El Arte de Vivir 9 (Novela)
Las tardes con Philippe eran en verdad una delicia al espíritu. Tenía el don de poder convertir los pequeños e insignificantes momentos de la vida en algo lleno de encanto y magia. Recuerdo una ocasión en que trataba de explicarme la ley dos del universo. Estábamos caminando por la playa y llegamos hasta donde se encontraba varado un gran árbol que las olas del mar habían arrojado a la orilla.
-¿Ves este árbol? -me dijo- me servirá para explicarte lo que significa la ley dos del universo, algo que tiene atorados a muchos de los más grandes pensadores del mundo y filósofos de nuestro tiempo.
-Hace muchos años, cuando la Tierra se estaba formando, hubo una lucha entre las grandes fuerzas del universo. Debes saber que para que una creación aparezca en el universo debe de haber una lucha entre grandes fuerzas, de otra forma no puede haber creación.
-Cuando el universo se formó, no fue un hecho tranquilo o armónico como pudieras pensar, por supuesto que no, fue un hecho portentoso donde se conjugaron las más grandes fuerzas del universo que puedas imaginar, grandes astros moviéndose y chocando a temperaturas elevadísimas, girando a velocidades que no podríamos imaginar ni en nuestras meditaciones más aventuradas.
La Creación sí que debe haber sido un espectáculo digno de un Dios. Pero ¿sabes qué es lo más impresionante de todo esto? -me decía con voz susurrante mientras observaba al árbol que yacía bajo nosotros, sin voltear a verme.
-No, ¿qué? -le contesté.
-Dios no ha terminado. La creación sigue dándose aunque no la veamos, él sigue trabajando de manera misteriosa en alguna parte de este universo... Ja, yo sé que te estás consumiendo por preguntarme cómo sé todo esto ¿verdad?, pero yo no te dejo preguntar. Bueno, te lo voy a decir, no creas que soy insensible. Yo sé todo esto que te digo porque he visto a Dios crear. Y al decir esto su cara se tornó demasiado misteriosa, ausente diría yo, veía como a un lejano horizonte y recordaba cosas que seguramente había visto.
-Hace muchos años caminando yo por estas mismas playas con mi padre, él me pidió que viera a un árbol como éste y me hizo sentarme junto a él; me pidió que mirara, sin concentrarme, a una de sus ramas donde se acomodaban pequeños moluscos de esos que a manera de parásitos se van acumulando en todas las cosas que viven en el mar, y me pidió que escuchara con atención lo que iba a decirme -yo quisiera que tú hicieras lo mismo, tal vez veas algo como lo que yo vi.
Hizo que me colocara en posición cómoda enfrente del árbol, y me pidió que viera, pero sin enfocar mi atención, a una de sus ramas. Y empezó a hablarme: “Hace muchos años, cuando Dios creó al universo, su verbo fabuloso fue emanado y de él se derivaron los millones de creaciones que hoy pueblan el Universo, sus deseos fueron expresados en términos de luces, no de palabras. Lo que identificamos como lenguaje, para Dios sería algo demasiado tosco, sus deseos eran luces vertidas a la creación de una manera que después ha sido llamada “Oleadas de Voluntad”. Algunos dicen que fueron siete otros que fueron doce, lo importante no es cuántas fueron, lo importante es saber dónde quedaron los frutos de esas oleadas de creación".
-Se dice que en la primera oleada de su verbo, salieron cosas y seres que fueron quienes guiaron todo el trabajo de la creación, fueron creados sus auxiliares de todo el proceso subsiguiente.
-En la segunda oleada fue creada la Luz, porque sólo en ella podía el Señor crear el universo.
-En la tercera fueron creadas todas las cosas mayores del universo, entendiendo por esto a todas las fuerzas que gobernarían las cosas creadas. Por esta razón la Luz es superior a las fuerzas del Universo, por esta razón la Luz no sigue las mismas leyes que gobiernan a todas las creaciones. Y por esta razón existen seres, los auxiliares, o Elhoims que están fuera de toda dimensión imaginable, porque fueron sus ayudantes en el proceso y son quienes sostienen la luz del Mundo y de todos los mundos creados.
