Reflexiones desde lo interno

Un espacio de reflexión sobre el mundo y la sociedad que todos formamos. Un espacio de crecimiento y aprendizaje. Un lugar donde podemos mirar desde otra perspectiva lo que a todos nos afecta. Un lugar para pensar en lo que trasciende.

Nombre: Alonso
Ubicación: Monterrey, Nuevo León, Mexico

Soy físico de profesión, aunque trabajo como consultor de empresas en el área de calidad. En este blog ustedes podrán encontrar cuentos, reflexiones, una novela (El Arte de Vivir) que escribí hace tiempo y que hasta ahora no se ha publicado así como las narraciones de Maite, una gran escritora que con sus palabras nos enseña a ver con el corazón. Mucho agradecería que tomen un tiempo para hacernos llegar sus comentarios a: alonsogzz33@hotmail.com Si desean contribuir con algún comentario o reflexión sólo mándenlo y nosotros con gusto lo incluiremos.

jueves, noviembre 02, 2006

El Arte de Vivir 25 (Novela)

LA CEREMONIA DE LA PIRÁMIDE


Regresé a la posada para preparar lo que pensaba llevar, que en realidad no era gran cosa, tan sólo pensaba en escribir algo de lo que consideraba importante después que hubiera terminado. Avisé que regresaría por la mañana para que no se preocuparan y me interné por la selva por el estrecho camino que llevaba a la casa de mi extraño amigo.

No bien hube iniciado el camino, cuando un extraño se me acercó y me dijo en un inglés muy escaso: Yo te llevaré hasta donde está Papá Maco.

-¿Quién?

-Papá Maco, tú amigo

-¿El brujo?

-Papá Maco.

No sabía si el que me decía era el brujo, o si me iba a llevar a otro lado, pero dado que tomó el mismo camino decidí seguirlo y tomar decisiones más adelante.

-Camino muy peligroso. - Agregó mi acompañante.

-Gracias. - Fue todo lo que acerté a decir.

Casi para llegar a la cabaña tomamos otro camino y eso me alarmó un poco, pero recordé que él me había dicho que donde iba a ser la ceremonia era un lugar sagrado cerca de ahí. Cuando después de andar un poco por el camino doblamos por un recodo apareció ante mí un espectáculo por demás impresionante: ¡La más bella pirámide que jamás hubiera visto apareció ante mis ojos, iluminada por antorchas! Era tan grande como tres barcos juntos y lucía imponente ante la luz de una luna llena que daba al lugar un aspecto muy místico. Estaba localizada en un claro, en medio de la selva impenetrable del bosque.

Observé cuidadosamente y las antorchas eran portadas por indígenas que estaban localizados en cada uno de los cientos de escalones que componían la pirámide. Tenía base cuadrada, así que debía haber más de quinientas personas localizadas en la pirámide portando antorchas. Al brujo no lo vi pero debía estar en algún lado por ahí.

Me pidieron que me acercara a un lugar apartado y me lavaron y cambiaron de ropas, me dieron un collar con caracoles marinos, un tocado con plumas muy largas de aves que desconocía, y me colocaron un medallón de oro en forma de águila, era en verdad algo muy especial. Los que me estaban ayudando, hacían todo muy reverentemente como si fuera todo parte del mismo ritual. Yo nunca había visto nada igual con Philippe, esto era algo fuera de toda comparación. No había mujeres, hasta ahora no habían aparecido mujeres.

Cuando terminaron de untarme una serie de aceites que hicieron a mi piel brillar a la luz de las antorchas, -la ropa que me habían puesto era muy escasa así que mi piel contrastaba bastante con la de los nativos- me condujeron hasta el pie de la pirámide y me pidieron que subiera. Yo lo hice, los murmullos callaron, parecía que nada más me esperaban a mí.

Cuando empecé a subir por la escalinata de la pirámide unos tambores empezaron a sonar. Con ademanes, los indígenas, me hicieron aminorar la velocidad a la que yo subía. Había tanto humo de las antorchas que empecé a sentir algo extraño, las antorchas habían sido cubiertas con algún tipo de esencia, porque su aroma no era desagradable y además inducía estados de ánimo especiales.

