Reflexiones desde lo interno

Un espacio de reflexión sobre el mundo y la sociedad que todos formamos. Un espacio de crecimiento y aprendizaje. Un lugar donde podemos mirar desde otra perspectiva lo que a todos nos afecta. Un lugar para pensar en lo que trasciende.

Nombre: Alonso
Ubicación: Monterrey, Nuevo León, Mexico

Soy físico de profesión, aunque trabajo como consultor de empresas en el área de calidad. En este blog ustedes podrán encontrar cuentos, reflexiones, una novela (El Arte de Vivir) que escribí hace tiempo y que hasta ahora no se ha publicado así como las narraciones de Maite, una gran escritora que con sus palabras nos enseña a ver con el corazón. Mucho agradecería que tomen un tiempo para hacernos llegar sus comentarios a: alonsogzz33@hotmail.com Si desean contribuir con algún comentario o reflexión sólo mándenlo y nosotros con gusto lo incluiremos.

jueves, diciembre 21, 2006

El Arte de Vivir 41 (Novela)

El Mensajero Espiritual

Una tarde, mientras estaba tratando de escribir una carta a mis familiares en Inglaterra, un hombre muy alto entró por la puerta del frente y sin saludar a los que estaban presentes se dirigió hasta mí que me encontraba en el cuarto que me habían asignado y cuya puerta quedaba en línea con la del frente; penetró en el cuarto de una manera por demás directa y sin mayores protocolos. Los niños de Martín quienes estaban hablando animadamente segundos antes, callaron, y ni María ni Martín que estaban en la sala platicando se inmutaron, casi puedo afirmar que no lo vieron.

Cuando llegó hasta mí, me di cuenta que era la misma figura que yo había soñado o visto en mi meditación la noche anterior a mi encuentro con Martín, aquél que me había anunciado la decisión de Papa Mayo de que tenía que venir a encontrarlo en Querétaro.

Me dijo, sin saludarme, que Papa Mayo decía que ya era el tiempo para que la misión comenzara, me entregó un papel y desapareció como vino; se fue por la puerta de la misma silenciosa forma como había entrado, ni Martín ni María voltearon a verlo; los niños lo siguieron con la mirada pero no hicieron ningún comentario, tal parecía que para ellos esas cosas fueran muy normales.

Cuando miré el papel que me había dado, observé que tenía unas líneas grabadas en inglés, eso me extrañó sobremanera. Decía: “Miguel, ya has cruzado el umbral de la misión que te separa de la tercera prueba, de hecho estás ya experimentado la tercera prueba. Tienes que ayudar a los niños de Martín, ellos necesitan de ti la fuerza y el valor que tú has acumulado, ellos están a punto de pasar por una Iniciación de Valor y tú has sido designado por Dios para ayudarlos a pasarla. Para ellos representa la oportunidad de escogerse entre aquellos que tienen el derecho de penetrar en los cielos del espíritu; para ti representa el derecho de poder regresar al monasterio. ¿Recuerdas cómo llegaste hasta aquí? Martín y Pedro te trajeron; ahora tú tendrás que llegar hasta aquí con los dos niños, pero ellos tendrán que pasar algunas pruebas para que puedan lograrlo. Tú serás su guía, si llegan, todo terminará felizmente; si no llegan, tanto ellos como tú tendrán que esperar a otra mejor oportunidad para seguir el camino que ahora se abre a sus ojos.

Yo me quedé impactado por lo que decía el papel, de hecho tenía muchas preguntas en la mente y no sabía que hacer; me paré tan pronto pude recuperar la calma y le pedí a Martín hablar con él a solas por un momento.

Platicando con Martín acerca de sus hijos, él me comentó que ya se lo esperaba y que le daba mucho gusto. Me contó una historia de cuando él y su esposa estaban a punto de casarse: un anciano sacerdote franciscano les dijo que su vida matrimonial iba a tener una serie de eventos que la harían diferente.

-Nos comentó que estábamos llamados a hacer algo grande, a prestar un servicio muy especial a Dios. Cuando le pedimos que nos dijera qué servicio, él nos comentó que Dios quería que trajéramos a dos de sus hijos predilectos al mundo y que ellos estaban llamados a cumplir con una gran misión en la Tierra. Nos anunció que llegado un cierto momento, Dios los reclamaría para su servicio y que nosotros no debíamos interrumpir sus caminos, pues para eso llegaban a la Tierra. Pero también nos dijo que no los perderíamos, que tan solo iba a ser una separación temporal.

-Desde entonces mi esposa y yo siempre hemos estado haciendo mucha oración para no permitir que nuestras decisiones desvíen a nuestros hijos del camino que tiene Dios para ellos. Sí, nos llena de angustia saber que ellos van a estar separados de nosotros, pero ¿quiénes somos nosotros para juzgar las decisiones de Dios?. Además ellos desde que nacieron pareciera que hablan con los ángeles en todo momento, mencionan frecuentemente que el tiempo se acerca; y están más preparados que nosotros para este momento”.

Cuando estábamos platicando, María, su esposa, se acercó con cara preocupada, sus ojos negros eran muy expresivos y denotaban preocupación. Sólo preguntó: ¿ya es la hora?

Martín la tomó del brazo y la hizo sentar junto a nosotros.

-Sí María, Miguel me está contando que acaba de ser visitado por un enviado del monasterio y le anunció que tiene que partir con los niños.

María se llevó el rebozo a los ojos y dejó escapar una exclamación de sorpresa.

-¿Qué le dijeron Sr. Miguel?

-Que ellos tenían que partir conmigo hacia el monasterio y que teníamos que pasar algunas pruebas de valor para llegar.

-Pero no te preocupes, -dijo Martín-, Miguel es la mejor persona con la que ellos pueden contar para ser asistidos en su viaje. No te preocupes mujer.

María ya no habló, tan sólo se abrazó de Martín y se puso a llorar en silencio.

-No sé cuando tengamos que partir, yo esperaré a que estemos todos mejor preparados. Eso les dará tiempo para pensar bien las cosas y prepararnos lo mejor posible para que las cosas salgan bien.

-Tenemos que irnos pronto -dijo una voz desde la sala, eran los niños quienes habían estado escuchando todo desde atrás de la puerta- -hay ciertas cosas que en este momento son favorables y que si nos tardamos no podremos aprovecharlas.

-Acérquense, -les pidió Martín– ¿Qué tanto saben ustedes de esto que acaba de pasar?

-Nosotros ya sabíamos que el Sr. Miguel nos iba a ayudar a llegar a donde tenemos que ir, nos lo dijeron en un sueño.

-¿Y por qué no lo dijeron antes?

-Pues porque hay muchas cosas que nos piden que no digamos. Dice el ángel que cuando uno dice las cosas antes de lo que se debe, se generan muchas ideas equivocadas en las cabezas de las personas que no debían saberlo, y eso afecta las energías que deben mantenerse en armonía para que todo salga como Dios quiere.

-¿Qué más saben?

-Pues que el Sr. Miguel es una buena persona que nos va a ayudar, y que tenemos que ir a un lugar donde nos van a enseñar muchas cosas para que podamos cumplir un trabajo que Dios nos va a pedir que hagamos cuando tengamos más edad. –Es una escuela -agregó el más pequeño, Agustín.

-¿Tú también sabías todo esto Agustín?

-Sí papá.

-Agustín, es el que más habla con el ángel, yo nada más veo las cosas, pero Agustín es el que pregunta y me dice después todo lo que hablaron –comentó Ricardo, el mayor.

-¿Y ustedes quieren ir?

-No se trata de querer ir papá. Se trata de que Dios nos pidió que lo ayudáramos. No creo que debamos decir que no - respondió Ricardo.

-A nosotros nos gustaría quedarnos con ustedes, los queremos mucho, pero si Dios nos está pidiendo que lo ayudemos, nadie podemos negarnos, ustedes nos lo han dicho –agregó Agustín.

-Si tienes razón, Agustín. ¿Entonces cuándo dicen ustedes que deben partir? ¿y por qué dicen que hay ciertas cosas favorables que los obligan a irse ahorita?

-A mí me lo dijo el ángel anoche –respondió Agustín.

-¿Qué te dijo?

-Que mañana era el día y que teníamos que irnos de noche, porque era el mejor momento para las cosas que íbamos a hacer.

-¿De noche? –preguntó María asustada.

-Mami, no te preocupes, Diosito nos cuidará, no te preocupes.

La conversación se había vuelto demasiado familiar por lo que yo opté por retirarme y con la excusa de tener que hacer algunas cosas los dejé que hablaran a solas, como debía ser. Los eventos me habían impresionado mucho y la verdad tenía que poner en orden mis pensamientos.

Por mi parte sabía bien que las pruebas de Shamballa eran pruebas en toda la extensión de la palabra. No me podía confiar, y una cosa era tener que pasar una prueba yo solo donde el único afectado soy yo, y otra muy diferente es tener que llevar a un par de niños a pasar la prueba. También sabía lo inútil que es tratar de sentarme a pensar cómo iba a ser la prueba, la verdad es que hasta ahora los acontecimientos siempre me sorprendían por más que intentara intuirlos antes. Entonces, no me quedaba otra cosa que tranquilizarme y buscar entrar en mí mismo para poder tener un poco de fuerza interna y a la vez serenarme antes de la partida.

Armonicé mis respiraciones con las palpitaciones de mi corazón, y poco a poco estas pudieron tranquilizarse hasta el punto de que me sumergí en una profunda meditación en donde tuve claramente una visión: Observaba un bello paisaje campirano donde había personas cosechando maíz, las nubes estaban muy blancas y contrastaban con un cielo increíblemente azul; un arroyo corría alrededor del sembrado y las personas cantaban mientras trabajaban. La imagen se acercó y distinguí que entre ellos se encontraban los dos hijos de Martín y María, ellos eran los que guiaban a estas personas; se les veía como dos personas muy altas y de gran brillo interior. De pronto, una tormenta se acercó, y todos empezaron a correr a resguardarse bajo los árboles. Repentinamente, un rayo cayó sobre el árbol en el que se encontraban resguardadas varias personas, todas salieron disparadas y cayeron heridas, los dos hijos de Martín se abalanzan rápidamente y empezaron a ayudar a los heridos; con esfuerzos los subieron a una carreta y enfilaron hacia el pueblo para tratar que un doctor los ayudara.

