El Legado
- ¿Por qué me preguntas?
- Es que, me parece increíble que siempre estés de buen humor. No importa si te va bien o te va mal, tú siempre estás sonriendo. No recuerdo haberte visto alguna vez triste.
- Bueno, no siempre estoy feliz. De hecho en ocasiones me deprimo o me siento que no estoy de buen humor, pero trato de estar siempre bien y sobretodo, preparado.
- ¿Preparado?
- Sí, es una larga historia.
- Mira, si esa historia me enseña a tener ese optimismo que tienes, tengo todo el tiempo del mundo.
- Todo empezó hace siete años, con la muerte de mi padre.
- Es extraño.
- ¿Qué? ¿qué mi optimismo empezara con la muerte de mi padre? No. No lo es. Verás. Mi padre viajaba mucho. Siempre lo admiré por su capacidad para hacer que las cosas salieran como él las había planeado. No sé como lo hacía pero siempre lograba lo que se proponía. Todos lo admiraban, él era toda una celebridad.
- Sí, lo sé. Mi padre me ha hablado de él algunas veces.
- Pero, eso no era lo más importante para mi. Él siempre parecía tener las palabras adecuadas para cada persona, y para mí, él tenía las mejores. Tengo muchos recuerdos de él fabulosos, cada uno de ellos me enseña cosas diferentes cada vez que vienen a mi mente. Fíjate, ¿sabes qué me dijo el día que me accidenté?
- ¿Cuál de todas las veces?
- Ja, bueno la vez que por descuidado un carro me atropelló. Había causado un gran alboroto y muchas molestias a mucha gente. La verdad era que el descuido había sido mío y no me había pasado gran cosa así que yo ya esperaba el clásico: ¿pues en qué estabas pensando? ó ¿cómo se te ocurrió? o cualquier otra cosa a manera de regaño; pero ¿sabes qué me dijo?... me miró como explorándome y me preguntó: ¿qué aprendiste?
- ¡Ah, esa está buena!
- Sí, lo está, me obligó a redirigir mi mente a un aspecto que no había pensado. En lugar de que yo pensara ¿por qué me había pasado esto a mi? ¿cómo había sido tan tonto? y cosas por el estilo, él hizo que me pusiera a pensar en las lecciones de ese accidente. En otra ocasión cuando yo no quería regresar de las vacaciones ¿sabes cómo me convenció?
- ¿Cómo?
- Me dijo... si tanto te gusta aquí, vamos a mudarnos para acá.
- ¿Eso te dijo?
- Sí, después me dijo que tendría que renunciar en el trabajo donde estaba y tendría que empezar a trabajar aquí, probablemente barriendo, para poder pagar una renta más o menos decente y mi mamá tendría que ayudarlo trabajando en algo, yo tendría que dejar el colegio y me dijo tantas cosas que terminé diciéndole: está bien nos regresamos. Después ya en el regreso me dijo... “nunca olvides hijo que toda decisión cambia un poquito nuestras vidas”.
- Un poco drástico ¿no?
- No, creo que él tiene razón. Cada decisión por pequeña que sea cambia un poco nuestras vidas. Piénsalo un poco, lo que somos hoy no es otra cosa que el fruto de pequeñas o grandes decisiones que tomamos nosotros o nuestros padres.
- Está bien, tú ganas, ya he escuchado eso antes. Pero dime, qué te dijo que te hace sentirte optimista.
- Mira, lo que distinguía los consejos de mi padre de otros que yo escuchaba era que los de él siempre me dejaban pensando, eran como semillas que ponía en mi mente y que poco a poco empezaban a germinar y terminaban formándome.
- Así fui coleccionando muchos, muchos consejos que a veces consciente y otras veces inconscientemente mi padre dejaba dentro de mi.
- Me imagino que ha de haber sido muy duro el ver como se iba acabando.
