Reflexiones desde lo interno

Un espacio de reflexión sobre el mundo y la sociedad que todos formamos. Un espacio de crecimiento y aprendizaje. Un lugar donde podemos mirar desde otra perspectiva lo que a todos nos afecta. Un lugar para pensar en lo que trasciende.

Nombre: Alonso
Ubicación: Monterrey, Nuevo León, Mexico

Soy físico de profesión, aunque trabajo como consultor de empresas en el área de calidad. En este blog ustedes podrán encontrar cuentos, reflexiones, una novela (El Arte de Vivir) que escribí hace tiempo y que hasta ahora no se ha publicado así como las narraciones de Maite, una gran escritora que con sus palabras nos enseña a ver con el corazón. Mucho agradecería que tomen un tiempo para hacernos llegar sus comentarios a: alonsogzz33@hotmail.com Si desean contribuir con algún comentario o reflexión sólo mándenlo y nosotros con gusto lo incluiremos.

viernes, diciembre 15, 2006

El Arte de Vivir 39 (Novela)

EL PLAN


El capitán se retiró a México con algunos de sus hombres de confianza y eso permitió que el general tomara las cosas con más calma, ahora tenía el camino libre para seguir con su plan. Los soldados del capitán González habían quedado al mando del sargento Pedro Pérez que era un buen hombre que no buscaba conflictos y era celoso a su deber, yo ignoraba si él estaba al tanto de los planes del general, pero mi esperanza estaba cifrada en lo que el capitán pudiera lograr en México.

Mientras tanto, en Monterrey, las cosas se tranquilizaron un tiempo y el incidente de la pseudo emboscada fue aprovechado por el general para formar patrullas y brigadas en búsqueda de posibles guerrilleros, y durante ese tiempo en el cuartel se refinaban los planes de la gran rebelión.

Una noche estaba yo descansando en mi casa que estaba situada no muy lejos del Hospital General de Monterrey, y trataba de meditar. Mi vida estaba muy lejos de ser normal, era una persona nacida al otro lado del mundo que había abandonado a su familia desde muy joven y que había caminado por los senderos más extraños de la vida.

Recordé las primeras lecciones de Philippe, recordé mi viaje a América tratando de salvar a Bernardette, recordé al brujo y su curiosa y reveladora despedida. Recordé al monasterio y a Papa Mayo, me pregunté si alguna vez podría volver allá con ellos; volvía a escuchar sus palabras instruyéndome de que si lo deseaba podría retirarme y aceptar otra misión, pero que era esa la que yo podía ayudar a resolver.

Volví a pensar lo fácil que es perderse en la misión. Yo ya no experimentaba esa paz que se vivía en el monasterio, estaba tan embebido y absorbido por los ánimos del cuartel, tan oprimido por las tensiones que se viven en un cuartel, tan lleno de sentimientos encontrados acerca del general y de sus planes para con los campesinos, que mi estado de ánimo estaba lejos de ser el adecuado para un Iniciado en medio de una misión.

Mis reflexiones pasaron por la idea de hasta dónde sería capaz de intervenir en caso de que el capitán no fuera escuchado. Me imaginé a mí mismo viajando a México y explicando las intenciones del general, me volví a ver en la cárcel o aprehendido por sedición o por espionaje; y hasta me vi fusilado por haber tenido intenciones intervencionistas. Todo esto pasó por mi mente, pero si no lo hacía, mucha gente iba a morir y todo por la ambición de unas cuantas personas inconscientes de sus actos.

Mis preguntas me llevaron a cuestionarme hasta dónde debía uno intervenir, yo sabía de las consecuencias de esta guerra ante la historia, y en los planos de la biblioteca del monasterio había leído que México estaba llamado a ser una gran nación, puente entre el norte y el sur de América. Había leído del papel de México en la historia y de lo que sus hijos gloriosos iban a realizar para hacer llegar al mundo una nueva esperanza de paz y de unión en el futuro. Esto que estaba gestándose no existía en los planes de México, por lo que no iba a resultar, lo que yo estaba tratando de hacer era evitar el derramamiento de sangre fuera el resultado de este monstruoso plan del general y sus amigos.

Muchas escenas se abrieron ante mis ojos... y yo tomé una determinación: si iba a fracasar, lo iba a hacer con el más limpio acto de que era capaz. Yo mismo iría a decirle al general lo que me había enterado y trataría de explicarle que su salud no lo resistiría y que muy pronto él moriría sin haber tenido la dicha de disfrutar una vida tranquila; que lo que él hacía realmente lo estaba haciendo por otros porque a él no le quedaba tiempo para disfrutar de lo que iba a conseguir, si acaso lo conseguía.

Fue una noche muy agitada. No pude dormir y en la mañana unos hombres me levantaron muy temprano porque me hablaban del cuartel, algo había pasado y me necesitaban de urgencia.

Al momento de llegar fui aprehendido y me condujeron en presencia del general, ahí estaba el hombre de sus confianzas, aquél a cuyo hermano yo había salvado del cólera, también estaba esposado y con la cabeza mirando al suelo. Rápidamente entendí todo, él le había contado al general del plan, ahora yo estaba también preso.

-Lo primero que me dijo el general fue- -Así que nuestro doctorcito tiene su espíritu de libertad muy exaltado y aire de mártir.

-¿Por qué lo dice mi general?