La imagen cambió, y luego vi a los mismos dos muchachos ya ancianos y reunidos en torno a una familia, ellos estaban al centro y despidiéndose; los demás, al parecer sus hijos, estaban llorando, pero una gran entereza parece animarlos, es como si estuvieran anunciando algo que van a hacer. Ellos se pararon, les dieron un beso y abrazo a todos y después salieron afuera de una hacienda, subieron a una carreta y los vi perderse en el horizonte. Una voz me dijo que ellos van hacia el monasterio y que se estaban despidiendo de todos sus familiares. La imagen retornó a la casa de donde salieron y veo a uno de sus hijos mayores decirle a sus propios hijos, acaban de ver partir a sus abuelos, recuérdenlos siempre porque ellos eran dos ángeles que bajaron del cielo para ayudarnos a vivir mejor.

La visión se desvaneció y me di cuenta de que estos dos muchachos que iba a acompañar en su travesía estaban llamados a ser grandes guías de familia y proveedores de luz para toda una generación. Lo que había visto era el futuro de ellos.

Me di a la tarea de arreglar mis cosas y mientras lo hacía no dejaba de pensar en todos aquellos que había dejado atrás. ¿Por qué será que siempre que tengo que pasar por una prueba la nostalgia se apodera de mí?, ¿Estaré todavía temeroso de que el camino que he tomado en mi vida sea el correcto?, no se por qué pasa esto, pero lo que sí es cierto es que me encuentro algo nervioso, pues es la primera vez que voy a ser responsable de lo que pase a estos dos niños que me van a acompañar.

Poco después de la medianoche estuvimos listos para partir. Ricardo el mayor, se mostraba seguro y confiado, él era el que representaba la serenidad y la madurez del hijo mayor; Agustín el pequeño, sonreía y parecía que para él era una aventura más como salir a jugar al campo.

El hecho de que yo era doctor tranquilizaba un poco a María que pensaba en las picaduras de insectos y en los animales salvajes. Yo la tranquilicé diciendo que no nos desviaríamos de los caminos conocidos y que sólo por esta noche íbamos a viajar oscuro, que ya mañana íbamos a recorrer todo el resto del camino de día.

La otra gran preocupación eran los asaltantes, pero contra eso no tenía mucho que decir, pues a mí mismo me habían asaltado, así que sólo podíamos confiar en que Dios nos protegería.


Alonso

Ahora el corazón está abierto

Cuando el corazón se abre y permanece abierto de par en par se siente vulnerable

Como un ojo abierto que todo lo ve, y que no puede cerrarse, viendo acercarse hacia él ilusiones en forma de amenazas que lo hacen sentir temeroso por el posible impacto y dolor…

Pero no es más que ilusión, porque en verdad hay una luz envolviendo el ojo, envolviendo ese corazón abierto, una luz de amor que transforma todo aquello que pudiera hacerle sentir amenazado

Y el corazón siente y el ojo ve….

Y cuando el corazón tiene miedo quiere huir

Y a qué le teme el corazón...?

Al dolor

Cuando el corazón tiene el recuerdo de haber sentido el dolor en algún momento de su existencia cualquier situación que le recuerde remotamente ese momento, ese instante, ese dolor, es motivo de que quiera salir huyendo, disparado hacia cualquier otro lugar de la galaxia, lo más lejos posible

En esos momentos no hay ni siquiera un rumbo preciso, no hay un propósito concreto, sólo quiere huir del dolor…

Pero no hay manera de huir ya más

Porque el dolor sólo requiere comprensión

Cuando se comprende, no con la mente sino con el corazón, entonces se acepta… y no hay dolor, hay aceptación, es decir, hay descanso, hay paz, hay confianza…

Tal vez en el proceso haya tristeza y lágrimas, pero si permites que esta vez el corazón no huya más entonces llegará la luz del amor y lo envolverá todo y ya nada será igual

En donde permanecía un dolor guardado por tiempos quedará un espacio lleno de luz esperando nuevas experiencias, nuevos momentos, nuevos amores, nuevas cosas…para tu vida

El corazón abierto se ve tan vulnerable...

Pero, recuerda siempre, que tu corazón está siempre custodiado si lo haces uno con el Gran Corazón

El ojo que todo lo ve ha visto entonces la transformación y eso queda impreso por siempre en los archivos del alma

Ya no más miedo
Ya no más dolor
Ya sólo confianza en la vida y en el amor…

maite

martes, diciembre 19, 2006

El Arte de Vivir 40 (Novela)

EL VIAJE DE REGRESO

Así terminó una de las etapas más fuertes que he tenido en mi vida. La agitación y la emoción de estar a punto de terminar mi vida sin cumplir una misión me habían llevado a un estado de excitación muy lamentable. Todo lo que deseaba era poder regresar a la vida del monasterio donde tantas veces había estado extasiado contemplando la luz de las estrellas y preguntándome si podía haber un goce más alto que ese en la vida de cualquier mortal.

Yo sentía que todo mi ser se encontraba alterado, sabía por las reglas del monasterio que en esas condiciones no podría regresar a mis actividades antiguas, sabía que tendría que pasar por etapas de armonización interna antes de pretender llegar hasta el monasterio; pero nadie mejor que ellos para darme esos tratamientos tan importantes. Así que enfilé mis pasos para llegar hasta la ciudad de León donde vivían mis dos antiguos y fieles amigos.

Caminaba y cabalgaba ayudado por campesinos que se ofrecían de buen grado a llevarme. Me di cuenta más que nunca de la nobleza de la gente, por todos lados encontraba personas dispuestas a ayudar y a entregarme con confianza su amistad. Yo me sentía muy cansado para poder discutir con ellos sobre temas de importancia, pretendí ser alguien que andaba en busca de llegar a la capital y que requería llegar primero a donde estaban mis amigos en León. Yo me dejaba atender disfrutando de la sencillez de los habitantes de México.

En una de mis paradas, cuando estaba a punto de dormirme en una granja a la que había llegado, tuve una visión: Entre sueños observé a una gran figura acercarse, era alguien muy alto cuya silueta se recortaba a la luz del crepúsculo, llevaba sombrero y vestía como capataz de hacienda, su gesto, aunque obscurecido por el contraste que ofrecía con la tenue luz del atardecer a sus espaldas, parecía el de alguien bastante severo. Su presencia irradiaba fuerza, algo que no había sentido desde que había dejado el monasterio.

-Miguel -La figura habló con una voz que inspiraba autoridad, retumbaba en mis oídos pero sin despertarme del todo, parecía como si estuviera sumido en somnolencia por efecto de alguna droga. No puedes regresar al monasterio, Papa Mayo tiene para ti otro trabajo, tu misión en la Tierra no ha terminado, busca a Martín en Querétaro, ahí te dirán más instrucciones. La figura se desvaneció antes de que pudiera yo preguntar nada. No había dudas, lo que había visto había sido un mensaje de Papa Mayo, así que tenía que ir a Querétaro.

Mi estado de ánimo cambió, aunque por una parte me sentía cansado, por la otra sabía que el simple hecho de estar en contacto con espíritus del monasterio ya me daba al menos la confianza de que no me habían olvidado. Era como si de pronto recordara todo lo que había pasado, como un simple trabajo, que había sido duro, pero que yo aún pertenecía al grupo de trabajadores de la luz. La visión me había llenado de esperanza y de valor, aunque seguía sintiendo el estado de tensión que me había dejado el trabajo.

A la mañana siguiente le informé al granjero que me había alojado en su casa, que mis planes habían cambiado, que durante la noche había meditado y pensaba seguir a Querétaro, eso significaba cambiar la dirección a la que me había estado dirigiendo. Él me dio indicaciones de cómo llegar, además de que su esposa me preparó unos exquisitos tamales para el camino.

Tomé el camino a Querétaro y con la ayuda de un caballo que me regaló el granjero en pago a la consulta que le hice a uno de sus hijos, me dirigí hacia la ciudad de Querétaro por donde me había indicado.

No bien había empezado a llegar a los linderos de dicha ciudad, tres hombres de aspecto sospechoso se acercaron y me preguntaron que a donde me dirigía. Sus caras parecían decir claramente sus intenciones, les hice ver que no tenía posesiones y que no contaba más que con el caballo y la ropa que llevaba puesta, por lo que no podrían obtener nada de mí. Ellos empezaron a burlarse de mi aspecto y de mi cara, decían que parecía criatura de maíz, por mi piel más blanca que la de ellos. Me pidieron que descendiera de mi caballo y que me quitara mis botas, tomaron mis cosas y se fueron como si nada hubiera pasado. Ahora me encontraba realmente desamparado, sin conocer a nadie, sin caballo y sin botas, tampoco tenía comida, y sólo sabía que debía encontrar a Martín.

Me senté a orar junto a un pequeño árbol que había en el camino, me sentía lleno de inquietudes, todo parecía estar en contra de mí. Mi mente se preguntaba qué era lo que estaba pasando, habría sido verdad la visión que había tenido la noche anterior, realmente había sido una visión enviada por Papa Mayo, o habría sido alguna fuerza inspirada por influencias negativas.

El hecho de ya no estar yo bajo la protección del monasterio me ponía en contacto con otras influencias, y yo había escuchado historias de algunos trabajadores que habiendo estado trabajando en misiones, habían confundido los mensajes del monasterio con otros inspirados por las fuerzas negativas y habían pagado muy caro sus equivocaciones. Yo requería la tranquilidad que sólo en las oraciones se puede lograr, decidí que si iba a entrar en otro trabajo o a completar el mismo, necesitaba de toda mi fuerza interior, y la única forma de conseguirla era a través de la meditación profunda.

Así que me sumergí lo más que pude en la visión que yo tenía del monasterio y tuve la clara sensación de estar entrando en la capilla de oración donde siempre se encontraban monjes meditando. Los vi y ellos también me vieron, les hice ver que necesitaba ayuda y dos de ellos me envolvieron con su fuerza mental, perdí la conciencia. No recuerdo más voces ni imágenes, sólo recuerdo que cuando desperté me encontraba en una cama cómodamente cubierto de almohadas y con una temperatura agradable, cuando abrí los ojos me di cuenta que estaba en una casa muy tranquila y que era de día, debía haber dormido toda la noche y seguramente alguien me habría encontrado y me habría ayudado. En eso estaba cuando Martín entró sonriente trayendo una charola con chocolate caliente y algunos panecillos.

¡Buenos días Doctor!. ¿Cómo se siente?

-¡Martín!, ¿pero cómo....?, bastante bien, ¿cómo llegué aquí?

-Los caminos de Dios son largos y misteriosos, pero no son asesinos; así que uno de esos caminos me llevó hasta donde usted estaba.

-¿Cómo es que no me desperté?

-No lo sé, pero entre tres tuvimos que cargarlo y colocarlo aquí, no está usted muy pequeño para que yo pueda hacerlo solo; pero ya ve que en estos caminos uno nunca está solo. Esta es su casa, aquí vivo con mi familia.

-¿Pero esto es Querétaro, no vivías en León?

