón, siempre los humildes eran la carne de cañón para que los poderosos hicieran de las suyas. Traté de serenar mi espíritu pues ahora estaba en el corazón mismo del conflicto y en medio de aquellos que lo estaban generando; mientras hacía los vendajes y atendía a los más lastimados, buscaba alguna forma de acercarme a los que dirigían el conflicto desde la oscuridad.

Cuando terminé mis labores, pregunté al soldado que vigilaba la suerte que correrían estas personas, si las iban a dejar salir o estaban prisioneras. Como me contestó que eran prisioneros del ejército, solicité hablar con su superior, él me condujo hasta su capitán a quien le expliqué que algunos de ellos requerían de atención constante pues su estado era crítico, le solicité que me permitieran venir a verlos o si les fuera posible que me permitieran convertir a una de las celdas en un pequeño cuarto de curación.

El capitán se negó de principio, pero le convencí de que el beneficio sería para todos, porque de lo contrario pudieran gestarse enfermedades contagiosas y que sería muy fácil que después se contagiaran los mismos soldados. El Capitán no quiso tomar la decisión por él mismo y me pidió que aguardara pues iba a consultarlo con el general de su división.

Al poco rato fui llamado a comparecer ante el general de división. Era una persona bastante obesa, con evidencias notorias de problemas respiratorios, estaba fumando y su semblante reflejaba que estaba satisfecho de mi trabajo, me sonrió y me pidió que me sentara. Me explicó que durante la patrulla cotidiana que sus “muchachos” hacían por la ciudad, este grupo de rebeldes disfrazados de campesinos habían intentado atacar a los soldados, quienes habían tenido que repelerlos. Durante la refriega algunos soldados habían muerto, pero finalmente habían logrado apresar a los revoltosos.

Me dijo que tenía noticias de que se estaba gestando un pequeño ejército, pues uno de los rebeldes había confesado y que ahora mismo estaban llegando de todas partes de México pequeños grupos disfrazados de campesinos y comerciantes para hacer de Monterrey el lugar de donde partiera un gran movimiento de insurrección. Sus explicaciones eran interrumpidas por accesos de tos que evidenciaban su malestar asmático, yo vi la oportunidad de intervenir.

-General, algunos de estos campesinos están enfermos, no únicamente de las heridas sufridas en la batalla, son también presas de desnutrición que los hacen campos fértiles para las infecciones más mortales que hay en este país. Yo no aconsejaría que se mantuvieran en condiciones descuidadas por mucho tiempo, sería peligroso que tuviéramos un brote epidémico entre los prisioneros que después se pudiera extender a sus soldados. Le sugiero que improvisemos un pequeño hospital dentro del cuartel para atender a todos los enfermos y de esta manera podremos contener cualquier brote que surja de manera inmediata. -Al general no pareció gustarle la idea.

-Mire doctor, no pienso tener aquí a los rebeldes, ellos no merecen mucha atención de parte nuestra, son traidores de México. ¿Usted cree que valga la pena mantenerlos con vida, para que después vuelvan a hacer de las suyas?, no creo que sea una buena idea. Usted no los conoce, ellos son el tipo de gente que en la primera oportunidad le clavan un puñal por la espalda, están llenos de odio. No doctor, usted vuelva a su consultorio, le agradecemos que nos haya venido a asistir con este problemita pero creo que ha sido suficiente.

Escuchar al general hizo que me diera un vuelco el corazón, si antes iba a mantener a los presos en su cuartel, ahora tal vez pensaba matarlos y todo gracias a mí. Intenté una maniobra desesperada.

-A propósito General, esa asma que tiene, ¿Se la está atendiendo? Conozco algunas hierbas que le harían mucho bien si las aspirara cuando las pone a hervir en agua, además creo que debe dejar de fumar. -Este comentario, tomó por sorpresa al General.

-Doctor, yo se que tengo un pequeño problema, pero hasta ahora he vivido bien, no se preocupe por mí.

-En mi tierra existe una hierba que he venido buscando aquí en México sin hallarla todavía, pero guardo algunas porciones en mi consultorio. Le recomiendo fuertemente que me permita traérselas para indicarle algo que seguramente le va a hacer mucho bien.

-Está bien doctor,... ¿Miguel?, ¿es ese su nombre verdad?

-Así es general.

-¿De dónde es usted?

-De Inglaterra.

-¿Y qué anda haciendo por acá?

-Es una larga historia que empezó hace más de veinte años, señor.

-Bueno, creo que algún día me la contará. Está bien, vamos a poner ese consultorio aquí en el cuartel como usted dice, y tal vez pueda hacer algo por mí y por algunos de mis soldados que también están enfermos de cosas raras. Creo que a mis colegas del centro los va a impresionar ver que hasta hospital militar tenemos en este cuartelucho, como lo llaman ellos.

Respiré tranquilo tan pronto salí de su oficina, muy pronto estaba ya instalando un pequeño consultorio dentro del cuartel.

