El Arte de Vivir 29 (Novela)
Cuando volví a tomar el manuscrito que mostraba los símbolos que me habían entregado los franciscanos me di cuenta que los números y los símbolos que ahí se mostraban no eran otra cosa que una serie de fechas que estaban en clave, escondidas.
El círculo grande representaba justamente el ciclo de la vida del ser humano. El primer cuadrante representaba la primera fase que el ser tiene que pasar o trascender antes de que se suceda la primera iniciación. En la tradición oculta, el ser humano recibe iniciaciones, que son procesos a través de los cuales él se va a acercando a la divinidad y en las primeras fases lo que se busca es que reconozca su origen divino. Eso era justamente lo que me estaba indicando la primera de esas fechas.
Después, el segundo cuadrante representa el momento en que el ser humano debe observar a su Padre y reconocerlo como su creador y el único que puede decirle cuál es la misión a desarrollar. En otras palabras, el segundo cuadrante representa el contacto con el padre de la creación, es el contacto con su origen. El tercer cuadrante simboliza el momento en que el hombre se vuelve trabajador activo en la sociedad humana, pero al servicio del Padre, es la etapa del servicio consciente. Y la cuarta fase del círculo es cuando el Ser humano entrega su vida a los hombres para acercarse a Dios, es la entrada al Círculo de los Conscientes, al Círculo Interno.
Entonces el papel había sido para mí, de haberlo entendido, una clara alusión de que yo tenía que haber esperado un cierto tiempo para poder encontrar la puerta de entrada. Cuando lo descifré, supe que no tenía por qué preocuparme y debía de trabajar de manera consciente en la voluntad del Padre.
Una gran alegría y paz invadió todo mi ser cuando logré entender lo que me habían querido decir. Pensé en Philippe, ¿Dónde estaría? ¿A quién estaría instruyendo ahora? ¿Tendría a otro muchacho como yo, o estaría con alguien más?. ¿Dónde estaría mi Bernardette? ¿En qué fase de su misión estaría trabajando?. Me sentí más ligado con ellos que nunca y me sumergí en un profundo sueño en donde algunas imágenes se sucedieron.
Vi a Miguel, el ángel de mi infancia, que me decía -Saludos, estás a punto de entrar en la fase más importante de tu misión; me da alegría que hayas podido llegar hasta allí; las sombras de la noche están muy cerca de ti, cuídate de que la antorcha que has encendido no te acerque de más a los insectos de la noche.
Vi luego a Bernardette, pero en su cuerpo de niña, igual que como la veía cuando éramos compañeros de juegos con Miguel y con su voz de niña me decía -Hombres malos se acercan, recuerda lo que nos ha dicho Miguel de las armas, nadie puede hacernos daño mientras estemos cerca de nuestro corazón.
Ella se refería a que Miguel nos enseñaba que la mejor protección que puede tener un ser humano es estar cerca de su corazón, ahí se encuentra un altar secreto al que sólo tienen acceso, tú como persona y tu ángel de la guarda; nadie más es permitido que se acerque a esa cámara secreta; es tu altar personal desde donde puedes enfrentar a tu mundo, tanto externo como interno.
También me decía -Cuídate de la serpiente, recuerda lo que te pasó cuando eras pequeño- El único caso que yo recordaba, era cuando de pequeño, alguien había llegado a la casa de mi padre a que curara a su hijo de una mordedura de serpiente y tanta era su aprehensión que por poco todo termina en tragedia, pues estaba dispuesto a matar si no curaba a su hijo.
-A eso me refiero- Terminó Bernardette sus palabras y se alejó corriendo en mi sueño a continuar jugando.
Cuando desperté empecé a tratar de poner algún sentido lógico a mi experiencia y a buscar interpretarlo de manera que pudiera hacer sentido para mí, pero lo único que podía pensar era que podía haber algún peligro cerca y que debía tener cuidado.
Lo anoté en mi cuaderno de notas y lo guardé. Decidí que mi paz y la alegría que estaba experimentando a raíz de la interpretación del manuscrito que tanto tiempo me había tomado, era algo que no podía ni debía darme el lujo de perder.
Tenía yo 35 años y una vida llena de tranquilidad en el corazón de la ciudad de México, era un médico respetado y me invitaban frecuentemente a las reuniones de la clase dominante en la que encontraba todo tipo de personas interesantes, las más, por supuesto, enfrascadas en un egoísmo ingenuo sin sentido y en una ambición de poder.
Cierto personaje del segundo gobierno del presidente Díaz, me invitó a una de sus reuniones y me dijo que le agradaría que asistiera, que él iba a considerarlo como un gran honor, que me quería presentar a unos amigos y que me presentara en su casa.
El señor, a quién yo conocía poco pues era recién llegado de uno de los estados norteños, parecía franco y hablaba de manera de que se podía confiar en él; así que me presenté en su casa a la hora pactada, sin sospechar lo que se venía.
La casa estaba a oscuras y cuando llegué dudé por unos instantes de que la dirección fuera la correcta, una persona me invitó a pasar y me llevó hasta el traspatio que era en donde se encontraban los invitados. Ahí estaban una serie de personas, altos dirigentes de la política y algunos otros que yo no conocía.
El personaje norteño era quien la dirigía y lo primero que me dijo fue -Doctor, usted es un gran defensor de las causas públicas, según me lo han dicho varias personas en quien yo confío mucho, por esa razón lo hemos invitado a esta reunión, aquí se define el futuro de México, aquí estamos un grupo de personas que de verdad queremos a México y daríamos nuestra vida por él. El gobierno del presidente Porfirio ha estado pisoteando los derechos de los mexicanos y se ha olvidado de que nosotros también tenemos derechos como ciudadanos mexicanos y como seres humanos, queremos invitarlo a nuestra lucha, queremos invitarlo a que se nos una en esto que estamos iniciando. No crea que estamos nada más nosotros, la insurgencia está ya por todo el país, nosotros sólo somos unos cuantos, pero en todo México la lucha está prendida, únicamente esperan la voz de ya para que esto se desencadene.
Yo no pude hablar, me había sorprendido de tal manera que no podía contestar una sola palabra. Tan solo pude preguntar -¿Por qué yo?
-Usted es un hombre que siempre ha estado dispuesto a luchar por las gentes necesitadas, nos hemos dado cuenta y no es cobarde porque lo hemos visto desafiar peligros con tal de llegar hasta donde lo llaman. Doctor, México está enfermo, necesita de usted.
El hombre norteño no esperó a que le contestara, alguien hizo una pregunta y se distrajo contestando, después la discusión sigilosa siguió mientras todos me felicitaban de manera callada dándome palmaditas en la espalda o en el hombro, como diciéndome que había sido yo privilegiado por las palabras que este personaje dijera en mi favor.
La reunión terminó con instrucciones precisas sobre lo que debíamos hacer en caso de que el levantamiento armado fuera sorprendido antes de tiempo. Nos despedimos y nos dieron una palabra clave con la que podríamos indicar que había peligro y otra con la que podríamos indicar que no lo había y que necesitábamos hablar de algo importante.
Al día siguiente me sentía yo terriblemente inquieto, el sueño parecía hacerse realidad demasiado pronto. Y así fue, dos días más tarde irrumpieron en mi consultorio soldados de la guardia del presidente Díaz para arrestarme por insurrección en contra del gobierno legítimo del general Porfirio Díaz. Fue ahí en donde viví la más cruda etapa de mi vida.
Alonso
Reflexiones desde lo interno

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