-De la cuarta en adelante, todo el resto del universo fue creado. Nadie se pone de acuerdo si fueron siete o doce las emanaciones originales, pero curiosamente todos coinciden en decir que en la última de estas etapas, Dios descansó al ver que su obra había sido buena.
Mientras Philippe decía esto, yo iba viendo algo extraño en el árbol que tenía enfrente, aunque era sólo una rama depositada por las olas del mar a la orilla de la playa, mis ojos habían dejado de verla como era y empezaban a ver cosas muy extrañas. Era como si de pronto estuviera viendo al árbol hecho semilla, en alguna tierra perdida, tal vez una isla, tal vez un estero, pero lo que yo estaba viendo era cómo el árbol crecía a su propio ritmo, cómo se iba llenando de ramas pequeñas y de corteza al principio.
Después, con el paso del tiempo, el árbol se iba convirtiendo a su vez en generador de nueva vida, iba siendo depositario de nuevas creaciones pues llegaban los pájaros y hacían entre sus ramas sus pequeños nidos; luego veía a las hormigas trepar por sus ramas y empezar a comer de sus hojas, vi que en eso había algo de dolor pero era necesario para que el equilibrio de la Creación se diera.
Vi cómo de pronto algo surgía dentro del propio árbol, como una necesidad imperiosa, algo que podríamos llamar el deseo de continuarse y que tenía mucha semejanza con la necesidad de procrear que sentimos los humanos.
Pero en el árbol era diferente, él sentía una necesidad de procrearse pero de una manera diferente, de alguna parte dentro de él surgía como una corriente de amor infinito, algo que lo empujaba a reventar sus pequeñas ramas en nuevas creaciones, pero no ya de otras nuevas ramas, sino de frutos.
Era como si de pronto surgiera de muy dentro del árbol un canto de alabanza, una corriente de armonía que enlazaba la tierra de sus raíces con las nubes que paseaban por encima de sus hojas, y las unieran entonando un canto místico y superior y de este enlace brotara la vida en potencia en forma de semillas.
Pronto el árbol se lleno de semillas que como racimos se dejaban caer por entre el follaje y el árbol se sentía realizado. Era como si de pronto todo él cantara y sintiera que estaba completo, que su misión había terminado. Con un mayor regocijo movía sus ramas, con mayor tranquilidad saludaba al nuevo día, cada mañana daba la bienvenida a las aves que optaban por anidar entre sus hojas. ¡Y así su vida se tornó más rica¡
Hasta que una vez vino un vendaval, sus ramas fueron estremecidas con fuerza, las nubes llenaron todo el horizonte y el agua dejó caer con una fuerza tremenda toda su furia sobre el tronco que sostenía la vida de tantas pequeñas criaturas, una voz muy dentro de mí o del árbol decía serenamente: “Paso a la Voluntad Divina” y entonces entendí que era Dios mismo terminando su trabajo, o continuándolo tal vez, -no sé-, una pequeña rama se desprendió del vetusto árbol y fue lanzada a la corriente que se precipitaba al mar con una furia incontenible y me di cuenta que estaba viendo a la rama que yacía a mis pies.
Poco a poco el silencio volvió a mi mente y mis pensamientos volvieron a tener la intensidad acostumbrada, mi respiración se tranquilizó y volví a ver a Philippe que sin mirarme estaba también absorto contemplando la rama a nuestros pies.
Yo me volví interrogándolo con la mirada, pero él se puso de pie y me pidió que continuáramos caminando. Minutos después sólo me dijo: -medita en eso porque lo que viste tiene que ver con la Ley número dos de Dios, cuando la hayas comprendido, la comentaremos y entonces será más rica nuestra plática.