-También allá vivo. Recuerde que nuestra misión es estar donde a uno lo necesitan. Somos los que servimos a los que sirven en el mundo, nuestro trabajo es muy gratificador y da gusto saber que podemos ser de utilidad a los que hacen posible la misión de Dios en la Tierra.

-Yo ayer tuve una visión, soñé o me...

-Sí lo sé, pero creo que será mejor que descanse un poco, ya tendremos tiempo de hablar más adelante; por ahora conviene que descanse y disfrute de un buen baño caliente y de un buen desayuno.

Estar con Martín me ayudó a volver a ponerme en contacto con la atmósfera del monasterio, el simple hecho de poder platicar de las cosas de Dios me restableció bastante bien. Cada vez que yo le hablaba de la misión que me habían anunciado, él me cambiaba el tema y me decía que antes de pretender tomar otra misión, necesitaba restablecerme al punto de poder sentirme otra vez con mis energías completas y con una excelente salud.

La esposa de Martín resultó ser una muchacha muy agradable e igualmente espiritual, nunca supe si ella también estaba enterada del trabajo misterioso de su esposo, o si en verdad era su esposa e ignoraba todo lo relativo al monasterio y a la ocupación de su admirable compañero.

Siempre que intentaba hablar con ella para agradecerle lo mucho que me habían ayudado sus comidas, ella bajaba la vista y sólo contestaba con monosílabos a mis preguntas. Martín decía que ella era una buena mujer, pero que hablaba muy poco. Tampoco me quiso decir qué tanto sabía ella de lo que nosotros hacíamos, tenía dos niños que frisaban los 10 y 12 años, muy inquietos pero con una aureola de santidad que les daba un cierto aire de ajenos a este mundo, jugaban como todos los niños pero eran muy serios cuando hablaban de las cosas de Dios, sus ojos parecían brillar y se perdían en recuerdos o visiones muy lejanas cada vez que se tocaban temas de Dios o de ángeles.

En la casa de Martín había también otras personas que se reunían con él para platicar, eran vecinos que al parecer tenían mucho tiempo de conocer a Martín, pues hablaban frecuentemente de tiempos pasados; eso me confundía aún más, pues yo estaba seguro de que Martín no vivía ahí, sino que se había mudado no mucho tiempo atrás. Sin embargo estas personas eran bastante congruentes en su comportamiento y me invitaban a tomar con ellos algunas cervezas o bebidas que ellos inventaban. No podía decir si pertenecían a la misma organización que nosotros, pero sin duda eran gente buena y digna de la mayor amistad.

Por mi parte decidí ocupar mi tiempo en restablecerme lo mejor que pude como me había aconsejado Martín, que parecía estar esperando algún tipo de señal antes de decirme cualquier cosa relativa a mi nueva misión.

Así pasaron varias semanas donde yo disfruté de su compañía y hasta subí algunos kilos de peso gracias a las comidas tan sabrosas y nutritivas que María, la esposa de Martín me preparaba.

Alonso

Nos dirigimos a una culminación

Nos dirigimos a una culminación, una de las muchas que forman nuestras vidas, pero, aún sabiendo que cada una se siente especial, quiero decir que ésta se siente “realmente especial”

Ha sido un tiempo de elegir, de atreverse a, de romper limitaciones, que nos ha permitido expandirnos más en todas direcciones como seres grandes, majestuosos, de amor, ilimitados, multidimensionales…

Hemos integrado mucho y nada es igual y nada es lo mismo, todo es mejor, más grande en cuando al valor de su esencia, a los componentes que no se ven pero se reconocen, a la sustancia que lo conforma…

Por momentos la pesadez en cuerpos y mentes hacía que pareciera imposible dar un paso o manifestar cualquier cosa, pero vencimos también eso a cada paso que dimos y a cada diferencia que con ello manifestamos

Y aquí estamos!!!

Se siente poderosa la luz que ha entrado y continúa llegando y fusionándose con nuestra luz, haciéndola más potente, más pura, más sutil, aumentando su calidad, su frecuencia, su alcance

Al tiempo cada vez más tierra, más madre, más amor, más entrega, más “dar”, más compartir, más realizar, manifestar, hacer, cumplir…

Como un cóctel que estuviera en las manos de Dios en su coctelera dorada, ya completada su mezcla, a punto de ser servido…

Todo casi listo…

Esperándonos…

Para manifestar lo impensable, para recibir lo inimaginable, para llenarnos más allá de lo que alma pueda rebosar

Para instaurar cambios en nuestras vidas, cambios profundos y buenos que, aún siendo algo nuevo que ni conocemos ni sospechamos, es el fruto de la elección de cada uno de nosotros a cada momento, de la elección más profunda y verdadera

Todo listo

Falta poco…

maite

viernes, diciembre 15, 2006

Compartiendo otro momento sagrado

Fue en el mismo viaje a India, esta vez en Nepal, cerca de Kathmandú, después de estar en el punto más alto desde donde puedes ver y respirar las sagradas montañas de los Himalayas, un sentimiento que no puede compararse a nada conocido sino sólo a un recuerdo bien guardado por tiempos eternos en las memorias ancestrales del alma, en el cofre sagrado de los secretos del corazón…

En contemplación y agradecimiento infinito

Con el corazón y el alma expandidos…

En otro lugar, relativamente cerca, se encuentran Ganesa y Tara conformadas perfectamente de forma natural en piedra

Saliendo de la montaña, formando parte de ella…

Así se han hecho, con la naturaleza y el espíritu como escultores, se muestran dignas, bellas, hermosas…

Su grandeza…

Y entonces supe, en mi corazón y para siempre, que la dignidad viene de un corazón puro y limpio

No hace falta forzarla o aclamarla

No es posible, porque el ego jamás la transmitirá

Uno la lleva consigo y la manifiesta sólo desde su corazón

maite

El Arte de Vivir 39 (Novela)

EL PLAN


El capitán se retiró a México con algunos de sus hombres de confianza y eso permitió que el general tomara las cosas con más calma, ahora tenía el camino libre para seguir con su plan. Los soldados del capitán González habían quedado al mando del sargento Pedro Pérez que era un buen hombre que no buscaba conflictos y era celoso a su deber, yo ignoraba si él estaba al tanto de los planes del general, pero mi esperanza estaba cifrada en lo que el capitán pudiera lograr en México.

Mientras tanto, en Monterrey, las cosas se tranquilizaron un tiempo y el incidente de la pseudo emboscada fue aprovechado por el general para formar patrullas y brigadas en búsqueda de posibles guerrilleros, y durante ese tiempo en el cuartel se refinaban los planes de la gran rebelión.

Una noche estaba yo descansando en mi casa que estaba situada no muy lejos del Hospital General de Monterrey, y trataba de meditar. Mi vida estaba muy lejos de ser normal, era una persona nacida al otro lado del mundo que había abandonado a su familia desde muy joven y que había caminado por los senderos más extraños de la vida.

Recordé las primeras lecciones de Philippe, recordé mi viaje a América tratando de salvar a Bernardette, recordé al brujo y su curiosa y reveladora despedida. Recordé al monasterio y a Papa Mayo, me pregunté si alguna vez podría volver allá con ellos; volvía a escuchar sus palabras instruyéndome de que si lo deseaba podría retirarme y aceptar otra misión, pero que era esa la que yo podía ayudar a resolver.

Volví a pensar lo fácil que es perderse en la misión. Yo ya no experimentaba esa paz que se vivía en el monasterio, estaba tan embebido y absorbido por los ánimos del cuartel, tan oprimido por las tensiones que se viven en un cuartel, tan lleno de sentimientos encontrados acerca del general y de sus planes para con los campesinos, que mi estado de ánimo estaba lejos de ser el adecuado para un Iniciado en medio de una misión.

Mis reflexiones pasaron por la idea de hasta dónde sería capaz de intervenir en caso de que el capitán no fuera escuchado. Me imaginé a mí mismo viajando a México y explicando las intenciones del general, me volví a ver en la cárcel o aprehendido por sedición o por espionaje; y hasta me vi fusilado por haber tenido intenciones intervencionistas. Todo esto pasó por mi mente, pero si no lo hacía, mucha gente iba a morir y todo por la ambición de unas cuantas personas inconscientes de sus actos.

Mis preguntas me llevaron a cuestionarme hasta dónde debía uno intervenir, yo sabía de las consecuencias de esta guerra ante la historia, y en los planos de la biblioteca del monasterio había leído que México estaba llamado a ser una gran nación, puente entre el norte y el sur de América. Había leído del papel de México en la historia y de lo que sus hijos gloriosos iban a realizar para hacer llegar al mundo una nueva esperanza de paz y de unión en el futuro. Esto que estaba gestándose no existía en los planes de México, por lo que no iba a resultar, lo que yo estaba tratando de hacer era evitar el derramamiento de sangre fuera el resultado de este monstruoso plan del general y sus amigos.

Muchas escenas se abrieron ante mis ojos... y yo tomé una determinación: si iba a fracasar, lo iba a hacer con el más limpio acto de que era capaz. Yo mismo iría a decirle al general lo que me había enterado y trataría de explicarle que su salud no lo resistiría y que muy pronto él moriría sin haber tenido la dicha de disfrutar una vida tranquila; que lo que él hacía realmente lo estaba haciendo por otros porque a él no le quedaba tiempo para disfrutar de lo que iba a conseguir, si acaso lo conseguía.

Fue una noche muy agitada. No pude dormir y en la mañana unos hombres me levantaron muy temprano porque me hablaban del cuartel, algo había pasado y me necesitaban de urgencia.

Al momento de llegar fui aprehendido y me condujeron en presencia del general, ahí estaba el hombre de sus confianzas, aquél a cuyo hermano yo había salvado del cólera, también estaba esposado y con la cabeza mirando al suelo. Rápidamente entendí todo, él le había contado al general del plan, ahora yo estaba también preso.

-Lo primero que me dijo el general fue- -Así que nuestro doctorcito tiene su espíritu de libertad muy exaltado y aire de mártir.

-¿Por qué lo dice mi general?

-No se ande por las ramas mi doctorcito, ya aquí nuestro fiel cabo García nos contó de lo que usted y el capitán González intentan hacer, pero me da risa lo ingenuo de ustedes, el capitán González fue asaltado antes de llegar a México; el pobrecito murió, de verdad lo siento.

De pronto todas mis pesadillas se hacían realidad.

-General, quisiera hablar con usted unos momentos a solas.

-¿Para qué? ¿va a intentar comprarme? ¿me va a pedir clemencia? ¿qué podríamos hablar usted y yo?

-Lo que voy a decirle es únicamente de interés para usted, a nadie más le importa.

-Ellos son hombres de mis confianzas –dijo señalando a los soldados.

Realmente no me quedaba ninguna carta, al parecer lo que yo tanto había temido la noche anterior estaba a punto de pasar.

