El Arte de Vivir 16 (Novela)
La llegada de Philippe, parecía haber sido planeada por el cielo. De haber llegado un día antes, mi partida con él hubiera sido inmediata; pero ahora tenía que pensar en el significado de lo que me había pasado con Bernardette. En verdad que todo se ponía por demás extraño.
Aún así, ver a Philippe me causó una gran alegría, volvía a revivir los momentos más felices de mi vida y su presencia fue tomada como una gran deferencia por el pueblo, pues al saber que era mi maestro, la veneración que empezaban a sentir por mí, se multiplicó hacia Philippe.
Yo observaba a Philippe, pues quería saber cómo era que él podía manejar tanto reconocimiento sin alterar en lo más mínimo su paz interior. Había algo que le permitía salir bien librado siempre que las personas le agradecían sus atenciones. Por más vehementes que fueran las gracias o por más honores que le remitieran, Philippe siempre les contestaba, no me den a mí las gracias, sino a Dios que ha permitido que esto pase.
Cuando le comenté ese hecho y lo que me estaba pasando, él me habló de una de las reglas del camino, - Aprende Miguel, que una de las reglas del camino de la segunda ley es que: Si todo está vivo y está unido, tiene por necesidad que estar unido con Dios. Es decir, que todo lo que ocurre está de alguna forma permitido por Dios. Pero como también Dios ha permitido que la perfección y la armonía existan en el universo, todo lo que tenemos que hacer es convertirnos en los conductores de esa perfección que Dios ha querido manifestar en su Creación. Así que después de todo, tú no has hecho nada, todo lo ha hecho Dios, ¿cómo entonces voy a poder sentirme grande, por algo que Dios hizo?.
-Pero Philippe, de no haber intervenido tú aquí, tal vez ellos no se hubieran curado, ¿no te hace sentir eso importante? ¿útil? ¿no altera tu estado de humildad que me has dicho es muy importante para el camino?
Philippe me sonrió, y me vio a los ojos tratando de escudriñar mi interior mientras encontraba una respuesta que pudiera ir hasta lo más profundo de mis dudas.
-Miguel, la importancia personal nace de la comparación que haces entre tu persona y la de los demás. Si te sientes grande te estás apartando de ellos, porque empiezas a pensar que eres más que ellos, eso te irá alejando de las corrientes místicas que nos unen a la humanidad y nos permiten ser sus portavoces ante el cielo.
-Por otra parte, si en tus comparaciones te sientes menos que ellos, entonces te deprimes y también tenemos que el ser se aleja de las corrientes de vitalidad que la humanidad como raza está emitiendo en todo momento y te conviertes en un caldo de cultivo para todas las enfermedades.
-Lo que debes hacer es compararte con Dios, sentirte pequeño ante él y darle gracias por tener estas manifestaciones de su grandeza ante nosotros los hombres.
Esa pequeña plática terminó por inclinar la balanza a favor de Philippe, me decidí a partir con él, recordé una y otra vez la tierna figura de Bernardette, su bello rostro cuando me miró a los ojos esa última tarde y me regaló el beso. Esa noche lloré y lloré, tenía que llorar, sentía que en cada lágrima que escurría de mis ojos, algo del dolor que me causaría la separación se iba transformando en valor.
Al día siguiente fui a buscarla y la encontré más delgada y un poco demacrada, no hubo necesidad de que le pidiera salir, ella salió tratando de leer mi cara.
De seguro adivinó rápidamente y sus ojos mostraron por primera vez una mirada que desde ese entonces no he podido apartar de mi mente. Era una mirada profunda, muy fuerte, que reflejaba la tristeza más honda que un mortal pueda experimentar, pero a la vez una resignación que tal vez surgía del hecho de sabernos diferentes, de saber que nuestras vidas estaban regidas por otros acontecimientos, no siempre decididos por nosotros. Me dijo que ya sabía de la llegada de Philippe, me dijo que ella lo iba a entender, que no me preocupara, que no le dijera nada, que ella ya lo había adivinado.
Pero yo tenía que decirlo, tenía que beber esa copa de veneno hasta la última gota, ¿de qué otra manera podía corresponder al valor de Bernardette?, ¿cómo podría estar a su altura si no hubiera sido capaz de abrir la boca?
-Una sola cosa te pido –me dijo Bernardette- dame un beso que me sirva de alimento para el resto de mi vida. Te quiero llevar dentro de mí en cada segundo de mi existencia.
Y la besé. Y en ese beso, el primero de mi vida, se me agotó el valor. El tiempo se detuvo, no hubo más pasado o futuro, por no sé cuánto tiempo sólo existió el presente. Yo la abracé, pero no para sentir su cuerpo, no, eso hubiera sido demasiado poco, la abracé para sentir su alma, y la sentí, porque de otra manera no podría explicar lo que experimenté en ese instante, la vida se presentó a sí misma.
Entendí el proceso de creación por el que vienen los seres humanos al mundo, entendí las fuerzas que nos impulsan a todos los seres a unirnos los unos a los otros. Vi a los gigantes cósmicos lanzarse al encuentro, en búsqueda de crear a otros planetas; percibí la vorágine de fuerzas que juegan en la creación y de las cuales nosotros sólo somos unos pequeños títeres sin voluntad para desafiarlas.
No éramos ya más dos personas amándonos, no, éramos un solo ser que por voluntad divina se había dividido en dos cuerpos para seguir aprendiendo más sobre la vida.
Nadie puede saber cuanto tiempo pasó, nadie puede saber siquiera lo que pasó; y de haber tenido conciencia plena de ello, estoy seguro que no podría ser explicado, no hay lenguaje que pueda expresar eso.
Nos habíamos transformado. Tanto ella como yo, nos habíamos convertido en otros seres. La mirada con la que se despidió de mí ya no reflejaba la tristeza que me había mostrado al principio, era otra, sólo me dijo. “Ahora sé que a dónde tú vayas, iré yo contigo”.
De alguna forma, yo también me sentía diferente, algo se había transformado dentro de mí. Pero no sería sino mucho tiempo después cuando Philippe me hablaría del misterio de la Iniciación sexual.
Al día siguiente partimos, Philippe y yo, de nuevo a la antigua casa de dónde habíamos salido tiempo atrás.
Reflexiones desde lo interno

<< Home