Pasaron muchas tardes antes de que Philippe pudiera volver a tomar el curso de la conversación que habíamos tenido acerca de la ley dos del universo. Mientras tanto yo ya había meditado acerca de lo que para mí representaba la mencionada ley y sentía que estaba listo para abordar el tema, así que le pregunté al respecto.
-¿Cuándo vamos a volver a tocar el tema de las Leyes del Universo, Philippe?
-No sé, cuando tú ya estés listo.
-Creo que ya lo estoy, he estado meditando en eso y creo entender la parte importante de la ley.
-¿Que te parece si damos entonces un paseo por la playa nuevamente y ahí me explicas lo que has pensado?
-Perfecto.
Más tarde fuimos al mismo lugar donde habíamos estado platicando la última vez. Y donde yo esperaba encontrar la rama y empezar a explicar todo el proceso por el que había pasado, ahora se encontraba una escena totalmente diferente.
Al ver mi desconcierto de no poder encontrar la misma rama, Philippe me preguntó, ¿qué te pasa?, ¿esperabas encontrar lo mismo de aquella tarde? ¿no es precisamente la lección que vimos? ¿no dijimos que Dios no había terminado con su Creación y que él seguía creando?
Soltó una carcajada y continuó.
-Creo que aún no estás entendiendo el significado. ¿Estarás listo para continuar con la plática?
Yo me defendí, -Por supuesto que estoy listo, sólo quería explicarte con más detalle lo que había pensado, pero cualquier rama sirve para eso.
Y mientras buscaba una rama, Philippe dijo.
-Miguel, la vida sigue su curso de manera muchas veces caprichosa y a nosotros sólo nos toca ser los observadores atentos que puedan descifrar los misterios que Dios intenta transmitirnos a través de sus Creaciones. De hecho, ni siquiera sabemos si Dios desea entregarnos todos sus misterios, tal vez ni le interese, él solo cumple con su trabajo de crear, a nosotros nos corresponde cumplir con nuestro trabajo de trabajar.
Yo me detuve. ¿Cómo dijiste?, ¿Dios crea y el hombre trabaja?
-Sí, la Ley de Dios es Crear, la del hombre Trabajar.
-¿Cómo sabes eso?
-Esa no es la pregunta adecuada. Lo que debes preguntar es cómo es que lo descubrí. Y aún así, todo lo que puedo decirte es que los descubrimientos que vas haciendo en el camino, sólo tienen validez para ti que los descubriste, a cualquier otra persona le parecerán huecos. A menos que,,,
-A menos que ¿qué?
-A menos que medite y se vuelvan sus propios descubrimientos. Aún cuando pareciera que lo que te digo, tú ya no lo puedes descubrir; en realidad todo lo que extraes de tu propio ser son tus descubrimientos, así sea siguiendo pistas que yo te haya dado, o bien las hayas tomado de libros o de donde sea. Mientras sean extraídos de ti mismo, serán tus descubrimientos.
Mientras tanto yo ya había encontrado una rama y me disponía a explicar mi visión de la otra tarde, pero antes de que hablara, me interrumpió.
-Antes de que empieces a platicar de todo lo que viste, permíteme preguntarte algo, ¿Qué representa para ti la Ley Dos del Universo?
Eso cortó mi inspiración. -Bueno, lo que yo entiendo es que Dios ha creado a un universo que se sustenta a sí mismo y que sigue evolucionando, siempre cambiante, siempre en movimiento, y eso se refleja en que las cosas nunca las podremos encontrar iguales, como la rama que yo ingenuamente quería volver a ver en el mismo lugar.
-La rama estaba en el mismo lugar, sólo que no la viste -me contestó Philippe-.
-No puede ser.
-Estaba bajo una montaña de arena, pero ahí estaba. Si la hubieras querido encontrar sólo bastaba que hubieras sacado un poco de arena y la hubieras vuelto a ver. Pero continúa, por favor.