- No mi amigo, él no se iba acabando. La enfermedad que lo postró en cama sólo lo iba liberando. Una vez cuando me vio triste por su enfermedad me llamó a su lado y me dijo algo que hasta ahora no se me olvida. Me dijo... “no te engañes, lo que tú ves es sólo un cuerpo sufriendo una enfermedad, pero nosotros somos mucho más que eso, yo me siento feliz cuando los veo a ustedes volverse hombres grandes de provecho para otros; ustedes son mi legado a la humanidad. Muy pronto voy a tener que despedirme de todos ustedes y estoy pensando en qué regalo dejarles, tiene que ser algo que los haga felices mucho tiempo” todo eso me decía, mientras me miraba a los ojos con una mirada no de tristeza, más bien de reflexión, en verdad estaba pensando en eso. Yo creo que tenía ya varias semanas, tal vez meses buscándolo y.... lo encontró.
- ¿Les dejó un regalo?
- Sí, el más grande que podía dejarnos. Mi viejo nos dejó el legado más grande que un padre puede dejarles a sus hijos...
- ¿Y qué fue eso? ¿qué les regaló?
- Poco antes de morir, nos llamó a todos y nos dijo: “hijos míos, ustedes saben cuánto los quiero, nunca me gustó separarme de ustedes, cuando tenía que salir de viaje siempre los llevaba en mi mente, procuraba traerles cosas de los lugares a donde iba, mandarles postales, cualquier cosa. Su madre, con quien espero reunirme muy pronto, guardaba las postales que les mandaba de mis viajes, ellas las guardó en una caja que se encuentra en el ropero. Quiero que las saquen y las repartan en partes iguales. Ahora, quiero que piensen que me voy a otro viaje, tal vez un poco más largo pero al fin y al cabo es otro viaje. Quiero que sepan que he decidido mantener esa costumbre de mandarles postales...” –aquí mi padre hizo un silencio, como buscando explorar nuestras expresiones, en esos momentos él parecía tener una claridad en su mente muy especial, la enfermedad no parecía estar afectándole, aunque bien sabíamos que estaba haciendo un esfuerzo, luego continuó- “he descubierto que el cielo si tiene postales, y las tiene aquí en la Tierra, cuando me vaya quiero que las busquen y piensen que cada una de ellas se las estoy mandando yo; cada vez que vean una maravillosa puesta de sol, o un bello amanecer, cuando observen una flor especial o a la luna con ese brillo que tantas veces admiramos juntos en las noches, cuando vean a un cometa pasar, piensen que es una postal que yo les envío; yo sé que ellas están aquí, siempre han estado pero no las vemos a menos que las busquemos. Yo ahora les pido que las busquen, esas se las estaré mandando yo” esas fueron sus últimas palabras. Cuando se aseguró de que todos habíamos comprendido entonces nos besó la frente y cerró sus ojos con una expresión que nunca olvidaré. Era de satisfacción. Nos había dado su regalo. Ese regalo que buscó por tanto tiempo.
- Entonces... ¿por eso siempre estás de buen humor?
- Cuando la familia nos reunimos para asimilar juntos la experiencia por la que acabábamos de pasar, nos dimos a la tarea de iniciar la búsqueda de las postales, cada vez que alguno veía algo especial lo comunicaba a los demás. Nos dimos cuenta de que si estábamos tristes no las veíamos, poco a poco nuestro carácter fue cambiando, todos nos convertimos en buscadores de postales y... ¿adivina qué?
- ¿Qué?
- Cambiamos. Nuestra vida cambió. Ese bendito viejo sabio, nos sembró una semilla de felicidad. Ahora somos, o mejor dicho, estamos condenados a ser felices. Por eso te dije al principio que me gusta estar preparado, no quiero que se me escape ninguna.
- ¡Vaya regalo!
- Especial... ¿no es cierto?... Pues ahora ya lo sabes, ya tienes tú también la semilla.
Muchos kilómetros arriba varias estrellas fugaces se dirigían velozmente a su encuentro con la Tierra... y llevaban una dedicatoria con firma.
Alonso
Reflexiones desde lo interno