-Mi general, tengo que decirle algo respecto a su salud, si usted gusta lo digo en voz alta.

-Está bien, está bien, déjenme sólo con este hombre.

El general tomó su arma y me pidió que me sentara, amarrado como estaba, frente a él.

-¿Qué es lo que tiene que decirme doctor? ¿qué me voy a morir?

-Su salud corre un grave riesgo, usted ya no debería de estar en estas cosas, lo que está haciendo lo hace para otros, no para usted, ¿Me entiende?

-Mire doctor. Tal vez usted no sepa que todos los soldados tarde o temprano tenemos que tomar una decisión. Vamos a morir en campaña, ninguno de nosotros espera morir cómodamente en una cama, nos hacemos a la idea de que alguien en algún momento va a dispararnos por la espalda. ¿Sabe lo que es eso?, no, no creo que lo sepa, usted estudió para poder salvar vidas, nosotros las quitamos cuando consideramos una buena causa, y la causa por la que yo peleo es una magnífica causa, ¿lo sabe?

-No mi general, no lo entiendo así, lo que usted hace sólo ocasionará más muertes.

-¿Quiere vidas?, ¿para qué?, ¿para que un político se eternice en el poder?, ¿para que una persona con ambiciones más grandes que lo que usted y yo pudiéramos tener juntos, llegue arriba al poder y pueda disponer de toda una nación para su propio beneficio?, ¿tiene sentido eso? Yo lucho por darle a esta tierra un nombre, una identidad, una nación. ¿No se da cuenta que somos diferentes?, la gente de aquí del norte somos diferentes a los del sur, ¿No se da cuenta? hasta tenemos rasgos diferentes, ellos son indios, nosotros somos distintos.

-No general, se equivoca, todos somos hombres, el color de la piel no quiere decir nada, por dentro todos somos iguales.

-Por dentro somos más distintos aún, pero no voy a discutir estos asuntos con usted.

-De todas formas general, a usted le quedan pocos meses de vida, en su lugar, yo trataría de disfrutarlos mientras puedo.

El general se quedó pensativo un momento mientras se volteaba a servirse un trago de bebida, después sonriendo en forma maquiavélica me contestó.

-¿Y qué cree que estoy haciendo? –Guardias, llévenselo.

Todos sabían que a los traidores se les fusila, así que yo di por terminada mi vida en ese momento. Llegué a mi celda, me encerraron con el soldado que me había delatado; a ambos nos fusilarían, seguramente ese mismo día. El lloraba desconsoladamente, tenía mujer y dos hijos. Tan pronto entré y me vio, me pidió disculpas, lo habían torturado y no pudo evitar delatarme.

Habían transcurrido aproximadamente dos horas de nuestra aprehensión, cuando se presentó el sargento Pérez. -Ustedes dos, vístanse con esto. ¡Rápido!. Nos había llevado unas ropas de campesino y unos sombreros. -Los voy a sacar de aquí.

Sin salir de la sorpresa nos cambiamos rápidamente y sigilosamente el sargento Pérez, al mando de un pelotón, nos llevó como si fuéramos prisioneros hacia otras celdas del cuartel localizadas en otra sección del mismo. Al llegar a ellas nos metió y la sorpresa fue mayúscula cuando nos dimos cuenta de que dentro de las celdas se encontraban más soldados disfrazados de campesinos y fuertemente armados. Según nos explicaron, la rebelión se iba a desatar muy pronto, y así fue.

Antes de que pudiéramos ponernos al tanto de todo lo que iba a pasar, los soldados vestidos de campesinos salieron de las celdas y a fuego y golpes tomaron el cuartel e hicieron preso al general. Otras tropas aprehendieron a ciertas personas influyentes de la ciudad que habían participado en los planes de la intriga, aunque dicen que muchos de ellos se escaparon o compraron su libertad.

Según nos enteramos después, el capitán sí había podido llegar a informar de la situación; y el sargento Pérez, que era un hombre de recta conducta y fiel a su capitán, había tomado el mando de la operación de rescate. Habían urdido un plan para que algunos soldados disfrazados de campesinos llegaran hasta el cuartel y se escondieran dentro de las celdas; así, en el momento indicado, ellos saldrían a libertar el cuartel. La mayor parte de los soldados desconocían los planes del general, por lo que no fue difícil convencerlos de que no defendieran una causa perdida.

Ya no vi al general. Tan pronto me vi libre tomé mis cosas más preciadas y traté de buscar nuevamente a mis antiguos amigos, los que años atrás me habían llevado a conocer el monasterio, a Pedro y a Martín.

Alonso

jueves, diciembre 14, 2006

El Arte de Vivir 38 (Novela)

LAS PRIMERAS REVUELTAS


La situación se volvía bastante complicada y a la vez urgente, pues como me enteré después, había ya planes específicos para buscar una revuelta de indígenas en contra de algún destacamento del ejército. Esto únicamente para iniciar una excusa para la violencia, y ya en medio de ella, empezar a pedir refuerzos del centro del país con más elementos del ejército, sólo para poder reunir más fuerzas y tener los suficientes hombres y pertrechos para enfrentar a la federación. ¡Había que actuar rápido!

La situación se tornaba más complicada y además apremiante. Las primeras revueltas indígenas empezaron a hacer su aparición con la excusa de que no les permitían vender sus artesanías en la plaza, ellos eran gente humilde que estaban muy lejos de ser conflictivos, eran gente sencilla que el ejército manejó como si hubieran sido insurgentes revoltosos. Hasta el gobierno de México llegó la noticia de que una vez más en el norte se estaba preparando un ejército de campesinos comandados por generales entrenados en otras latitudes.

Yo pensaba que mi misión estaba a punto de fracasar pues no veía la manera de poder intervenir, y cuando estaba profundamente metido en estas cavilaciones, un grupo de ocho soldados llegó hasta mi consultorio con gran ruido y escándalo solicitándome que me presentara en el cuartel general para atender a unos heridos que se habían aprehendido durante una revuelta que recién había ocurrido. Sin darme tiempo a pensar mucho, tomé mi maletín y algunas medicinas y me condujeron a toda prisa al cuartel.

Uno de los capitanes me dijo que me apresurara a atender a los heridos y que después hablaríamos. Así lo hice, y al atenderlos me di cuenta que los campesinos eran familias que nada tenían que ver con intereses revolucionarios, eran familias de comerciantes que sólo habían llegado como todos los domingos a la plaza a vender sus mercancías, pero de pronto se habían presentado los soldados, les habían quitado sus cosas y cuando buscaron hablar para entender sus procederes, les habían echado los caballos encima, había mujeres y niños entre los heridos. Esto me desgarró el corazón, siempre los humildes eran la carne de cañón para que los poderosos hicieran de las suyas. Traté de serenar mi espíritu pues ahora estaba en el corazón mismo del conflicto y en medio de aquellos que lo estaban generando; mientras hacía los vendajes y atendía a los más lastimados, buscaba alguna forma de acercarme a los que dirigían el conflicto desde la oscuridad.

Cuando terminé mis labores, pregunté al soldado que vigilaba la suerte que correrían estas personas, si las iban a dejar salir o estaban prisioneras. Como me contestó que eran prisioneros del ejército, solicité hablar con su superior, él me condujo hasta su capitán a quien le expliqué que algunos de ellos requerían de atención constante pues su estado era crítico, le solicité que me permitieran venir a verlos o si les fuera posible que me permitieran convertir a una de las celdas en un pequeño cuarto de curación.

El capitán se negó de principio, pero le convencí de que el beneficio sería para todos, porque de lo contrario pudieran gestarse enfermedades contagiosas y que sería muy fácil que después se contagiaran los mismos soldados. El Capitán no quiso tomar la decisión por él mismo y me pidió que aguardara pues iba a consultarlo con el general de su división.

Al poco rato fui llamado a comparecer ante el general de división. Era una persona bastante obesa, con evidencias notorias de problemas respiratorios, estaba fumando y su semblante reflejaba que estaba satisfecho de mi trabajo, me sonrió y me pidió que me sentara. Me explicó que durante la patrulla cotidiana que sus “muchachos” hacían por la ciudad, este grupo de rebeldes disfrazados de campesinos habían intentado atacar a los soldados, quienes habían tenido que repelerlos. Durante la refriega algunos soldados habían muerto, pero finalmente habían logrado apresar a los revoltosos.

Me dijo que tenía noticias de que se estaba gestando un pequeño ejército, pues uno de los rebeldes había confesado y que ahora mismo estaban llegando de todas partes de México pequeños grupos disfrazados de campesinos y comerciantes para hacer de Monterrey el lugar de donde partiera un gran movimiento de insurrección. Sus explicaciones eran interrumpidas por accesos de tos que evidenciaban su malestar asmático, yo vi la oportunidad de intervenir.

-General, algunos de estos campesinos están enfermos, no únicamente de las heridas sufridas en la batalla, son también presas de desnutrición que los hacen campos fértiles para las infecciones más mortales que hay en este país. Yo no aconsejaría que se mantuvieran en condiciones descuidadas por mucho tiempo, sería peligroso que tuviéramos un brote epidémico entre los prisioneros que después se pudiera extender a sus soldados. Le sugiero que improvisemos un pequeño hospital dentro del cuartel para atender a todos los enfermos y de esta manera podremos contener cualquier brote que surja de manera inmediata. -Al general no pareció gustarle la idea.

-Mire doctor, no pienso tener aquí a los rebeldes, ellos no merecen mucha atención de parte nuestra, son traidores de México. ¿Usted cree que valga la pena mantenerlos con vida, para que después vuelvan a hacer de las suyas?, no creo que sea una buena idea. Usted no los conoce, ellos son el tipo de gente que en la primera oportunidad le clavan un puñal por la espalda, están llenos de odio. No doctor, usted vuelva a su consultorio, le agradecemos que nos haya venido a asistir con este problemita pero creo que ha sido suficiente.

Escuchar al general hizo que me diera un vuelco el corazón, si antes iba a mantener a los presos en su cuartel, ahora tal vez pensaba matarlos y todo gracias a mí. Intenté una maniobra desesperada.

-A propósito General, esa asma que tiene, ¿Se la está atendiendo? Conozco algunas hierbas que le harían mucho bien si las aspirara cuando las pone a hervir en agua, además creo que debe dejar de fumar. -Este comentario, tomó por sorpresa al General.

-Doctor, yo se que tengo un pequeño problema, pero hasta ahora he vivido bien, no se preocupe por mí.

-En mi tierra existe una hierba que he venido buscando aquí en México sin hallarla todavía, pero guardo algunas porciones en mi consultorio. Le recomiendo fuertemente que me permita traérselas para indicarle algo que seguramente le va a hacer mucho bien.

