Reflexiones desde lo interno

Un espacio de reflexión sobre el mundo y la sociedad que todos formamos. Un espacio de crecimiento y aprendizaje. Un lugar donde podemos mirar desde otra perspectiva lo que a todos nos afecta. Un lugar para pensar en lo que trasciende.

Nombre: Alonso
Ubicación: Monterrey, Nuevo León, Mexico

Soy físico de profesión, aunque trabajo como consultor de empresas en el área de calidad. En este blog ustedes podrán encontrar cuentos, reflexiones, una novela (El Arte de Vivir) que escribí hace tiempo y que hasta ahora no se ha publicado así como las narraciones de Maite, una gran escritora que con sus palabras nos enseña a ver con el corazón. Mucho agradecería que tomen un tiempo para hacernos llegar sus comentarios a: alonsogzz33@hotmail.com Si desean contribuir con algún comentario o reflexión sólo mándenlo y nosotros con gusto lo incluiremos.

miércoles, octubre 11, 2006

El Arte de Vivir 13 (Novela)

EL REGRESO A LA CASA PATERNA

En el camino de regreso, después de haber recibido las lecciones del tercer principio del control de uno mismo, Philippe me dijo, -Pues bien, creo que ya es hora de que planeemos el viaje de regreso a tus padres. Mañana partimos y es preciso que hagamos antes una preparación de lo que llevaremos y haremos allá.

-Tu te quedarás con ellos, mientras yo aprovecho para viajar hacia la provincia de Martinica, allá tengo asuntos que me obligan a permanecer aproximadamente por treinta días, después regresaré y volveremos a vernos, y me dirás si aún aceptas venir conmigo o prefieres quedarte con tus padres.

-¡Por supuesto que yo me regresaré contigo! ¿por qué lo preguntas?, le contesté prontamente.

-Por nada, sólo te preguntaba, creo que estarás más preparado para contestarme cuando ya haya llegado el momento.

Seguimos caminando hacia la casa, casi en silencio. Llegamos y empacamos las cosas, mientras que el resto del día lo dedicamos a limpiar y dejar la casa lista para que pudiera permanecer segura por el tiempo que nos mantendríamos fuera. Como era algo rutinario, ya sabíamos lo que tenía que hacerse. No teníamos plantas de interior, teníamos un jardín al que Philippe dedicaba muchas horas para cultivar, pues tenía plantas de muchas regiones del planeta, todas ellas eran curativas y él decía que para tener toda su potencia disponible había que hablarles, había que dedicarles tiempo y sobre todo tratar que de alguna manera se identificaran con él.

Yo hacía lo mismo, y en verdad sentía como si algo dentro de mí creciera cuando les hablaba y les explicaba lo que íbamos a hacer con ellas. Yo estaba convencido que las plantas eran inteligentes.

Al día siguiente salimos para el pequeño pueblo donde había pasado mi infancia. No podía imaginar que los 30 días que Philippe había estimado, se iban a extender mucho más por causas ajenas a él. Era un largo viaje, lleno de paisajes, de encantos y lugares interesantes, de hecho el viaje que normalmente se desarrollaba en siete días, lo recorrimos en diez, porque no pudimos resistirnos a la tentación de acampar a orillas de un lago, al que patos y gaviotas le daban un tinte de sosiego y tranquilidad en verdad infinito.

Finalmente llegamos a la casa de mis padres y en cuanto me vieron, todos se abalanzaron sobre mí, me llenaron de besos y abrazos. A mí me dio mucho gusto. El recelo que sentía por el temor de que fueran a guardarme algo de resentimiento por haberlos abandonado se desvaneció y en su lugar quedó solamente una familia llena de cariño y amor hacia mí. Todas mis hermanas, ya más grandes de cómo las recordaba, más hermosas, me miraban como si mirasen a su bebé consentido.

Por largos minutos los llantos se mezclaban con las risas y los abrazos, me tomaban de la mano para enseñarme lo que mi padre había hecho con los corrales, con la casa, cómo mi recámara se había mantenido en espera de que yo algún día volviera y todo había sido dejado en el mismo lugar. Eso me partió el corazón y mi llanto se unió al de ellas.

A Philippe no lo vi, supe después que se despidió de mi padre y prometió regresar un mes después. Todo ese día fue en verdad un sinfín de relatos de todos estos años que yo me había perdido al permanecer lejos de ellos. Puedo decir que sus corazones se habían abierto y hasta donde pude captar, algunas de mis hermanas justificaban mi huida y culpaban en parte a mi padre por la decisión que yo había tomado. Me respetaban por haber tenido el valor de hacerlo y por verme ahora convertido en todo un hombre.

Nadie me preguntó por aquella misteriosa voz que me hablaba y que había sido la causante de todo lo que había pasado, pero sentía, que dentro de ellas, todas deseaban preguntarme.

Llegó la noche y con ella la calma. Me retiré a dormir. La misma cama que no había sido utilizada desde casi 2 años atrás, los mismos muebles, los mismos cuadros. Mis recuerdos brotaron por montones y con ellos las lágrimas, lloré y lloré abundantemente, el drama que había quedado atrás se reavivó y tuve que hacer esfuerzos infinitos para dormirme. Nunca imaginé que lo que la vida estaba preparando para mí llegara a tener tanta trascendencia para lo que vendría después.
Tal como las recordaba, las mañanas eran frescas. Mis hermanas estuvieron prestas a prepararme un pastel y una tarta como las que tanto me gustaban. En verdad que estaban encantadas de que yo hubiera regresado.