El ritmo de los tambores fue acompasando mi marcha hasta la cima de la pirámide al tiempo que el aroma de las antorchas me iba produciendo un estado especial. Cuando llegué arriba me encontraba viendo visiones, percibí que la pirámide realmente no estaba localizada en la tierra sino que su cúspide se perdía en algún lugar del cielo, era como si la base descansara en la tierra pero su vértice penetrara en las entrañas mismas del cielo.

Poco antes de llegar hasta la cumbre, sentí que atravesaba el umbral del cielo y al pasar por una neblina que pensé que era debida al humo de las antorchas, observé que más allá de ese punto los nativos que estaban localizados en los escalones iban vestidos con otro tipo de ropajes, blancos y llenos de símbolos indígenas; al verme me sorprendí, yo también estaba vestido como ellos, portaba un penacho de largas plumas y un medallón de caracol que tenía formas extrañas. Hacía sólo unos momentos que había visto un medallón de oro y en forma de águila, en algún momento me lo debieron haber cambiado, pensé.

Seguí subiendo y cuando llegué hasta la plataforma en que remataba la pirámide, descubrí al brujo en perfecto estado de concentración, su mirada estaba clavada en el centro de la plataforma y se mantenía arrodillado en un solo pie. Parecía estatua inmóvil, después percibí a tres doncellas con un velo que les cubría la cara y mantenían una posición muy similar a la de él, sólo que ellas estaban con ambas rodillas en el suelo. Parecía que habían dejado un espacio para mí, así que decidí colocarme ahí y tomar la misma posición que el brujo.

Cuando lo hice, en automático empecé percibir una gran agitación dentro de mí y una voz empezó a hablar desde mis adentros: “Estás percibiendo las fuerzas que actualmente están desequilibrando al planeta, debes mantenerte tranquilo y no permitir que esas fuerzas te desequilibren”. Yo estaba sintiendo una gran agitación que había empezado en la cabeza y ahora se estaba extendiendo por todo mi cuerpo incluyendo el estómago. Las palabras en mi mente siguieron explicando: "Necesitas mantener la estabilidad, el propósito de haberte traído es para que ayudes a mantener estas fuerzas en equilibrio. Logra tu estabilidad, resiste para que podamos proseguir con la ceremonia”.

Yo estaba haciendo esfuerzos para no caerme y mantener la misma posición, pero las náuseas empezaban a invadirme, comencé a sudar y la voz calló. Sentí que estaba ahí, yo solo, luchando contra algo a lo que no me había enfrentado nunca. Busqué recuerdos de Philippe, algo que me ayudara a superar lo que estaba experimentando, pero no encontré nada de donde asirme; traté de recordar a Miguel, el ángel, sus palabras, pero tampoco hallé algo que me diera la estabilidad que yo requería. Decidí que necesitaba vencer esto yo solo y entonces me abandoné a luchar, me dije a mí mismo que un soldado lucha hasta que las fuerzas se le agotan y si es necesario muere por la misión. Ahí mismo saqué fuerzas de esas palabras y poco a poco la agitación y las náuseas empezaron a disminuir, me tranquilicé y seguí en la misma actitud mental hasta que pude volver a concentrarme y entonces cuando parecía que ya tenía todo bajo control, las caras de las doncellas y la del brujo empezaron a levantarse y me miraron.

Ahí estaba Bernardette, era una de las sacerdotisas que estaban en la cúspide con nosotros. Entonces Bernardette tomó su caracol, que llevaba en el pecho, similar al mío y lo hizo sonar estremeciendo toda la base de la pirámide, pude ver cómo las antorchas respondían al sonido; no había terminado aún el sonido cuando la otra doncella hizo lo mismo con su caracol, este sonó más bajo que el de Bernardette y de nueva cuenta las antorchas se movieron; siguió después la tercera sacerdotisa con un tono menor y luego el brujo quién tenía el caracol con el tono más bajo; comprendí que era mi turno e hice lo propio con el mío, tomé una gran bocanada de aire y lo soplé con mucha fuerza, su sonido me sorprendió un poco, pues era el más bajo de todos.

Cuando el sonido se desvaneció en el aire, se pudo apreciar que una luz que no provenía de las antorchas empezó a iluminar a la pirámide, era como si de pronto el día se hubiera hecho, pero sólo en el lugar en donde la pirámide se encontraba. Una gran alegría iluminó los rostros de los que hasta entonces se habían mantenido como estatuas y todos cayeron arrodillados, yo hice lo mismo. Nuevamente una voz sonó dentro de mí: “Los guardianes están satisfechos, la ceremonia ha logrado el objetivo, benditos sean y que la luz del Padre permanezca siempre con ustedes”.