-No se ande por las ramas mi doctorcito, ya aquí nuestro fiel cabo García nos contó de lo que usted y el capitán González intentan hacer, pero me da risa lo ingenuo de ustedes, el capitán González fue asaltado antes de llegar a México; el pobrecito murió, de verdad lo siento.

De pronto todas mis pesadillas se hacían realidad.

-General, quisiera hablar con usted unos momentos a solas.

-¿Para qué? ¿va a intentar comprarme? ¿me va a pedir clemencia? ¿qué podríamos hablar usted y yo?

-Lo que voy a decirle es únicamente de interés para usted, a nadie más le importa.

-Ellos son hombres de mis confianzas –dijo señalando a los soldados.

Realmente no me quedaba ninguna carta, al parecer lo que yo tanto había temido la noche anterior estaba a punto de pasar.

-Mi general, tengo que decirle algo respecto a su salud, si usted gusta lo digo en voz alta.

-Está bien, está bien, déjenme sólo con este hombre.

El general tomó su arma y me pidió que me sentara, amarrado como estaba, frente a él.

-¿Qué es lo que tiene que decirme doctor? ¿qué me voy a morir?

-Su salud corre un grave riesgo, usted ya no debería de estar en estas cosas, lo que está haciendo lo hace para otros, no para usted, ¿Me entiende?

-Mire doctor. Tal vez usted no sepa que todos los soldados tarde o temprano tenemos que tomar una decisión. Vamos a morir en campaña, ninguno de nosotros espera morir cómodamente en una cama, nos hacemos a la idea de que alguien en algún momento va a dispararnos por la espalda. ¿Sabe lo que es eso?, no, no creo que lo sepa, usted estudió para poder salvar vidas, nosotros las quitamos cuando consideramos una buena causa, y la causa por la que yo peleo es una magnífica causa, ¿lo sabe?

-No mi general, no lo entiendo así, lo que usted hace sólo ocasionará más muertes.

-¿Quiere vidas?, ¿para qué?, ¿para que un político se eternice en el poder?, ¿para que una persona con ambiciones más grandes que lo que usted y yo pudiéramos tener juntos, llegue arriba al poder y pueda disponer de toda una nación para su propio beneficio?, ¿tiene sentido eso? Yo lucho por darle a esta tierra un nombre, una identidad, una nación. ¿No se da cuenta que somos diferentes?, la gente de aquí del norte somos diferentes a los del sur, ¿No se da cuenta? hasta tenemos rasgos diferentes, ellos son indios, nosotros somos distintos.

-No general, se equivoca, todos somos hombres, el color de la piel no quiere decir nada, por dentro todos somos iguales.

-Por dentro somos más distintos aún, pero no voy a discutir estos asuntos con usted.

-De todas formas general, a usted le quedan pocos meses de vida, en su lugar, yo trataría de disfrutarlos mientras puedo.

El general se quedó pensativo un momento mientras se volteaba a servirse un trago de bebida, después sonriendo en forma maquiavélica me contestó.

-¿Y qué cree que estoy haciendo? –Guardias, llévenselo.

Todos sabían que a los traidores se les fusila, así que yo di por terminada mi vida en ese momento. Llegué a mi celda, me encerraron con el soldado que me había delatado; a ambos nos fusilarían, seguramente ese mismo día. El lloraba desconsoladamente, tenía mujer y dos hijos. Tan pronto entré y me vio, me pidió disculpas, lo habían torturado y no pudo evitar delatarme.

Habían transcurrido aproximadamente dos horas de nuestra aprehensión, cuando se presentó el sargento Pérez. -Ustedes dos, vístanse con esto. ¡Rápido!. Nos había llevado unas ropas de campesino y unos sombreros. -Los voy a sacar de aquí.

Sin salir de la sorpresa nos cambiamos rápidamente y sigilosamente el sargento Pérez, al mando de un pelotón, nos llevó como si fuéramos prisioneros hacia otras celdas del cuartel localizadas en otra sección del mismo. Al llegar a ellas nos metió y la sorpresa fue mayúscula cuando nos dimos cuenta de que dentro de las celdas se encontraban más soldados disfrazados de campesinos y fuertemente armados. Según nos explicaron, la rebelión se iba a desatar muy pronto, y así fue.

Antes de que pudiéramos ponernos al tanto de todo lo que iba a pasar, los soldados vestidos de campesinos salieron de las celdas y a fuego y golpes tomaron el cuartel e hicieron preso al general. Otras tropas aprehendieron a ciertas personas influyentes de la ciudad que habían participado en los planes de la intriga, aunque dicen que muchos de ellos se escaparon o compraron su libertad.

Según nos enteramos después, el capitán sí había podido llegar a informar de la situación; y el sargento Pérez, que era un hombre de recta conducta y fiel a su capitán, había tomado el mando de la operación de rescate. Habían urdido un plan para que algunos soldados disfrazados de campesinos llegaran hasta el cuartel y se escondieran dentro de las celdas; así, en el momento indicado, ellos saldrían a libertar el cuartel. La mayor parte de los soldados desconocían los planes del general, por lo que no fue difícil convencerlos de que no defendieran una causa perdida.

Ya no vi al general. Tan pronto me vi libre tomé mis cosas más preciadas y traté de buscar nuevamente a mis antiguos amigos, los que años atrás me habían llevado a conocer el monasterio, a Pedro y a Martín.

Alonso


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