El Arte de Vivir 23 (Novela)
Yo no sabía lo que me iba a encontrar en la casa del brujo, pero era evidente que serían cosas no comunes para mí como europeo. La cabaña se encontraba como a tres millas de distancia del pueblo y un camino bastante estrecho me llevaría hasta ahí. Dado que me recomendaron que nunca viajara de noche por la selva, decidí hacerlo de día, muy temprano por la mañana me dirigí hacia la casa del brujo.
Para llegar hasta ella tuve que sortear una serie de obstáculos que de pronto me hicieron pensar que ya me había equivocado o que las instrucciones que me habían dado no habían sido del todo precisas. Tuve que cruzar un pequeño río, que a pesar del tamaño no pude evitar tener que sumergirme hasta el pecho; después encontré una colina que hube de subir y bajar entre una maleza bastante tupida y llena de insectos molestos. Me habían hablado de víboras y de otros animales que pueden llegar a ser peligrosos si no estás acostumbrado a lidiar con ellos, para eso yo me había encargado de traer algunos implementos que pensaba me protegerían en caso de una dificultad: algunos sueros, repelentes de moscos, hierbas para infecciones y algunas otras cosas que pensaba intercambiar con el brujo para demostrarle algo de simpatía y tratar de ganarme su confianza.
Por fin, cuando llegué a la cima de la loma, observé que el camino se perdía entre una zona tupida de arbustos y creí ver una pequeña choza. Esa debía ser, pensé. Cuando me acerqué lo suficiente, ¡me salió al encuentro un leopardo gruñendo amenazador! eso me paró en seco, la sangre se me heló y creí que mis aventuras habían terminado.
Una voz tranquilizó al leopardo, era el brujo, quién sin mirarme siquiera me pidió que pasara a su casa en un perfecto inglés.
Esto me intrigó, me habían dicho que el nativo era un ignorante en todo y que seguramente iba a tener problemas para comunicarme con él.
-Los leopardos son excelentes guardianes –dijo con aire de indiferencia.
-Vine a buscarlo porque,...
-Ya lo sé, porque quieres compartir tus conocimientos conmigo, aunque la verdad es que vienes intrigado sobre la suerte de tu amiga Bernardette.
Miré al brujo, era como de unos 50 años, lucía sucio, descuidado, hasta un poco altanero. No me miraba al hablar, sus ojos se depositaban en cualquier cosa y sus manos no dejaban de moverse trabajando en lo que parecía ser un pequeño cuenco donde mezclaba hierbas y polvos de colores extraños. Estaba vestido con un taparrabos, no calzaba sandalias y traía en el cuello algunos collares que estaban formados con piedras de río, o al menos eso me parecieron, y con algunas piedras verdes, que después supe eran de jade, además de huesos de animal.
-Te mandé traer porque necesito que me ayudes en un trabajo. No nos queda mucho tiempo y esto requiere de ti.
-¿Quiere decir que usted ya me esperaba?
-Lo que quiero decir es que te mandé traer y necesito que me ayudes en un trabajo.
El brujo no era muy simpático, de hecho no reía, ni me miraba.
-En el camino que nosotros seguimos, somos soldados y no importa dónde se nos requiera, ahí tenemos que estar. Tú eres un soldado y yo soy otro soldado, ahora yo necesito que me ayudes, por eso te he mandado traer.
-Pero, ¿quién le dijo cómo encontrarme?, ¿somos soldados, se refiere a que seguimos un mismo camino?, ¿cómo supo...?.
-Eres muy preguntón, ya me temía eso, al parecer Philippe no te explicó que al hablar perdemos mucha energía, a él siempre le ha gustado ser derrochador de energía.
-¿Usted conoce a Philippe? –respiré con alivio.
-Todos nos conocemos en este camino.
Entendí que no le gustaba hablar y decidí ser prudente y no preguntar más allá de lo que era estrictamente necesario.
-Usted dirá –mencioné.
-Hay un movimiento de fuerzas que puede llegar a afectar a todo este país en el futuro si no hacemos algo en este momento. Las mareas astrales que se han venido dando con los cambios en las mentes de la gente se están acumulando en ciertas regiones de la Tierra y eso puede dar lugar a que tengamos desequilibrios en las zonas del planeta que aseguran la estabilidad geológica y de la humanidad.
-Déjeme ver si entendí....
-No hables, escucha –volvió a interrumpirme- la Tierra, es un ser, nosotros somos sus moradores, somos como pequeños microbios viviendo dentro de ella. La acumulación de energías de cierto orden en ciertas regiones del planeta pueden enfermarla, a nosotros nos corresponde cuidar que eso no pase. Para eso contamos con una red de lugares sagrados en todo el planeta, desde ahí podemos curarla. Yo te necesito para esto. ¿Aceptas?
-Claro que sí.
-El brujo se levantó y sin mirarme me dijo: la operación se hará en la noche de mañana, debes venir alrededor de la media noche. Salió de la casa y tomó por un camino hacia la selva todavía alcancé a oír que decía, también mandé traer a Bernardette... y desapareció.
Lo esperé, no sabía lo que debía hacer, si eso había sido suficiente o me iba a dar más instrucciones. Luego, cuando vi que se tardaba, pensé en seguirlo para preguntarle, pero no lo encontré. Decidí regresar a la posada y me dediqué a pensar tratando de armar los escasos datos que me había dado.
Alonso
Reflexiones desde lo interno

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