Muy pronto me fui uniendo a la vida rutinaria que se vive en las granjas. Pasé muy agradables ratos platicando a mis hermanas y a mis padres todo lo que yo había visto por los lugares a los que había viajado. Hasta mi padre, la mayor parte de las veces hosco y parco se acercó a oír mis comentarios acerca de lo que yo había hecho en estos dos largos años.

Por un buen tiempo todo fue algarabía y regocijo. Mi hermana mayor, Ross ya se había casado y tenía un hermoso niño que era el centro de su atención y de la de sus abuelos, pues vivían no muy lejos de donde nosotros estábamos. Por las noches yo buscaba un poco de soledad y me preguntaba qué es lo que había de malo en disfrutar de la armonía familiar, ¿por qué los Iniciados o preservadores de los misterios divinos no pueden hacer vida familiar?.

Philippe me había dicho que cuando el amor lo rodea a uno, la conciencia espiritual se va sumiendo en un halo de inconsciencia que es muy difícil de eliminar si no se tiene a alguien cerca que esté continuamente avivando la llama del interés. Yo no quería que eso me pasara, por esta razón yo volvía a mis meditaciones lo más frecuentemente que me era posible.

En una de esas tardes, mi hermana menor, Margaret, me preguntó, Miguel, ¿por qué no nos has contado nada acerca de lo que antes hacías? ¿qué pasó con ese don que tenías de curar a las personas? ¿lo tienes todavía?

¿Por qué me lo preguntas? -le dije.

-Llevas un mes con nosotros y aunque nadie te pregunta, yo sé que eso era algo muy importante para ti y ahora que estás de regreso, hay alguien que me interesa mucho y que se encuentra aquejado por una dolencia que nadie sabe como sanar. Tal vez tu podrías hacerlo.

-¿Quién es?

-Es Albert un muchacho que es mi novio. Tal vez lo recuerdes, su padre vive al otro lado de la colina y nos hicimos novios desde el año pasado, pero ahora él contrajo una enfermedad que lo tiene postrado en cama sin poder moverse, es algo que no es fácil curar según dice el doctor que lo ha visto. Le duele mucho la espalda y casi no puede mantenerse en pie, dice que se lastimó una vértebra cuando cortaba algunos árboles y ahora se desespera mucho porque no puede hacer nada, parece viejo, ¿tú sabes algo al respecto?

-Por lo que me dices, si parece que lo que tiene es una lesión en la columna vertebral, tal vez sí pueda hacer algo por él. Respecto a la voz, lamento decirte que ya no la he escuchado, el don ya no lo tengo, desde la vez que me fui de la casa dejé de tenerlo, no sé si consciente o inconscientemente me alejé de todo eso, pero Philippe, quién es médico me ha enseñado mucho de su arte de curar y puede ser que pueda ayudarlo ¿cuándo quieres que vayamos a verlo?

-Esta tarde si gustas.

La visita resultó muy provechosa, pues mi hermana me platicó lo que en mi familia había pasado desde que yo me había ido. Mi padre se había arrepentido de haberme tratado tan duramente, reconocía que me había forzado a irme y hasta le pidió perdón a mi madre por lo ocurrido. Todas mis hermanas lo culpaban de haber sido demasiado exigente y lo que antes era una familia muy conflictiva volvió a ser lo que era antes de mi nacimiento: una familia ejemplar con un padre que se preocupaba de todo y de todas.

El dolor de mi partida parecía haber vuelto las cosas a la normalidad, había, si acaso, una espina clavada en el corazón de todos, que tenía que ver con mi huida, pero todos estaban seguros de que yo regresaría algún día y confiaban que iba a ser para siempre. Me enteré que en lo profundo de todos ellos estaba la certeza de que yo no me iría de la casa otra vez.

Resultó sencillo curar al novio de mi hermana, un masaje al estilo de Philippe pudo enderezar la vértebra de Albert y el alivio fue inmediato, le recomendé que no hiciera esfuerzos grandes al menos en los próximos dos meses mientras sus huesos se acostumbraban a su nueva pero original posición, le di tranquilidad ya que su juventud y fortaleza seguramente lo sanarían en unos pocos meses. Esto volvió a revivir en el pueblo mi fama de sanador, aún cuando yo les insistía de que ya no tenía el don que me habían asignado.

-Volvió a aparecer una serie de vecinos que me buscaban por toda clase de dolencias y me vi forzado a trabajar como auxiliar de médico, yo les decía que no podría nunca sustituir el papel del médico del pueblo y a muchos de los pacientes los encaminaba hacia el doctor.

Mi vida con Philippe me había dado la prudencia para tratar de evitar la envidia o malos sentimientos de parte de médicos de pueblo quiénes llevaban más de 30 años tratando de curar a los habitantes. No hubiera sido bien visto que un muchacho de apenas 18 años pudiera saber más que él y sin haber ido a la escuela de medicina.

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