El resplandor se fue desvaneciendo y las antorchas se apagaron poco a poco quedando sumidos en la oscuridad, a la luz de la luna fuimos descendiendo y mientras yo me preparaba para hacer miles de preguntas, observé que en la confusión de los que descendíamos no pude ver el camino que tomaron ni el brujo ni Bernardette.

Cuando llegué abajo, sin saber de dónde, apareció el mismo indígena que me había guiado a través de la selva y ahora me decía -Vámonos, dormir posada-, le dije que yo había anunciado que no regresaría sino hasta la mañana siguiente, pero él no entendió o no quiso entender. Sin poder preguntar nada ni ver al Brujo ni a Bernardette tuve que regresar a la posada donde sorprendí al casero al despertarlo y tener que darle una explicación poco convincente.

A la mañana siguiente desperté sin haber podido dormir lo suficiente y con una sensación de vacío en el estómago que no podía explicar, salí casi corriendo rumbo a la cabaña del brujo con la esperanza de poder preguntarle algo y lo encontré tal como el primer día, atareado haciendo cosas que yo no entendía. Casi al llegar me vio indiferente y sin esperar a que yo le hablara me dijo -todas las respuestas están dentro de ti, no necesitas preguntar, sólo piensa- y siguió trabajando como si no hubiera nadie cerca de él.

Por alguna razón empezaba yo a entender a este extraño personaje, así que me senté en un rincón de la casa y empecé por preguntarme el significado de la ceremonia en la que había participado. No obtuve respuestas inmediatas, pero al poco rato todo empezó a aclararse, mi mente empezó a aquietarse y adquirí una claridad mental muy aguda que no había experimentado antes. Entendí que mi asistencia había sido necesaria porque se requería que alguien poseedor de la vibración del Viejo Mundo, como le llamaban a las tierras de donde yo provenía, hubiera tenido que abrir el sonido de los caracoles y otro de ese mismo viejo mundo tenía que haberlo cerrado; era como cerrar un ciclo, esa función la habíamos desempeñado Bernardette y yo.

La pirámide había sido el gran Altar Cósmico que había unido al Cielo con la Tierra y pudimos a través de nuestra presencia y la de todos los indígenas, crear un puente a través del cual bajaran las energías que pudieran equilibrar lo que estaba pasando en el planeta. Entendí que esa energía circulaba ahora por el mundo y había encendido, por decir de alguna forma, a la columna vertebral de toda la América dándole una fuerza que antes no tenía.

Supe que este tipo de ceremonias se hacían por todo el planeta, pero en fechas determinadas por los Guardianes de Mundo, unos seres cuya misión es precisamente cuidar que los vaivenes de los seres humanos sean equilibrados en todos los sentidos.

Finalmente entendí que Bernardette tenía marcado su futuro como la sacerdotisa que iba a unir los destinos espirituales de la sangre del viejo mundo con la del nuevo. Supe que ella había sido llamada al igual que yo para que funcionara como enlace entre dos razas que ahora empezaban a tener una historia común.

También supe que si bien la cúspide espiritual del mundo se encontraba aún en Asia, muy pronto se tendría que desplazar a América y que una serie de emigraciones de todos los líderes espirituales tendría lugar en los próximos años como parte de un simbolismo cósmico para pasar la herencia espiritual del planeta, ahora hacia América.

Bernardette iba a ser una de las primeras en hacer esta entrega simbólica del poder espiritual de Europa y Asia hacia América. Supe que todo esto me lo decían los Guardianes y que eran ellos quienes habían hecho que yo estuviera ahora acá en América. Pero mi futuro no lo habrían de determinar ellos, sino los del Círculo Interno.

Supe que no vería más a Bernardette, así que me dispuse a salir de mi meditación. Le di las gracias al brujo y éste por primera vez me miró a los ojos, me entregó el caracol que había usado en la ceremonia y me dijo -tómalo, es tuyo, gracias- y me extendió la mano para despedirse. Comprendí entonces que su actitud había sido perfectamente planeada para que yo aprendiera a meditar en mis adentros, él sonrió y me dijo -no había otra forma, ahora el camino tú debes encontrarlo- No pude resistir y lo abracé, él respondió a mi abrazo con alegría y me despedí.

Alonso


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