El Arte de Vivir 26 (Novela)
La mañana se apetecía para estar más tiempo en la cama. Escuché muchas voces afuera, anunciando sin lugar a dudas que la actividad había empezado desde hacía rato. Acostumbrados, a como los tenía, de levantarme siempre el primero, no tardaron en tocar a mi puerta para ver si estaba bien, respondí que sí y que había decidido permanecer un poco más en cama.
Mis pensamientos se encontraban en calma, pero algo me decía que mi vida había cambiado por completo. Aunque tenía ahora la disyuntiva de mi futuro, sabía que ese no iba a ser el problema, pues tarde o temprano recibiría algún anuncio del cielo indicándome cual sería el siguiente paso. Decidí que debía escribir a mi familia para tranquilizarlos pues había pasado casi un mes sin que me comunicara. El barco del Sr. Watson estaba terminando los preparativos pues se encontraba algo retrasado para su viaje de vuelta y yo tendría que regresar con ellos a menos que algo cambiara, decidí esperar hasta el último momento y regresar si es que no había ningún aviso antes de la partida.
Así transcurrieron otros tres días, hasta que en el cuarto, justo la víspera del viaje de regreso, pasó por el puerto una caravana de misioneros. Llegaron a hospedarse a la misma posada donde yo estaba, eran Franciscanos y viajaban hacia el norte. Me sorprendió mucho que llevaran un símbolo muy extraño al frente de sus hábitos, era un círculo que encerraba una cruz, pero si uno observaba bien, bordado con el mismo color blanco, sólo que más brillante, había un dibujo de una serpiente mordiéndose la cola en lugar del círculo, que en color morado contrastaba visiblemente. La cruz también era de color morado.
Quise entablar conversación con ellos, pero amablemente me indicaron que sólo hablaban español. Me retiré un poco, pero seguí observándolos y algo en mi interior sabía que eran especiales. Hablaban poco y se miraban disimuladamente entre ellos, como transmitiéndose mensajes secretos.
Mi curiosidad iba en aumento, hasta que busqué a un indígena que sabía hablar ambos idiomas y con su ayuda me presenté. Les dije que yo era un médico que había venido del viejo mundo y que estaba a punto de regresar, que me interesaba platicar con ellos por si tenían algún conocimiento que pudieran pasarme que fuera útil a mi profesión.
Uno de ellos me miró con dulzura y me entregó un papel con símbolos, el indígena me indicó que el fraile le había dicho que yo sabría leerlo. Se despidió sin decir más.
El papel tenía unos números, aparentemente puestos en desorden y todos ellos incluidos en un gran círculo. Una pirámide estaba dibujada a la izquierda y una serpiente mordiéndose la cola a la derecha. Era todo.
Casi anochecía cuando me entregó el papel. Me dediqué toda la noche a tratar de leerlo pero no pude descifrar su significado, hice diagramas, dibujos, intenté completarlo, pero fue inútil. Decidí que no podía quedarme con la duda así que debía preguntarle a ellos. A la mañana siguiente los busqué, pero ya habían partido desde hacía varias horas en el más completo de los silencios.
Me quedé petrificado, sabía que el barco partiría en unas cuantas horas y yo tenía una decisión por delante que dependía de un papel que no podía leer. Fue cuando tomé la decisión más trascendente de mi vida, decidí quedarme.
Le notifiqué al Sr. Watson mi decisión y este se alarmó, creyó que estaba enfermo y hasta decidió posponer por más tiempo la partida con tal de que me recuperara. Yo le aseguré que estaba perfectamente y que había decidido continuar con mis estudios de medicina en esta tierra que prometía amplios descubrimientos científicos.
Tardé mucho en convencerlo y sólo se tranquilizó cuando le entregué una nueva carta para mi familia explicándoles el motivo de mi decisión. El señor Watson me aseguró que regresaría en aproximadamente cuatro meses más para hacer nuevamente negocios y me pidió que estuviera atento, para saludarme y llevarme de regreso si así lo decidía, le aseguré que eso haría y se despidió de mí. El resto de la tripulación y los pasajeros así lo hicieron también, no sin antes tratar de convencerme de que era una locura, muchos de ellos se habían convertido en mis pacientes por lo que tampoco les agradaba viajar sin un médico a bordo; tuvieron que conseguir otro que quisiera viajar, aunque fuera indígena.
Esa misma noche tuve un sueño. El sacerdote que me había entregado la nota estaba de pie frente a mí y junto a él se encontraba el brujo, ambos me decían que hasta que no descifrara el papel no tendría acceso al Círculo Interno, que no intentara buscar a los frailes porque sería inútil.
Me desperté muy exaltado y empecé por hojear el papel mil veces, esa era la llave de la puerta que abría mi futuro, pero no sabía cómo descifrarla.
Alonso
Reflexiones desde lo interno

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