-Está bien doctor,... ¿Miguel?, ¿es ese su nombre verdad?

-Así es general.

-¿De dónde es usted?

-De Inglaterra.

-¿Y qué anda haciendo por acá?

-Es una larga historia que empezó hace más de veinte años, señor.

-Bueno, creo que algún día me la contará. Está bien, vamos a poner ese consultorio aquí en el cuartel como usted dice, y tal vez pueda hacer algo por mí y por algunos de mis soldados que también están enfermos de cosas raras. Creo que a mis colegas del centro los va a impresionar ver que hasta hospital militar tenemos en este cuartelucho, como lo llaman ellos.

Respiré tranquilo tan pronto salí de su oficina, muy pronto estaba ya instalando un pequeño consultorio dentro del cuartel.

El hecho de que me hubieran permitido tener el consultorio en el cuartel había sido un golpe de suerte, más basado por la enfermedad del general que por el interés que tenían en la salud de los campesinos que mantenían prisioneros. A los pocos días me enteré que realmente el general estaba preocupado por la evolución de su asma, pues se sentía que estaba empeorando, ese era la verdadera razón que buscaba al tenerme cerca.

Las hierbas que yo tenía en mi poder y que le empecé a suministrar resultaron benéficas para control de la tos y para aclarar un poco sus vías respiratorias, sin embargo, yo no disponía de mucha cantidad y muy pronto se me estaba terminando toda la que disponía. En mis pláticas con los campesinos a los que también atendía, algunos de ellos eran conocedores de las plantas de la región y me informaron que en ciertos lugares de la sierra al sur de Monterrey se daban esas plantas y que podría recoger cuantas quisiera. Eso me dio una idea y pronto estuve negociando con el general la oportunidad para liberar a los niños y las mujeres con el pretexto de que me llevarían a donde estaban esas hierbas que le curarían su asma.

El general, mientras tanto, no dejaba de gestionar la petición de que le enviaran refuerzos para la revuelta que se estaba dando aquí en el norte. El plan avanzaba y no había manera de que yo ganara algo de influencia que me permitiera hacer algo para detenerlo.

Tal como me lo informaron los campesinos, las hierbas estaban disponibles y pude abastecerme de una gran cantidad de ellas. Cuando regresé con mi carga al cuartel después de dos días de excursión por la sierra, encontré que los refuerzos ya estaban llegando. El general no quiso atenderme, pues estaba reunido con los nuevos capitanes que le habían asignado. Un mundo de almas acababa de llegar y los nuevos hombres parecían todo menos soldados disciplinados, venían con una actitud de prepotencia y altanería que se manifestaban en todo momento. Consideraban ser un regimiento demasiado superior en preparación y tácticas de guerra que los “rancheros del norte”. Ellos sí habían tenido experiencia en el campo de batalla y ahora habían sido llamados para “ayudar a los inútiles del norte en su guerra contra unos campesinos”.

Esto tensionó mucho la vida dentro del cuartel. Hubo necesidad de despejar algunas de las celdas donde había instalado mi clínica para que sirvieran de dormitorios para los recién llegados a quienes no les gustó nada la situación, pues se creían con derechos para exigir más comodidades. A mis enfermos los hacinaron en la celda más grande y la situación se volvió bastante peor cuando nos dimos cuenta de que había el riesgo de que mandaran a los prisioneros a un campo externo al cuartel con tal de usar todo el espacio disponible, esto pudiera significar que ese cuarto externo fuera la excusa para matarlos a todos.

Yo solicité hablar con el general quien me informó que él tenía que tomar una decisión pronto y que probablemente a los prisioneros se les fuera a hacer una ejecución sumaria para poder resguardar a las fuerzas militares, ya que esas eran las prioridades; pero le informé que siendo así las cosas ya no habría necesidad de mis servicios por lo que estaba pensando en migrar para el sur donde mis servicios fueran más necesarios.

Esto hizo que el general recapacitara, aunque primero intentó convencerme que los soldados también requerían de atención médica y que mi hospital y mis servicios eran sumamente necesarios dentro del cuartel.

Buscando seguir el juego del general, recordé que uno de los campesinos había muerto el día anterior a causa de las heridas, por lo que lancé la hipótesis de que tal vez el único revoltoso era el difunto y que al resto de ellos, que serían alrededor de quince no les interesaba otra cosa que vender sus mercancías en la plaza, que si él así lo sugería yo podría hacerme cargo de ellos para un trabajo que tenía pendiente en el sur del estado; le aseguré que ya no los vería por aquí porque los enviaría con uno de mis médicos que estaba construyendo un hospital en los límites de Nuevo León y San Luis Potosí.

El General me miró con desconfianza., -¿Qué interés tiene en esa gente?

-Ellos son personas que me están agradecidas y yo necesito personas que sepan un poco de construcción porque en donde se está construyendo el hospital no he podido encontrar a nadie, todos se encuentran en este momento ocupados en el corte del maíz o en la zafra, los lugareños emigran cada temporada en estas fechas y mis trabajos para el gobernador se han quedado suspendidos desde hace varias semanas.

-¿Está usted seguro de que no los veremos por aquí de nuevo?

-Le digo, que ellos me están agradecidos. No regresarán, lo único que quieren es que los deje ir para estar con sus familias. Yo les voy a ofrecer que sus familias cambien de residencia al sur, allá van a estar mejor que en las tierras pobres que tienen actualmente donde no hay agua ni para las gallinas que tienen.

-¿Y después ya no lo tendremos a Ud. por aquí?

-Sí, he pensado que al gobernador no le molestará que instale una pequeña clínica cerca del cuartel para atender a todo su personal.

-Me gustaría que esa clínica estuviera dentro de la jurisdicción del cuartel.

-Bueno, recuerde que yo aún trabajo para el estado, mi estancia aquí obedecía más que nada al hecho de que tenía prisioneros enfermos.

-Mire Miguel. –el general adoptó un tono de voz un poco más de confianza- se avecinan cosas que no puedo contarle, que realmente van a hacer necesaria su intervención aquí; por qué no tiene un poco de paciencia y se espera para ver qué sucede. Posponga un poco sus decisiones y hable con el gobernador acerca de su clínica, sólo le pido que la instale dentro del cuartel, yo me las arreglo con él.

Así quedamos, y por mi parte aún no tenía manera de influir en ninguna forma con el destino de los soldados y lo que estaba punto de suceder.

La cercanía con el cuartel me permitió darme cuenta que dentro del plan que tenían estas personas había otros problemas que se avecinaban. En sus deseos de que todo saliera bien, habían olvidado algo: los campesinos lejos de que se hubieran encendido y buscaran una venganza o manifestaran su descontento, habían optado por ausentarse del mercado, lo que hacía poco convincente para el general el hecho de que se estuviera gestando alguna rebelión. No había actos de provocación, no había asaltos ni tampoco nada que justificara ante los ojos de los demás la llegada de tantas nuevas tropas al cuartel.

Uno de los nuevos capitanes no estaba enterado de las intenciones del general y era el que más se oponía a que sus soldados estuvieran pasando penalidades sin existir aparentemente una razón.

El resto de los capitanes ya estaban al tanto de los planes y todos habían manifestado estar de acuerdo, pero en las pláticas que habían tenido con cada uno de ellos por separado, varios de ellos estuvieron de acuerdo que el capitán González difícilmente iba a aceptar participar en algún acto que se considerara traidor en contra del gobierno del general Díaz, y la razón era muy sencilla, el capitán tenía varios hermanos en otros regimientos y todos ellos eran muy cercanos al presidente a quien le debían varios favores.

Yo me había enterado de esto por pláticas con un soldado de la confianza del general, quién funcionaba como secretario personal de él y que estaba al tanto de todo el plan. A este muchacho yo le había sanado un hermano que se encontraba muy enfermo de cólera y a quién ya daban por muerto. En agradecimiento me confesó que se avecinaban tiempos difíciles y que él personalmente no estaba de acuerdo en lo que el general del cuartel estaba tramando, por esa razón le confié que yo buscaría hacer algo para evitar que se dieran los planes sin que nadie saliera afectado.

Nuestra única opción era notificarle al capitán González del plan y ver si él podía disponer de algo que pudiera resolver el conflicto.

Cada uno de los regimientos salían a dar patrullas por los alrededores y hasta la fecha no se había encontrado ningún rastro de amenazas. Ya habían pasado dos semanas de la llegada de los refuerzos y todo lo que habían visto eran sólo buenas personas que no parecían ser los amenazadores campesinos que querían destruir el régimen de México. Nosotros habíamos arreglado tener una plática con el capitán González buscando jugarnos la última carta, pues al parecer todo lo que esperaban era una cierta noticia del centro del país para desencadenar una ofensiva mayor y tomar las capitales de los estados de Nuevo León y Tamaulipas, y desde aquí iniciar un movimiento de separación del gobierno.

UN día antes de que tuviéramos la reunión con el capitán González, una noticia cayó como bomba en el cuartel. Durante una excursión en los alrededores de Monterrey, había sido emboscado el regimiento del capitán González y se habían tenido varias bajas, entre ellas al parecer el mismo capitán había resultado herido de muerte.

Los heridos llegaron a mi hospital y en verdad no habían podido ver nada, de pronto habían escuchado disparos que provenían de la sima de una montaña en donde unos campesinos estaban disparando con muy buena puntería, el primero en caer había sido el capitán, pues al parecer él había sido el blanco, después escucharon otros disparos y algunos más cayeron. Alguien más provocó un alud de piedras que puso en desbandada a los pocos soldados que iban y el tiempo que tardaron en organizarse fue suficiente para que los agresores huyeran. Pero ya no quedaban dudas, se estaba gestando una rebelión en el norte de México.

Yo estaba atendiendo al capitán quien había recibido una herida en el ojo y estaba sangrando mucho, varios lo habían creído muerto, pero la verdad es que estaba inconsciente. En el momento que recuperó el conocimiento me gritó, ¡traición! ¡traición!, y trató de incorporarse, algunos soldados lo escucharon pero pensaron que estaba delirando, pedí que me dejaran a solas con él y que se retiraran.

Cuando ya se dio cuenta de que estaba en una cama de hospital siendo atendido, me contó que quienes lo habían atacado eran soldados del propio regimiento del cuartel, que él los había reconocido. Con mucha calma le pedí que mantuviera silencio pues su vida corría peligro si no se mantenía callado, le expliqué todo el plan y no me creyó, por lo que tuve que pedir al soldado de confianza del general que viniera y explicara todo al capitán.

Entre los tres urdimos un plan, él pediría su retiro del campo de batalla, pues la herida que tenía en la cabeza le impedía seguir con sus funciones, y tan pronto estuviera en México hablaría de ello con sus hermanos, ya que entre todos podrían saber qué hacer.