El hecho de que me hubieran permitido tener el consultorio en el cuartel había sido un golpe de suerte, más basado por la enfermedad del general que por el interés que tenían en la salud de los campesinos que mantenían prisioneros. A los pocos días me enteré que realmente el general estaba preocupado por la evolución de su asma, pues se sentía que estaba empeorando, ese era la verdadera razón que buscaba al tenerme cerca.

Las hierbas que yo tenía en mi poder y que le empecé a suministrar resultaron benéficas para control de la tos y para aclarar un poco sus vías respiratorias, sin embargo, yo no disponía de mucha cantidad y muy pronto se me estaba terminando toda la que disponía. En mis pláticas con los campesinos a los que también atendía, algunos de ellos eran conocedores de las plantas de la región y me informaron que en ciertos lugares de la sierra al sur de Monterrey se daban esas plantas y que podría recoger cuantas quisiera. Eso me dio una idea y pronto estuve negociando con el general la oportunidad para liberar a los niños y las mujeres con el pretexto de que me llevarían a donde estaban esas hierbas que le curarían su asma.

El general, mientras tanto, no dejaba de gestionar la petición de que le enviaran refuerzos para la revuelta que se estaba dando aquí en el norte. El plan avanzaba y no había manera de que yo ganara algo de influencia que me permitiera hacer algo para detenerlo.

Tal como me lo informaron los campesinos, las hierbas estaban disponibles y pude abastecerme de una gran cantidad de ellas. Cuando regresé con mi carga al cuartel después de dos días de excursión por la sierra, encontré que los refuerzos ya estaban llegando. El general no quiso atenderme, pues estaba reunido con los nuevos capitanes que le habían asignado. Un mundo de almas acababa de llegar y los nuevos hombres parecían todo menos soldados disciplinados, venían con una actitud de prepotencia y altanería que se manifestaban en todo momento. Consideraban ser un regimiento demasiado superior en preparación y tácticas de guerra que los “rancheros del norte”. Ellos sí habían tenido experiencia en el campo de batalla y ahora habían sido llamados para “ayudar a los inútiles del norte en su guerra contra unos campesinos”.

Esto tensionó mucho la vida dentro del cuartel. Hubo necesidad de despejar algunas de las celdas donde había instalado mi clínica para que sirvieran de dormitorios para los recién llegados a quienes no les gustó nada la situación, pues se creían con derechos para exigir más comodidades. A mis enfermos los hacinaron en la celda más grande y la situación se volvió bastante peor cuando nos dimos cuenta de que había el riesgo de que mandaran a los prisioneros a un campo externo al cuartel con tal de usar todo el espacio disponible, esto pudiera significar que ese cuarto externo fuera la excusa para matarlos a todos.

Yo solicité hablar con el general quien me informó que él tenía que tomar una decisión pronto y que probablemente a los prisioneros se les fuera a hacer una ejecución sumaria para poder resguardar a las fuerzas militares, ya que esas eran las prioridades; pero le informé que siendo así las cosas ya no habría necesidad de mis servicios por lo que estaba pensando en migrar para el sur donde mis servicios fueran más necesarios.

Esto hizo que el general recapacitara, aunque primero intentó convencerme que los soldados también requerían de atención médica y que mi hospital y mis servicios eran sumamente necesarios dentro del cuartel.

Buscando seguir el juego del general, recordé que uno de los campesinos había muerto el día anterior a causa de las heridas, por lo que lancé la hipótesis de que tal vez el único revoltoso era el difunto y que al resto de ellos, que serían alrededor de quince no les interesaba otra cosa que vender sus mercancías en la plaza, que si él así lo sugería yo podría hacerme cargo de ellos para un trabajo que tenía pendiente en el sur del estado; le aseguré que ya no los vería por aquí porque los enviaría con uno de mis médicos que estaba construyendo un hospital en los límites de Nuevo León y San Luis Potosí.

El General me miró con desconfianza., -¿Qué interés tiene en esa gente?

-Ellos son personas que me están agradecidas y yo necesito personas que sepan un poco de construcción porque en donde se está construyendo el hospital no he podido encontrar a nadie, todos se encuentran en este momento ocupados en el corte del maíz o en la zafra, los lugareños emigran cada temporada en estas fechas y mis trabajos para el gobernador se han quedado suspendidos desde hace varias semanas.

-¿Está usted seguro de que no los veremos por aquí de nuevo?

-Le digo, que ellos me están agradecidos. No regresarán, lo único que quieren es que los deje ir para estar con sus familias. Yo les voy a ofrecer que sus familias cambien de residencia al sur, allá van a estar mejor que en las tierras pobres que tienen actualmente donde no hay agua ni para las gallinas que tienen.

-¿Y después ya no lo tendremos a Ud. por aquí?

-Sí, he pensado que al gobernador no le molestará que instale una pequeña clínica cerca del cuartel para atender a todo su personal.

-Me gustaría que esa clínica estuviera dentro de la jurisdicción del cuartel.

-Bueno, recuerde que yo aún trabajo para el estado, mi estancia aquí obedecía más que nada al hecho de que tenía prisioneros enfermos.