-Está bien, lo que yo vi aquella tarde fue a un árbol que mantenía la vida de muchos seres y que dentro de él surgía la vida y el deseo de procrear, algo que creo se parece a la necesidad del hombre de hacer el amor y tener hijos, esa sensación me pareció extraña. Luego vi cómo la rama se desprendía del árbol, y después de un largo camino venía a caer justo donde la encontramos. Para mí eso representa la intención de Dios de seguir la creación, de seguir haciendo vida.
-¿Qué pensarías si te dijera que la verdadera intención de esta ley es explicar que la vida surge del enfrentamiento de dos fuerzas contrarias?
-No te entiendo.
-¿Recuerdas lo que te expliqué en las primeras leyes?, que en principio, el universo es como una gran esfera dentro de la cual nos movemos y vivimos. Te expliqué que la ley uno representa a la vida, nos dice que todo lo que existe tiene vida y está unido al Creador.
-Eso lo entendiste fácilmente, pero ahora que llegamos a la ley dos, yo te digo que cuando dos grandes fuerzas contrarias se complementan tenemos la manifestación de nueva vida.
-¿No hace falta un hombre y una mujer para poder crear a otro ser humano? ¿no es verdad que sólo cuando la luz se mezcla con las sombras aparece la penumbra? ¿no te parece que sólo cuando la semilla es plantada en la Tierra puede surgir el árbol, o cuando el cerillo toca la superficie rasposa de una cosa se puede encender y producir la llama que alumbra? ¿no se requiere la cera y el pabilo para que puedas tener la luz que te alumbra en las noches?, etcétera, etcétera. La vida sigue su curso pero en verdad te digo que todo lo que ves no es sino en realidad un mundo de fuerzas actuando y trabajando siempre buscando crear y crear. ¿No ves a Dios dentro de ese gran propósito?
-Pues, ahora que lo dices, sí, me parece muy extraño, e interesante. Pero entonces, si hay dos fuerzas trabajando en el mundo, ¿cómo es que no las vemos, tan fácilmente?. ¿Por qué eso no se enseña en la escuela?
-Sí lo hacen, recuerda a los imanes, siempre son dos polos, unos se repelen y otros se atraen. También te explican que los planetas giran alrededor del Sol, que hay dos fuerzas, la centrípeta y la centrífuga, ¿si lo viste en la escuela, o no?
-Creo que sí, pero no me dijeron que fuera una ley de Dios.
-Si es una ley de la naturaleza, entonces es una ley de Dios. Recuerda que la manifestación de la voluntad divina son las leyes de la creación.
-¿Qué más explica esta ley? –pregunté a Philippe-
-También te explica por qué los seres humanos somos tan diferentes. Si todo lo que existe se puede explicar como fuerzas actuando, dichas fuerzas también actúan en los seres humanos. Esa misma ley trabaja dentro de nosotros. ¿Cómo crees que mantenemos la temperatura del cuerpo?
-No sé -contesté.
-La comida le permite al laboratorio del cuerpo mantener la temperatura deseada y sólo se desestabiliza cuando hay algún desequilibrio dentro de él, entonces, la lucha de los microorganismos defensores del cuerpo contra los invasores de una infección se manifiesta como alta temperatura del cuerpo y es lo que reconocemos como enfermedad. Las fuerzas se desequilibraron, las internas y las externas, las tuyas del cuerpo y las que ingresaron en él. Pero gracias a uno de los principios, que después te explicaré, todo tiende hacia el estado de equilibrio entre las fuerzas participantes, el cuerpo busca restablecerlo hasta que se cura o se muere.
-¿Qué principio es ese?
-Se llama el principio del equilibrio. Todo en la naturaleza tiende al equilibrio entre las fuerza que actúan. Lo que explica en pocas palabras es que todo lo que existe tenderá a buscar el equilibrio entre sus partes actuantes, de una manera o de otra. Esto es algo que es más que evidente por eso no es una ley, sino más bien un principio que respetan todas las leyes.
-Pero creo que eso te lo explicaré más adelante, por ahora vamos a dejar aquí la plática para continuarla en otra oportunidad.

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