Alonso

El amor es el AMOR

El amor es sutil y al tiempo fuerte

El amor no es una sonrisa, es lo que transmite la sonrisa

El amor no son palabras bonitas, es lo que se transmite a través de algunas palabras que te llegan directamente al corazón y te sacuden el alma, y te dan paz y te abrazan y te alimentan y te llenan

El amor es una fuerza que no se ve pero que se reconoce, porque es la esencia de uno mismo

El amor a veces se transmite en silencio y es más poderoso que un discurso vacío que nunca termina

El amor es en sí mismo y por tanto no necesita demostrar nada

El amor es gozo manifestándose en cada acción

Cuando el amor está accionando tus pasos esos pasos son livianos, firmes y determinados

Cuando el amor está en tu mirada los ojos que la ven se llenan el alma

El amor no es débil, ni tonto, ni emocional o romántico, el amor es en sí mismo y es la más grande fuerza que existe

Es poderoso

Es lo más grande

No es la forma, es la esencia

No es la expresión, es lo que expresa

No es lo que se ve, es no que no se ve y sin embargo se reconoce y se sabe

Que no te engañen, no podrán hacerlo si tú no quieres

El amor es fácil de reconocer

El amor es el AMOR

maite

miércoles, diciembre 13, 2006

El Loto Sagrado

Estaba viendo un loto….una flor de loto de color blanco, con destellos rosados y algo violetas en sus extremos,… sus colores moviéndose, una flor viva que está representando los corazones

Un loto precioso, divino….

Como lo más sublime que siempre se esconde en lo más profundo de nuestros sentimientos, más profundo de lo que se acostumbra poder ver en el interior

Es aquello que está más allá de todo, que representa el continuo movimiento de la vida y el amor, que recuerda que hay un plan divino que mueve todas las cosas y a toda vida y que todo tiene un sentido perfecto

Nuestra mente se agita, en momentos, por sentimientos profundos, por acontecimientos externos, por tristezas pasajeras que a veces ni siquiera tienen un motivo real

Nuestra divinidad está representada eternamente por ese loto infinito, habitando en el paraíso de los sueños verdaderos, de la realidad que no se ve, de la verdad más allá del velo de la ilusión

Veo también, junto al loto, ángeles bellísimos jugando y riendo, guardándolo bajo una apariencia de soltura y alegría, lejos de lo que la parte humana podría imaginar de lo que representa custodiar algo, acostumbrados a ver guardianes serios y armados, olvidamos que la única y verdadera custodia es el amor, el amor verdadero, el amor albergado en el corazón…

A veces el corazón se siente temeroso y desea ser amado para ser protegido

Siempre lo es…

Y esos custodios sagrados del loto sonríen al ver la parte humana cuando cree que nada está lo bien que debería estar y recuerdan cómo la parte divina del humano divino pidió y pidió una y otra vez con fuerza y con ganas, como hacen los niños cuando quieren algo, estar en la tierra y formar parte de un momento tan sagrado, tan único….

Y la parte divina del divino humano forma parte de esos ángeles que, con gracia y alegría, cuidan que el loto sagrado de la vida verdadera, el loto de colores que se mueven y transmutan y embellecen y brillan, y reflejan…siga siempre vivo e imperecedero, que nada ni nadie lo toque…

Porque aún los sentimientos más angustiosos, aún la humanidad más humana no pueden tapar o terminar con la divinidad, ya que juntas se engrandecen, no siendo dos partes opuestas sino una grandeza manifestada en dos formas, lo mismo engrandecido para darse la oportunidad de crecer y engrandecerse aún más

¿Y cómo engrandecerse a veces cuando parece que el amor está ausente o al menos no en la cantidad que el corazón reclama?

Pues se engrandece al ver a la humanidad divina, capaz de permanecer, capaz de seguir esperando la promesa de Dios…

maite

martes, diciembre 12, 2006

El Arte de Vivir 37 (Novela)

INICIAN LAS RELACIONES


Me había dado cuenta de que las intenciones eran más que nada llamar la atención del centro del país, realmente no había un deseo sincero de una separación. El problema residía en que yo tenía informes de que había gente que sí era de ideas radicales y que buscaba cualquier oportunidad para levantar al norte contra el centro y provocar una ruptura en donde esa gente podría salir ganando al buscar una alianza con algún pueblo vecino o del viejo continente, y poder tener una posición ventajosa para cuando todo hubiera terminado en una separación.

La riqueza del norte no era de gran importancia en esa época, México tenía petróleo, algo que se consideraba valioso para la época, pero las minas de Zacatecas hacían pensar que en buena parte del territorio norte debía haber yacimientos valiosos y eso llamaban la atención de los países lejanos y cercanos. En otras palabras, la riqueza de la región era más bien potencial que real. Pero eso era suficiente para los ambiciosos.

Poco a poco fui ganando renombre como una persona de alta educación y de grandes iniciativas. Mi forma de practicar la medicina resultó de gran interés para el cuerpo médico y organicé algunos cursos para médicos profesionistas que me dieron a conocer entre la comunidad de galenos.

Empecé a ser invitado en los círculos exclusivos de la sociedad regiomontana y tuve acceso al gobernador, que con mucho respeto y recelo se me acercaba en ocasiones. Era una persona bastante reservada y difícilmente podía hablar con él con la suficiente confianza. Yo decidí esperar un poco para acercarme todo lo que necesitaba y poder empezar a preguntar sin levantar sospechas.

Las mañanas en Monterrey eran de gran actividad, la ciudad se levantaba temprano y sus habitantes eran como hormiguitas que empezaban sus labores antes de que el sol hiciera su aparición en el horizonte. No había muchas actividades de diversión, lo que obligaba a las personas a convertir su vida en algo bastante sencillo: trabajo y dedicación. Los domingos era común observar en la gran plaza central y en diversas plazas de la ciudad a una serie de indígenas que venían de lugares tan lejanos como Saltillo a vender sus labores y sus artesanías, a la gente le gustaba eso que se convertía en un paseo para sus familias.

Yo acostumbraba salir y meditar en mis ratos de ocio y me preguntaba si sería conveniente escribir a mi familia y contarle de mis actuales ocupaciones. Dado que no sabía si pasaría mucho tiempo en esta misión, no me atrevía a confesar mis actividades, puesto que no sabía cuanto tiempo me iba a dedicar a ellas. Pensaba en mi dulce Bernardette y pensaba qué sería de ella, ¿Estaría todavía viviendo con el brujo, o también su misión ya habría cambiado y estaría involucrada en otro trabajo?

Una tarde, mientras yo paseaba por las orillas de un pequeño lago que se abría al sur de la ciudad, tuve una visión como las que en el pasado tenía cuando meditaba a la orilla del mar en compañía de Philippe. Vi a Bernardette, vestida como indígena y llevando un gran cazo de agua aromática, estaba subiendo por una gran pirámide y sus ojos cerrados permitían que su mente se transportara hasta donde su corazón la llevaba, supe que estaba pensando en mí. Lo supe porque en la visión capté como si ella se hubiera dado cuenta de que yo la estaba mirando, creí percibir una bendición y una promesa de que muy pronto ella estaría conmigo, pero eso era poco menos que imposible desde mi punto de vista. La imagen había sido tan real que me conmovió, su piel blanca que contrastaba con su atuendo de vivos rojos, y su cabello profundamente negro, dieron a la visión una impresión bastante real.

Pasó el tiempo mientras yo intentaba ganarme la confianza del gobernador. Ya me era más fácil acercarme a él y un buen día, mientras me encontraba en las oficinas del responsable de la salud en el estado, el gobernador nos llamó a ambos a su despacho, su semblante era bastante grave y se podía adivinar que una cierta crisis se había presentado.

Él nos comunicó que había tenido un alejamiento con el general Díaz, quien le había dicho que puesto que su mandato estaba por terminar, y todo el mundo reconocía que él era una persona capaz, el general había pensado que él podría ser un buen sucesor para la silla presidencial. Como eso no podía ser, el gobernador tuvo que declinar su oferta, pues su vida hasta ahora había sido demasiado agitada y en verdad él tenía planes de retirarse de la política e irse a vivir muy alejado de todas esas perturbadoras actividades.

Nosotros sabíamos que la verdad era que nuestro gobernador se había encariñado con una joven muchacha que le había despertado nuevamente su espíritu joven dentro de un cuerpo ya maduro, y sólo estaba esperando el término del mandato para poder retirarse y vivir una vida tranquila.

Pero lo más importante que nos comentó era que este distanciamiento con el general Díaz le iba a causar al estado muchos problemas. Nos comentó por primera vez que voces dentro del gobierno estaban pugnando por buscar una separación de la federación y que ahora era una oportunidad de oro que no se podía desaprovechar. La preocupación del gobernador nacía de que él no buscaba eso, su decisión tenía que ver más con su vida privada que con sus ideales políticos, aunque nadie lo iba a interpretar así. Nos alertaba de que estuviéramos muy atentos pues podría empezar a haber problemas.

Yo vi la oportunidad de hablar y le hice un comentario.

-Sr. Gobernador, con el debido respeto, quisiera apuntar la inconveniencia de buscar una separación con el resto de México, pues estando tan cerca de los Estados Unidos cuyas ambiciones de expansión son tan evidentes, y teniendo deudas tan grandes como país, no nos conviene intentar algo así pues nos podrían tomar como parte de un botín. Estos países son más poderosos que México y sería una excusa perfecta para venir y tomarnos como tierra de nadie.

-Mi muy estimado Doctor -me contestó- eso es lo que quieren los traidores que desean separarse, quieren buscar una alianza con alguno de esos países para convertirse ellos mismos después en los gobernadores de estas tierras y empezar así una nueva historia donde ellos sean los que rijan en toda esta región.

-¿Y usted qué piensa, Sr. gobernador?

-Yo creo que la historia de México es una historia de gloria y sacrificio, no deseo que se fragmente más de lo que ya ha sido fragmentada, México debe crecer tal como es, como un puente entre las dos Américas, entre dos mundos, una nación que haga de la historia algo digno por lo qué luchar.

Esa fue mi plática con el gobernador, ahí entendí que era un ser con pensamientos claros y nobles que por las circunstancias de su vida estaba renunciando a intervenir directamente en algo que lo podría haber llevado a tener un papel más relevante en la historia de México, pero que por ahora tan sólo estaba dispuesto a no dejar que las cosas se desbordaran al menos en su mandato.