-Mire Miguel. –el general adoptó un tono de voz un poco más de confianza- se avecinan cosas que no puedo contarle, que realmente van a hacer necesaria su intervención aquí; por qué no tiene un poco de paciencia y se espera para ver qué sucede. Posponga un poco sus decisiones y hable con el gobernador acerca de su clínica, sólo le pido que la instale dentro del cuartel, yo me las arreglo con él.

Así quedamos, y por mi parte aún no tenía manera de influir en ninguna forma con el destino de los soldados y lo que estaba punto de suceder.

La cercanía con el cuartel me permitió darme cuenta que dentro del plan que tenían estas personas había otros problemas que se avecinaban. En sus deseos de que todo saliera bien, habían olvidado algo: los campesinos lejos de que se hubieran encendido y buscaran una venganza o manifestaran su descontento, habían optado por ausentarse del mercado, lo que hacía poco convincente para el general el hecho de que se estuviera gestando alguna rebelión. No había actos de provocación, no había asaltos ni tampoco nada que justificara ante los ojos de los demás la llegada de tantas nuevas tropas al cuartel.

Uno de los nuevos capitanes no estaba enterado de las intenciones del general y era el que más se oponía a que sus soldados estuvieran pasando penalidades sin existir aparentemente una razón.

El resto de los capitanes ya estaban al tanto de los planes y todos habían manifestado estar de acuerdo, pero en las pláticas que habían tenido con cada uno de ellos por separado, varios de ellos estuvieron de acuerdo que el capitán González difícilmente iba a aceptar participar en algún acto que se considerara traidor en contra del gobierno del general Díaz, y la razón era muy sencilla, el capitán tenía varios hermanos en otros regimientos y todos ellos eran muy cercanos al presidente a quien le debían varios favores.

Yo me había enterado de esto por pláticas con un soldado de la confianza del general, quién funcionaba como secretario personal de él y que estaba al tanto de todo el plan. A este muchacho yo le había sanado un hermano que se encontraba muy enfermo de cólera y a quién ya daban por muerto. En agradecimiento me confesó que se avecinaban tiempos difíciles y que él personalmente no estaba de acuerdo en lo que el general del cuartel estaba tramando, por esa razón le confié que yo buscaría hacer algo para evitar que se dieran los planes sin que nadie saliera afectado.

Nuestra única opción era notificarle al capitán González del plan y ver si él podía disponer de algo que pudiera resolver el conflicto.

Cada uno de los regimientos salían a dar patrullas por los alrededores y hasta la fecha no se había encontrado ningún rastro de amenazas. Ya habían pasado dos semanas de la llegada de los refuerzos y todo lo que habían visto eran sólo buenas personas que no parecían ser los amenazadores campesinos que querían destruir el régimen de México. Nosotros habíamos arreglado tener una plática con el capitán González buscando jugarnos la última carta, pues al parecer todo lo que esperaban era una cierta noticia del centro del país para desencadenar una ofensiva mayor y tomar las capitales de los estados de Nuevo León y Tamaulipas, y desde aquí iniciar un movimiento de separación del gobierno.

UN día antes de que tuviéramos la reunión con el capitán González, una noticia cayó como bomba en el cuartel. Durante una excursión en los alrededores de Monterrey, había sido emboscado el regimiento del capitán González y se habían tenido varias bajas, entre ellas al parecer el mismo capitán había resultado herido de muerte.

Los heridos llegaron a mi hospital y en verdad no habían podido ver nada, de pronto habían escuchado disparos que provenían de la sima de una montaña en donde unos campesinos estaban disparando con muy buena puntería, el primero en caer había sido el capitán, pues al parecer él había sido el blanco, después escucharon otros disparos y algunos más cayeron. Alguien más provocó un alud de piedras que puso en desbandada a los pocos soldados que iban y el tiempo que tardaron en organizarse fue suficiente para que los agresores huyeran. Pero ya no quedaban dudas, se estaba gestando una rebelión en el norte de México.

Yo estaba atendiendo al capitán quien había recibido una herida en el ojo y estaba sangrando mucho, varios lo habían creído muerto, pero la verdad es que estaba inconsciente. En el momento que recuperó el conocimiento me gritó, ¡traición! ¡traición!, y trató de incorporarse, algunos soldados lo escucharon pero pensaron que estaba delirando, pedí que me dejaran a solas con él y que se retiraran.

Cuando ya se dio cuenta de que estaba en una cama de hospital siendo atendido, me contó que quienes lo habían atacado eran soldados del propio regimiento del cuartel, que él los había reconocido. Con mucha calma le pedí que mantuviera silencio pues su vida corría peligro si no se mantenía callado, le expliqué todo el plan y no me creyó, por lo que tuve que pedir al soldado de confianza del general que viniera y explicara todo al capitán.

Entre los tres urdimos un plan, él pediría su retiro del campo de batalla, pues la herida que tenía en la cabeza le impedía seguir con sus funciones, y tan pronto estuviera en México hablaría de ello con sus hermanos, ya que entre todos podrían saber qué hacer.

Alonso


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