Mi amigo, el ministro de salud, al parecer ya estaba al tanto de lo que nos había explicado el gobernador y tan sólo se encogió de hombros; cuando me quedé platicando con él supe que él tampoco estaba de acuerdo con esas ideas pero que no sentía que pudiera hacer algo. Según me reveló, era gente del ejército quienes tenían la intención de separarse del país, y al parecer era gente muy terca y ambiciosa que tenían un plan montado, y sólo estaban esperando la mejor oportunidad para iniciar una serie de problemas que distanciaran más al gobierno del estado del de la federación, siendo como estaba cada vez más debilitado el presidente.

Con esta información realmente se veía que yo no podía hacer algo importante, mi influencia con los integrantes del ejército estaba lejos de ser cercana y no veía a alguien con la intención ni con la fuerza de poder hacer algo al respecto. Quedaba la denuncia anónima, que era uno de los métodos más comunes para denunciar las traiciones, pero si no funcionaba despertaría todas las sospechas sobre mí por ser el recién llegado a los círculos políticos. Por otra parte, ser extranjero me daba mucha desventaja, pues sería el primer señalado en medio de una intriga.

Alonso

El Arte de Vivir 36 (Novela)

EL NORTE DE MEXICO

Llegado el día fijado para mi partida, me despedí de todos mis compañeros y algunos de ellos me dieron como símbolo de su amistad y fraternidad un pequeño regalo que era simbólico, una de las reglas que se tenían en el monasterio es que nadie podía retirar cosas de ahí porque todas ellas estaban vibradas con la energía de Shamballa, y eso simplemente no podía retirarse por tener ciertas consecuencias, tanto con las personas que no tienen contacto, como con las que salen a misiones especiales, como yo.

La regla decía que el aspirante que se retira a una misión debe irse como llegó, como uno más de los habitantes de la Tierra que permanecen inconscientes de su origen y destino espiritual. Así pues, los regalos consistían de algunas flores que yo podía poner entre mis libros (los que llevé el día que me entregué al monasterio) o bien, algunas pequeñas piedras del piso del monasterio, que sin ser significativas, representaban la fuerza que podía en algún momento impulsarme a desarrollar mi trabajo de manera eficiente para regresar cuanto antes.

Los que me llevaron de regreso fueron aquellos dos hermanos que años atrás me habían traído para entrar: Pedro y Martín. Ellos seguían desarrollando su misión de manera diligente y durante todo el recorrido nunca me hicieron preguntas acerca de la naturaleza de mi misión, ni sobre las actividades que normalmente desempeñaba en el monasterio. Ellos eran demasiado discretos y no preguntaban cosas que sabían no les incumbía. Eran hermanos muy elevados en su trabajo y humildes en su interno. Realmente era un privilegio tener contacto con tan elevados seres y trabajar junto con ellos.

Me llevaron hasta el cercano pueblo de Dolores Hidalgo donde alguna vez se había iniciado el movimiento de independencia de México, y desde ahí tomaría el tren que me llevaría, después de algunas paradas comerciales, hasta el norte de México, a la ciudad de Monterrey donde tendrían inicio mis actividades dentro de la misión.

Tomé el tren sin mayores problemas y observé que durante mi ausencia México había cambiado algo, sus habitantes eran ahora más conscientes de su problemática política y social, eran hombres y mujeres que conocían sus derechos y se preocupaban por la vida política y social de su país.

El tren tenía una parada en la ciudad de San Luis Potosí donde un hermano me estaría esperando y con quien yo debía reunirme para que me extendiera una serie de cartas de recomendación que yo llevaría para presentarme ante un hermano médico de Monterrey y con el que yo trabajaría. El hermano que me recibió se llamaba Mario y me invitó a pasar unos días en su casa para que pudiera informarme a detalle de los acontecimientos recientes que tendría que conocer a fin de que no fuera a cometer una imprudencia.

Este hermano Mario era de una familia acomodada y era soltero, vivía en una hacienda muy grande y sus padres eran comerciantes influyentes de minerales que tenían contacto con las mayores organizaciones comerciales de Europa y de Estados Unidos. Mario era el responsable de muchos de esos contactos y por esa razón había sido fácil para él conseguir las cartas de recomendación que algún enviado de Papa Mayo le había pedido. Él no conocía los detalles de mi misión, ni tampoco sabía que yo venía proveniente de Shamballa, pero sabía que yo era una persona importante del mundo espiritual y que por alguna razón necesitaba su apoyo para establecerme en Monterrey y él con todo gusto había accedido a ayudar.

Mario resultó ser todo un preguntón que quería saber todo acerca del mundo espiritual, pertenecía a la escuela espiritista de Alan Kardec que ya se había extendido por todo México de manera impresionante y tenía especiales dotes para mediumnidad que le tenían intrigado y quería saber si ese era un camino seguro y si yo se lo recomendaba.

Junto a él y su familia pasé tres días enterándome de los acontecimientos más recientes y de hechos y detalles que me servirían en mi viaje. De hecho, Mario se ofreció a acompañarme hasta Monterrey, ciudad que él conocía muy bien y en la que me ayudaría a establecerme en alguna casa de huéspedes mientras tenía algo más permanente.

Así partí para Monterrey, una ciudad llamada a ser de las más importantes en el futuro de México por su poderío comercial y político.

Monterrey resultó ser una ciudad con un gran espíritu de trabajo, su medio ambiente inhóspito había impreso a sus pobladores de una capacidad de trabajo y organización que fácilmente se observaba entre la gente que ahí vivía. En todos sus barrios se notaba un deseo inmenso de hacer cosas, mejorarlas, destacar y vivir mejor. Se podría decir que su alejamiento del centro del país le habían impreso características diferentes, sin tener un rostro totalmente ajeno, era como si sus habitantes supieran que todo lo tenían que hacer ellos mismos sin esperar un apoyo de un gobierno central que estaba muy lejos y enfrascado en muchos problemas como para que se fijara en los que ellos tenían.

Mario me llevó a conocer los lugares más importantes de la ciudad y me enseñó lo que era la escuela superior, un lugar al que yo podría acercarme para pedir empleo; el hospital, otro lugar al que yo podía asistir; me llevó a conocer la plaza central que sin lugar a dudas era un punto importante por el hecho de que se encontraba cerca del palacio de gobierno; y por último me llevó a la catedral que se encontraba muy cerca del palacio y en donde yo debía entrevistarme con el personaje que dirigía la educación del estado.

Después de que hube encontrado un lugar para establecerme, que por cierto se localizaba cerca del centro y muy cerca del río Santa Catarina, Mario se despidió deseándome buena suerte y le prometí que lo visitaría en la primera oportunidad.

Mi primera idea era poder acercarme a las personas que tenían alguna influencia sobre la política del estado y poder enterarme de la problemática que se vivía, pero directamente de los protagonistas. Hasta donde yo sabía, el descontento con el gobierno se debía a que el estado era continuamente olvidado en los repartos de los dineros, y el gobernador no era muy bien visto en el centro del país por ser una persona bastante recia de carácter que no pedía, sino más bien exigía que se le hiciera caso. Por otra parte, había en Saltillo, ciudad vecina y de gran importancia en el norte, otras voces que se levantaban con los mismas aspiraciones que en Monterrey, y siendo Saltillo perteneciente a otro estado, la amenaza se tornaba algo más real.

Decidí visitar primero al médico que podría ayudarme a entrar a trabajar, él resultó ser una persona bastante centrada, de una clara inteligencia y muy práctica, su cultura le permitía hablar incluso en mi lengua natal. Me hizo muchas preguntas y sobre todo le sorprendió que yo hablara tan buen español aún cuando le dije que lo había aprendido en el sur de México. Quiso saber a lo que me había dedicado durante todo ese tiempo y por qué él no se había enterado de la labor que yo había hecho siendo como era un médico, dado que no había muchos que se hubieran preparado en Europa. Sin embargo no sospechó del tiempo perdido en la cárcel, ni de los años que pasé trabajando en el monasterio.

Rápidamente me ofreció trabajo en el hospital a fin de que pudiera ayudarlo a resolver una crisis que estaba teniendo con una epidemia de tosferina que se estaba extendiendo. La epidemia estaba atacando principalmente a los niños y había que atenderlos pronto, él estaba también teniendo pláticas con el representante del gobierno en el área de la salud para implementar una serie de medidas tendientes a alertar a la población y a darles la información que por lo menos permitiera a las familias hacer algunas prácticas que les ayudara a prevenir la enfermedad. Yo me ofrecí como voluntario para ayudar en ese programa, de esta manera podría acercarme al gobierno sin presentar sospechas.

Trabajé por espacio de dos meses en brigadas que se hacían a las rancherías de los alrededores y a los barrios más pobres de la ciudad y del estado, y eso me permitió elaborar un programa de prevención para enfermedades que pensé me serviría para poder llegar al gobierno con una propuesta interesante para ser escuchado y ganarme algo de atención de parte del gobernador.

La propuesta que les hice era la de construir una serie de pequeños centros de salud donde pudieran estar permanentemente, al menos unas dos enfermeras y algún médico o estudiante de medicina que nos pudiera prestar algún tipo de servicio social y que esto le permitiera a él ganar experiencia y reconocimiento, y a la población poder ser atendida, y además servir de monitoreo cuando de pronto surgiera un brote de tipo epidémico. De esta manera podíamos atacar el problema antes de que se extendiera por toda la población.

Dado que para entonces yo era también maestro de la escuela de medicina, no se me hizo difícil proponer esta idea ante el grupo de doctores quienes al momento dieron buena acogida a la idea. Para esto bastó afirmar que esa era la forma como en Inglaterra se había llevado mucho bien a la población, para que nadie discutiera sobre la eficacia de la propuesta.

Pasó el tiempo y estuve trabajando con la idea hasta llegar a fundar alrededor de diez centros de salud en el estado, y ya para entonces tenía acceso a los hombres más importantes del gobierno.

Alonso

¿Hay alguien ahí…?

He escuchado hace un rato “por casualidad” las palabras de un científico diciendo algo así como que estaba comprobado que el amor formaba parte de la integración más antigua que nos corresponde como seres humanos, en el sentido de que hace millones de años, cuando la primera partícula de vida llegó al planeta, la respuesta que tuvo fue que se vio sola, y sintió miedo, y llamó a ver si había alguien más que la pudiera acompañar…

Luego ya comenzó a reproducirse y desenvolverse la vida

Sin palabras…

Podemos ser muy plenos, completos, sabios, sencillos…no importa cómo nos sintamos o cómo nos mostremos, lo que sí es cierto es que todos necesitamos siempre que alguien sepa que estamos aquí, que alguien quiera acompañarnos, que alguien quiera amarnos, cuidarnos…

Que belleza!!!

El amor es una energía en sí misma, una fuerza en sí misma, y puede llenarte todas tus células, tu alma, pero si no lo compartes falta algo

Porque el gozo más grande del amor es compartir, dar y recibir, amar y saberse y sentirse amado, cuidado, querido…

Qué perfección!!!

Qué vulnerabilidad formando parte de una fuerza tan grande…

maite

viernes, diciembre 01, 2006

El Arte de Vivir 35 (Novela)

LA PRUEBA DEL AGUA

Cuando ya iba avanzando en mi camino de manera decidida, mis instructores me informaron que Papa Mayo quería hacer una reunión en el monasterio, a la que debía asistir. Esto me extrañó, pues no era alguna fecha especial que mereciera nuestra atención, ni tampoco algo que obedeciera a alguna configuración estelar. Me apresté a ir.

Durante la reunión, Papa Mayo se veía como siempre, sereno y de muy buen humor. Uno no podía más que admirar a este gran personaje de la cultura mexicana que tanto había hecho por este gran pueblo, sus encarnaciones y trabajos lo habían convertido en deidad, pues se le reconocía como el Dios del Maíz entre la mitología de los mayas, y había sido uno de los grandes precursores de los derechos humanos entre los mexicanos antiguos. Poco se conoce de la historia social de los pueblos antiguos, pero ellos también sufrieron por tener reglas injustas y derechos civiles muy escasos, y aún en la antigüedad los seres espirituales habían trabajado en áreas tan importantes como los derechos humanos y las bases de una economía sana.

Papa Mayo me recibió en la sala desde donde dirigía al monasterio, la Gran Rectoría; ahí, me pidió que me sentara y le platicara cuáles eran mis impresiones acerca de la forma como estaba organizado el monasterio y mis experiencias en el trabajo de Shamballa.

Por supuesto que le contesté que estaba muy a gusto y que mis más altos sueños se habían realizado con mi estancia entre ellos.

Cuando le hube contado todas mis impresiones, Papa Mayo me explicó que el tiempo para que pasara mi prueba del agua se estaba acercando y que tenía una sugerencia para mí.

Era al parecer una costumbre que la prueba del agua se tuviera que pasar, no dentro del Castillo ni del monasterio, sino en medio de la sociedad humana; y ahora se me estaba pidiendo una misión en la Tierra.

Para mí eso fue una novedad, pues pensé que una vez que llegábamos ahí nunca más volvíamos a la Tierra, al oír la petición, la sorpresa se reflejó en mi rostro; pero Papa Mayo me tranquilizó diciendo que era voluntaria, que mi misión podía posponerla o bien esperar a que hubiera otra más adelante. Yo le dije que estaba dispuesto a tomarla y que seguiría adelante. Papa Mayo, tomó un respiro y empezó a presentarme mi misión.

La llamada de Papa Mayo me llenó de expectación, la verdad es que siendo él uno de los personajes más admirados en Shamballa por ser el responsable de uno de los monasterios que los Maestros tenían en la Tierra con el acceso directo, era una figura reconocida en los Círculos Espirituales de toda la Tierra. Su fama se extendía por todo el mundo sin que ello hiciera mella en su humildad y su sencillez de pensamientos y forma de dirigirse a uno. La característica que más se le reconocía era la disciplina con que hacía sus trabajos y la manera tan sencilla como resolvía todos los asuntos por más complicados que parecieran.

Papa Mayo me explicó que la misión que me deseaba proponer era una especialmente importante para el norte de México. Normalmente, cuando se trabaja en misiones de índole espiritual, es común que el trabajo se vea a la luz de las repercusiones que tendrá a futuro, así el candidato que trabaja puede tener todos los elementos de juicio para decidir correctamente el curso de las acciones.

Por ese entonces se estaba gestando en el norte de México una nueva revolución que tenía que ver con el descontento de los mexicanos por la forma como eran tratados por el poder central del gobierno. Esto tenía implicaciones que podían resultar graves, porque de producirse una guerra intestina adicional a la que ya se estaba dando por el descontento de los mexicanos con el gobierno del general Porfirio Díaz, la parte norte del país podía pensar en separarse de México y daría entrada a que otros países que se creían con derecho sobre México, como Francia y estados Unidos, intervinieran y se desatara una guerra de enormes proporciones.

Dado este escenario, mi función sería tratar de impedir que este movimiento tuviera lugar y a la vez poder convencer a los gobernantes de que todo iba a resultar bien para el país.

Lo que me estaba proponiendo Papa Mayo era acercarme como médico a la familia de los influyentes políticos y revolucionarios de México y poder estar muy cerca de donde se tomaran decisiones para poder tratar de influenciar. La forma como me presentaría sería como un acaudalado hombre de medicina que por mi alta cultura podría influir en el pensamiento de los políticos.

El tiempo que tenía no era mucho, por esa razón debía darme prisa. Algo que Papa Mayo agregó al final de su entrevista era que uno de sus enviados había tenido problemas y por esa razón tenía que enviarme a mí, al preguntarle qué problemas había tenido, me comentó que al tratar de cumplir con lo que ya me había encomendado a mí, había despertado la desconfianza en los hombres cercanos al gobernador y lo habían hecho prisionero, ahora estaba inutilizado en la cárcel, pero de eso no debía preocuparme pues él se iba a encargar de sacarlo de ahí. Mi misión se reducía a tratar de que los movimientos secesionistas del norte de México se disiparan.

En mi auxilio iba a contar con algunos hermanos que también tenían contacto con Shamballa aunque no eran trabajadores permanentes, eran más bien discípulos que durante las noches se les instruía en sueños, hombres de alta espiritualidad, y de un gran corazón. Uno de ellos médico y el otro responsable de la educación en el estado de Nuevo León. Ellos se esperaba que me reconocerían y podrían ayudarme en el momento en que me vieran, para ellos esta oportunidad representaría un gran avance en su trabajo personal y podrían en el futuro convertirse en dignos trabajadores del mundo interno, por ahora eran discípulos a quienes al igual que a mí, iban a ser sometidos a una prueba importante por el mundo espiritual.

El plan detallado de los acontecimientos se fue dando en las siguientes sesiones directamente con Papa Mayo. Durante esos días trabajé estrechamente con él tratando de anticipar todas las posibles opciones en que se podrían presentar los acontecimientos; y estuvimos estudiando a todos los actores políticos de ese entonces, desde sus aspectos psicológicos y familiares, para estar mejor preparado para acercarme sin que me vieran como alguien que se estaba entrometiendo en sus vidas tanto políticas como familiares.

Después de algunos días de estar estudiando todos los detalles, se me informó que la hora de partir estaba próxima y que debía tener en cuenta varias cosas.

Lo primero, era que durante todo el tiempo que durara la misión, la ayuda que tendría de Shamballa iba a ser limitada. Algunas cosas que yo podía hacer acá, no iba a ser posible realizarlas fuera del monasterio, para que se entienda este punto debo aclarar que la vida en el monasterio era por demás sorprendente, podíamos tener acceso a los pensamientos de todos, sabíamos lo que iba a pasar en los siguientes momentos, era como tener un conocimiento bastante claro del futuro inmediato, porque todo era transparente para nosotros, también las intenciones de aquellos con quienes estábamos era muy clara para todos. Las necesidades del cuerpo se disminuían, vivíamos muy espiritualmente, y todo eso no iba a ser posible en el terreno del trabajo en la Tierra, la alimentación era diferente así como las energías de los hombres , todo eso iba a cambiar.

En segundo lugar, otro aspecto que iba a ser crítico es que una vez adaptado a las condiciones de la Tierra, el regreso también iba a ser lento, no inmediato. Aún cuando yo tuviera ya la experiencia de trabajar en Shamballa, debía de pasar por etapas de recuperación que me permitieran poder tener el equilibrio que ya habría seguramente perdido.

En tercero y último lugar me hablaron de los riesgos del trabajo. En toda misión siempre existe el riesgo de perder la vida y por lo mismo de que se entorpezca la misión personal y por supuesto la que nos fue asignada. Esto podría tener consecuencias, que si bien no son grandes, nos entorpecen nuestro plan personal de evolución. Sin embargo, el mayor riesgo consistía en que el trabajador adquiriera un karma mayor que el que se requiere para regresar a Shamballa. Alguna acción que uno emprendiera erróneamente, podría tener algunas consecuencias que a la luz de la historia podría tener asociado un karma tan grande que no podríamos entrar a Shamballa sin antes tener que limpiar nuestras auras, esto me alejaría de Shamballa al menos por dos encarnaciones. Ese era el riesgo más importante que debíamos tener en cuenta cuando trabajábamos en una misión importante en la Tierra.

Cuando supe de todos estos riesgos, Papa Mayo observó algo en mi cara o tal vez en mi aura, y me mandó a meditar dos días para que me preparara para mi misión, al cabo de los cuales me iba a volver a preguntar si estaba dispuesto a intentarla; si era así, entonces partiría al tercer día. Con esos pensamientos me retiré a meditar como era el consejo de Papa Mayo.

Alonso

Un día la verdad te alcanza

Cuando vives tu verdad un día la verdad te alcanza

Cuando vives tu verdad un día descubres la verdad

Como un río lleno de oro, y de repente ya no necesitas ir sacando tierra y colarla hasta ver aparecer las pepitas, sino que miras el río y ves nítidamente el oro, ves su brillo tal cual, sin dejar de ver la tierra, el agua, el río al completo

No hay palabras que describan la verdad, no hay manera de imaginarla, sólo cuando la alcanzas la vives, la penetras, ella te penetra a ti, penetra en ti, te haces uno con ella y ya nada es igual

Pero hasta llegar ese día, si quieres hallarla, entonces el camino es vivir tu propia verdad, ser auténtico, íntegro, verdadero contigo mismo, siguiendo y siendo la verdad más alta que tu corazón pueda albergar y a la que puedas acceder en cada momento

Siendo aquello en lo que crees, sin que nada fuera de ti mismo te condicione

Descúbrete a ti mismo, permitiendo caer todo aquello que no eres tú

Esa es la más prioritaria tarea

Luego, sólo sé simplemente tú mismo, quien eres, sin fallarte a ti mismo

Recuerda que un día llegaste, tú, solo, para investigar este mundo, para vivir este mundo, para realizarte en este mundo, para ser tú en este mundo, y que a nadie tendrás que dar explicaciones en el momento de la partida más que a ti mismo, la esencia de Dios en ti…

Sigue a tu corazón, sigue tu verdad, sé tu verdad, sé tu corazón, deja que el amor te penetre, que te llene de luz, de claridad ante cada situación, ante cada reto, en cada momento que lo necesites

Sé tan precioso y tan perfecto como el patrón con el que Dios te hizo único

Sigue ese patrón, está en tu corazón, en el reflejo de aquello que ves ante ti

Ámate y en consecuencia ama todo lo que te rodea y sé amor radiante

Porque el amor te llevará a la verdad, y no hay amor si no te amas

Cuídate, eres valioso, muy valioso

maite


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